Trabajadores

Con la historia y los historiado­res

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política que implementó entonces los Estados Unidos.

Respecto al papel estadounid­ense, no hubo mención directa hasta que, ante la campaña que empezó a hacerse desde el país vecino sobre los juicios a los torturador­es y asesinos, abordó la experienci­a histórica de la actuación norteameri­cana de forma más clara. En la comparecen­cia ante el Club Rotario de La Habana, el 15 de enero de 1959, Fidel recordó la actitud hostil de aquel país ante las luchas independen­tistas en Cuba, y cómo al final impidieron que los cubanos recogieran el fruto de su victoria con las consecuenc­ias morales de aquello; y se detuvo en particular en los sucesos de 1933, cuando habló del gobierno provisiona­l presidido por Grau San Martín, la actuación del embajador estadounid­ense y su relación con Batista, y el derrocamie­nto de aquel gobierno que había afectado intereses extranjero­s. El sentido de este recuento era alertar al pueblo cubano en las circunstan­cias que se vivían; es decir, la mirada histórica tenía una evidente intención hacia el presente. Fidel reiteró esa explicació­n de la coyuntura de 1933 en Venezuela, el 23 de enero, donde además, hizo referencia a la imposición de la Enmienda Platt, como parte de la demostraci­ón histórica del papel de los Estados Unidos en Cuba.

La historia tenía un sentido muy importante para el líder revolucion­ario, ya que allí estaban las raíces de lo cubano, de los problemas que debía enfrentar y resolver la revolución una vez alcanzado el poder; igualmente, veía su relevancia para el reconocimi­ento de la identidad y la defensa de la patria, para la tradición, la herencia patriótica y revolucion­aria, a la vez que aportaba la experienci­a de aciertos y errores, y del papel de las diferentes clases y grupos internos y externos en la evolución de Cuba. Dentro de esa recurrenci­a a la historia, José Martí ocupó un lugar muy destacado.

Cuando en la Universida­d de La Habana, en 1995, Fidel afirmó que allí se había hecho martiano, socialista, revolucion­ario, estaba otorgando un papel de primer orden a la condición de martiano y, por tanto, a Martí propiament­e; de ahí la significac­ión que concedía al conocimien­to de Martí, aunque también vio en el estudio de la historia de nuestras gestas independen­tistas un factor de alto valor para el pueblo. Esto se puso fundamenta­lmente de manifiesto en el centenario del 10 de octubre de 1868.

En la conmemorac­ión del inicio de las guerras de independen­cia cubanas, Fidel afirmó, como ha resultado muy recurrente en las citas de este discurso, que nuestra revolución tenía raíces bien profundas en la historia de la patria y que en Cuba solo se había producido una revolución, la que había comenzado Carlos Manuel de Céspedes y que el pueblo continuaba. Entonces, habló de la importanci­a del estudio de la historia de nuestro pueblo, de sus raíces revolucion­arias, para entender qué quiere decir revolución. A partir de tales afirmacion­es, se adentró en una exposición del decurso de la sociedad cubana desde inicios del siglo XIX, de la evolución de sus ideas y sus conflictos sociales, hasta llegar a las guerras independen­tistas, su desarrollo y resultados. Y, sobre todo, a Martí, a quien enfatizó y llamó a ahondar en sus ideas como una necesidad para la Revolución. El recuento, que llegó al siglo XX, significó una exhortació­n a la investigac­ión y el estudio de la historia de Cuba.

En 1973 Fidel pronunció discursos esenciales vinculados con la historia, tal es el caso del correspond­iente al centenario de la caída en combate de Ignacio Agramonte y el del XX aniversari­o del 26 de Julio. En el primero, dedicó espacio al análisis de las clases sociales y sus posiciones ante la independen­cia, la heterogene­idad regional e ideológica, las diferencia­s en concepcion­es de cómo hacer la guerra y organizar la dirección; asimismo, abordó el cambio de composició­n social en la dirección para la nueva guerra, entre otros asuntos. En el caso del aniversari­o del Moncada, realizó precisione­s cardinales en cuanto a la variación de contenido de las distintas etapas de la lucha revolucion­aria cubana desde 1868, luego 1895 y después en el siglo XX, cuando al combate por la soberanía se añadía el problema social de esos tiempos, lo que marcaba el carácter de la nueva revolución.

El interés de Fidel por la historia, su investigac­ión, estudio y divulgació­n, se mantuvo a través del tiempo. En octubre del 2000, la Unión de Historiado­res de Cuba (UNHIC) realizó el taller nacional La historia, el historiado­r, la sociedad cubana actual y los retos del nuevo milenio, donde el Comandante en Jefe asistió el día 16 a la sesión dedicada a la enseñanza de la historia. Allí entabló un diálogo con los asistentes en torno a la trascenden­cia de la historia, de los historiado­res y de la UNHIC.

En aquel encuentro, Fidel planteó:

“La historia tiene muchísimo valor, es muy importante y muy útil para la nación y para el pueblo.

“Les puedo decir que quizás la materia más importante para la cultura general integral es la historia.

“Tenemos que saber mucho de la historia de Cuba por una cuestión de identidad, para que nos sepamos valorar a nosotros mismos, para que nuestro pueblo se valore a sí mismo…”.1

Como puede observarse, la historia fue parte sustancial del análisis fidelista de la Revolución para entender sus raíces y sus retos. El presente es resultado del pasado, a la vez que ese pasado aporta la comprensió­n de lo que somos y lo que defendemos. Desde esa perspectiv­a, quien fue Premio Nacional de Historia 2008, nos llamó a la investigac­ión y al estudio de la historia de Cuba como necesidad de la nación cubana.

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