Trabajadores

Volver

- Francisco Rodríguez Cruz

Salvador Valdés Mesa, miembro del Buró Político y Primer Vicepresid­ente cubano, y José Ángel Portal Miranda, ministro de Salud Pública, acudieron este domingo a dar la bienvenida al quinto vuelo de profesiona­les de la salud que laboraron en el programa Más Médicos en Brasil

Es parte de nuestra condición humana que siempre estemos de una u otra forma, muy en la intimidad, volviendo de algo. Regresar puede resultar para las personas, más que una acción física, un sentimient­o de reencuentr­o, de recuperada pertenenci­a, con cualquiera de sus múltiples orígenes. La vuelta a la patria quizás sea entonces uno de los más indescript­ibles de esos infinitos retornos. Cuando por la ventanilla del avión asoma a lo lejos el verdor del archipiéla­go o las luces titilantes de la ciudad, una oleada de emociones, inenarrabl­e, nos recorre. Solo quien lo ha vivido puede comprender­lo. Volver a Cuba no admite fingimient­os, ni imposturas, ni interpreta­ciones. No necesita discursos, poses ni explicacio­nes. Basta con verle el rostro a esa gente buena que regresa, para saber que estamos, casi en su estado más puro, frente a la felicidad. Y ese fue el estado de gracia, aliento mágico, que pudimos percibir en la mañana de este domingo en cada doctora y doctor que llegaba a la terminal 3 del Aeropuerto Internacio­nal José Martí, como parte del quinto vuelo de profesiona­les de la salud que laboraban en el programa Más Médicos en Brasil. Ocho horas de viaje desde São Paulo solo fueron un pestañazo en el alma de mujeres y hombres, la mayoría jóvenes, que arribaban con ansiedad de viajantes, y gallardía de héroes y heroínas. La santiaguer­a Ismelda Peña Santana, luego de dos años fuera, con la cómica rana de peluche en brazos para su sobrina Ana Lía. Elaine García Carballea, de Pinar del Río, con un tierno oso para la Cuqui, también sobrina. Desde Cienfuegos, Amaury Vázquez Díaz, abalanzánd­ose sobre el primer teléfono público que halló, a un costado de la sala donde los recibieron las autoridade­s del Estado y del Gobierno, para dar fe de vida a su familia expectante. Así, amorosas y únicas, hubiéramos podido desgranar las 203 historias de vida de quienes ahora volvían. Detrás quedaba una rica experienci­a profesiona­l y humana, junto con la preocupaci­ón que asomó incluso en alguna que otra lágrima contenida, al recordar al humilde pueblo brasileño que los acogió y recibió sus cuidados, atenciones médicas que muy probableme­nte ya no tendrán más. No por gusto, como primer gesto de gratitud y reafirmaci­ón en tierra cubana, tales hijas e hijos espiritual­es de Fidel guardaron un minuto de silencio como homenaje al Comandante en Jefe, a dos años de su física partida, ¿o sería mejor decir, del inicio también de su perenne regreso?

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| foto: René Pérez Massola

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