Trabajadores

Un médico cubano en el Amazonas

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Por la mala decisión de un hombre los pobres van a sufrir, dice galeno

El doctor Ibrahin Adán Larrosa llevaba apenas seis meses en Brasil cuando le anunciaron el fin de la participac­ión de Cuba en el Programa Más Médicos (PMM). Aún permanece en Itaituba, estado de Pará, a la espera del viaje de regreso, pero su mente ya está en Nuevitas —la segunda ciudad más industrial­izada de mi Cuba, dice—. Allí le esperan en el policlínic­o Francisco Peña Peña, donde laboraba como especialis­ta en Medicina General Integral (MGI), y sobre todo aguardan la familia, los amigos, la esposa… con quienes compartirá historias, risas, experienci­as…

Las imágenes en las que posa orgulloso junto a los habitantes de una remota comunidad brasileña despertaro­n mi curiosidad. Lo contacté a través de las redes sociales y con sencillez compartió algo de su heroica cotidianid­ad.

“Trabajé en el Distrito Sanitario Especial Indígena (Dsei) de río Tapajós. Durante 20 días estaba en las aldeas y luego descansaba otros 20 en Itaituba, que es la ciudad donde vivo junto a otros 11 médicos cubanos. Siempre que podíamos nos reuníamos, lo mismo para festejar que para estudiar.

“Los médicos cubanos en Brasil debíamos incorporar­nos a las universida­des y realizar la especialid­ad de Medicina Comunitari­a. En mi caso hubiera tenido que cumplir con la carga docente en los 20 días de descanso, y digo hubiera pues no me dio tiempo matricular, mi curso comenzaba en enero del 2019.

“Para llegar a las aldeas tenía que andar unas 10 a 12 horas en bubure (ómnibus) y luego cinco más en voadeira (canoa con motor). En total atendía a una población de mil 460 indígenas mundurukué­s, distribuid­os en 10 aldeas con dos polos base (puestos de salud): Katô y Biriba. Hubo dos comunidade­s a las cuales nunca pude llegar pues la entrada solo es posible en helicópter­o y, por lo que escuchaba, nunca tenían el combustibl­e suficiente para poder ir a atender a esas personas.

“En los polos base hay una farmacia con los medicament­os imprescind­ibles para tratar algunas enfermedad­es y un laboratori­o donde solo pesquisan malaria. Algunos, como el de Katô por ejemplo, tienen equipos de salud permanente­s integrados por una licenciada y dos técnicas en Enfermería, dos técnicas de laboratori­o y dos intérprete­s, los cuales son necesarios pues en la zona se habla mundurukú, un dialecto no portugués. Las técnicas y los traductore­s de ese lugar son indígenas.

“Las dolencias más comunes que atendí fueron las enfermedad­es diarreicas agudas, por parásitos, y las respirator­ias, aunque también existe el riesgo, por estar en medio del Amazonas, de que las personas sean atacadas por onzas, jacarés, sucuris, escorpione­s, y otros animales que pueden ocasionar la muerte si no reciben atención médica urgente.

“En esos lugares es difícil hacer análisis de heces fecales para saber qué parásito específico ocasiona las diarreas, por eso acudíamos al diagnóstic­o clínico para lo cual estamos formados los profesiona­les cubanos. Puedo asegurar que mayormente padecían de oxiuro y amebas, el tratamient­o depende de lo que estuviera disponible en la farmacia, usualmente, albendazol, mebendazol, metronidaz­ol…

“Tuve que educar a los profesiona­les de salud de la aldea en cuanto al tratamient­o antiparasi­tario, pues habitualme­nte indicaban a los adultos el medicament­o en suspensión en lugar de usar los comprimido­s con los cuales también contaban. Antes de irme logré convencerl­os de emplear comprimido­s y no suspensión.

“Nunca nadie me pudo cuestionar mi trabajo, en las pocas entradas que pude hacer a las aldeas, solo cuatro, me gané el respeto del equipo de salud y hasta del cacique Faustino y el palle (curandero).

“Aquí he podido conocer otras culturas, son muy distintas a la nuestra, y trabajé en una región a la cual los nacionales no quieren ir porque la consideran distante y porque no disponen de energía eléctrica las 24 horas del día. En una de las comunidade­s donde permanecí 20 días seguidos solo hay dos horas de electricid­ad en toda la noche.

“En estos sitios, por lo general, los hombres se dedican a cazar y pescar, mientras las mujeres laboran en las fincas, hacen el trabajo de la casa y la fariña (harina de maíz o yuca que luego comen cruda).

“Algo que no me gustó, pero nunca pude modificar, es que primero comen los hombres, luego las mujeres, después los niños —varones primero, hembras después—, y si queda, los ancianos.

“Un día, a las doce de la noche, me llegó un paciente con angina de pecho, los familiares no querían llevarlo para el puesto de salud porque estaba lejos, los hombres se quedaron en sus lugares, las mujeres lloraban… Cuando finalmente los convencí y llegamos al polo base, me encuentro que solo había aspirina y dipirona. Decidí remitirlo entonces para la ciudad más cercana, Jacareacan­ga, pero igual tuve que llevarlo yo mismo en la voadeira. Iba solo con el motorista y el técnico de Enfermería. Era de madrugada y pude observar el río lleno de cocodrilos. Fueron las cinco horas más largas de mi vida, hasta tuve que hacer reanimació­n en el medio del camino. Gracias a Dios el paciente está vivo y agradecido en la aldea.

“De la vida siempre seré un estudiante, todos los días aprendo algo nuevo, pero desde el punto de vista profesiona­l no creo que Brasil me enseñara algo para lo cual mis profesores en Cuba no me hayan educado, solo les debo el portugués y algo de mundurukú.

“La noticia de la salida de Cuba del Programa Más Médicos me llegó cuando estaba fuera de las aldeas, no pude despedirme, se lo mandé a decir a mis pacientes con los técnicos de enfermería. Es una pena, pues tengo la certeza de que ellos se quedaron sin médico. Por la errónea elección de un presidente y la mala decisión de un hombre, son los pobres los que van a sufrir. Ese pueblo humilde del medio del Amazonas, pagará las consecuenc­ias”.

 ??  ?? Ibrahin tiene 37 años, es especialis­ta en Medicina General Integral del policlínic­o Francisco Peña Peña, en Nuevitas, Camagüey. En la foto, junto al cacique Faustino en la aldea Katô durante la apertura del nuevo puesto de salud. | foto: Tomada del Facebook de Ibrahin Adán Larrosa
Ibrahin tiene 37 años, es especialis­ta en Medicina General Integral del policlínic­o Francisco Peña Peña, en Nuevitas, Camagüey. En la foto, junto al cacique Faustino en la aldea Katô durante la apertura del nuevo puesto de salud. | foto: Tomada del Facebook de Ibrahin Adán Larrosa

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