Felicidades al ejército cubano de la salud
Idania Monzón Borrero y Jorge Matos Pozo han transitado buena parte de sus vidas tomados de las manos, y desde hace 32 años conjugan el verbo compartir en muy diversos tiempos.
Como novios primero, como esposos después, cursaron los estudios de Medicina en la Universidad de Ciencias Médicas de su ciudad natal, Santiago de Cuba; pasaron el Servicio Social, optaron por la especialidad de Medicina General Integral, tuvieron dos hijos, prestaron servicio en el policlínico 28 de Septiembre, se convirtieron en abuelos, y fueron a repartir solidaridad a Belice, Venezuela y Brasil.
Solo estuvieron separados físicamente el tiempo en que Idania cumplió misión internacionalista en Ghana, y Jorge asumió la tarea de dirigir el Distrito número tres de Salud, en la cabecera provincial.
El pasado 24 de noviembre fueron protagonistas de un especial recibimiento, junto a otros 30 colaboradores santiagueros que regresaron de Brasil, dignos y victoriosos de su participación en Más Médicos.
Cuando hablan de este programa lo hacen signados por sentimientos múltiples, en los que profesionalismo, humanismo, alegrías y tristezas marchan de la mano. “Cada misión tiene sus peculiaridades”, comenta ella con el sello personal de una voz suave y melódica.
“Siempre se aprende, siempre es una experiencia humana y profesional muy fuerte, pero esta de Brasil tuvo distinciones especiales, ¿verdad, Jorge?”. “Así es”, asegura el también Máster en Urgencias Médicas, a quien a ratos se le escapan frases en portugués, cuestión entendible tras dos años de presencia en el gigante sudamericano.
“A nosotros nos asignaron el municipio de Campo Alegre De Lourdes, Estado Bahía, donde compartimos con otros colegas orientales —de Manzanillo, Las Tunas, Moa y Guantánamo— la atención a una población numerosa y pobre.
“Idania y yo teníamos, cada uno, la responsabilidad de unos 3 mil pacientes de las localidades de Bolta de Sima, La Goa da Onca, Tapayem y Angico, zonas rurales donde nunca antes había llegado un médico, tal vez por eso, y por las formas propias de la medicina cubana, fue tan grande la acogida que nos dieron.
“Nuestros pacientes ganaron en salud y en calidad de vida, nosotros en conocimientos, porque diagnosticamos enfermedades que nunca antes habíamos tratado.
“Permanecimos, además, bajo una dinámica muy fuerte de urgencias, a veces sin todos los recursos para procederes muy específicos, y con la agravante de que el hospital estaba a más de 370 kilómetros y no disponíamos de ambulancia.
“Recuerdo, por ejemplo, la niña de tres años, Jeanne, que llegó con hipoxia severa (falta de aire) y tuve que sacarla de ese estado solo con reanimación manual y yo mismo buscar, y pagar un transporte para llevarla al hospital y salvarle la vida”.
Otras historias se escurren en el diálogo con este matrimonio santiaguero que lamenta profundamente haber dejado atrás a personas que tanto necesitaban de ayuda médica.
“Anoche recibí una llamada de Luana, la estomatóloga brasileña que formaba, junto a las enfermeras, mi equipo de trabajo, expresa Idania, y hablar con ella fue tan triste como la despedida que nos hicieron los pacientes. Me decía una y otra vez: ¡qué falta nos hacen ustedes aquí!
“Nosotros, por supuesto, dispuestos a seguir cumpliendo las misiones que sean necesarias, con la dignidad y el profesionalismo que hemos mostrado y demostrado en todos los lugares en los que Cuba ha ido a entregar su ayuda, ¿verdad, Jorge?”.