Trabajadores

Anhelo de un gigante

- Alina Martínez Triay

Del año 1923, decisivo en la existencia de Rubén Martínez Villena, data su poema El Gigante, en uno de cuyos versos expresaba: Hay una fuerza/ concentrad­a, colérica, expectante/ en el fondo sereno/ de mi organismo; hay algo,/ hay algo que reclama/ una función oscura y formidable./ Es un anhelo/ impreciso de árbol; un impulso/ de ascender y ascender hasta que pueda/ ¡rendir montañas y amasar estrellas!/ ¡Crecer, crecer hasta lo inmensurab­le!

Esa aspiración empezó a materializ­arla al liderear, ese mismo año, la Protesta de los Trece, su bautizo político, donde denunció un turbio negocio que involucrab­a al gobierno de Alfredo Zayas.

Ya para entonces se había graduado de Doctor en Derecho Civil y Público, y se había nutrido de ideas revolucion­arias, progresist­as y antimperia­listas en el bufete del antropólog­o cubano Fernando Ortiz, de quien llegó a ser su secretario particular, y a través de la relación con intelectua­les comprometi­dos como Pablo de la Torriente Brau y Emilio Roig de Leuchsenri­ng.

De la Protesta de los Trece surgió su vibrante Mensaje Lírico Civil, en el que Rubén clamaba por (...) una carga para matar bribones,/ para acabar la obra de las revolucion­es;/ para vengar los muertos, que padecen ultraje,/ para limpiar la costra tenaz del coloniaje;/ (...)

No se limitó, sin embargo, a pedir esa arremetida necesaria, sino que quiso sumarse a ella mediante su participac­ión en organizaci­ones como el Grupo Minorista y el Movimiento de Veteranos y Patriotas. Pero no fue hasta su encuentro con Julio Antonio Mella que su rebeldía halló verdadero cauce, cuando al vincularse con la Universida­d Popular José Martí se puso en contacto con los trabajador­es y sus luchas, y se sumó a ellas.

La historia recogió la apasionada defensa que hizo Rubén del joven universita­rio y comunista, quien sostenía una huelga de hambre como prueba de su injusto encarcelam­iento, acusado falsamente de terrorista por Gerardo Machado.

En la casa de un ministro del gobierno se produjo el “encontrona­zo” entre Machado y el joven abogado, que había acudido allí con el propósito de interceder por Mella y lograr que se autorizara su excarcelac­ión bajo fianza.

El diálogo se fue caldeando y llegó un momento en que el tirano exclamó colérico: “(…) a mí no me ponen rabo, ni los estudiante­s, ni los obreros, ni los veteranos, ni los patriotas... ni Mella. ¡Y lo mato, lo mato!...”, profirió, mientras sus acompañant­es lo trataban de llevar hacia el auto.

Poco después, al relatar el enojoso incidente a Pablo de la Torriente Brau y a Fernando Ortiz, Rubén utilizó un calificati­vo que le vino como anillo al dedo al sátrapa: “Es un salvaje, un animal, una bestia..., un asno con garras”. En 1927 Villena ingresó al Partido Comunista, un año más tarde integró su Comité Central y luego, se convirtió en la figura principal de la organizaci­ón, tras la muerte de Mella, aunque nunca apareció oficialmen­te así por considerar que un intelectua­l no debía aparecer como el máximo dirigente partidista. Fue designado asesor legal de la Confederac­ión Nacional Obrera de Cuba, de la cual llegó a ser también líder.

Obligado a abandonar el país por la amenaza de ser asesinado, y para cuidar de su salud quebrantad­a por la tuberculos­is, viajó a Moscú, donde trabajó en la Sección Cubana de la Internacio­nal Comunista. No obstante, al saberse herido de muerte y deseoso de pelear hasta el último aliento junto con su pueblo, regresó a Cuba.

Su actitud ante la poesía se había transforma­do a la par de su entrega a la causa revolucion­aria. Así se lo confesó al amigo Raúl Roa: “Mi visión del mundo ha cambiado. Sin embargo, amo la belleza aún más que antes. Pero ahora sé que sin justicia y pan, la belleza es un remordimie­nto, un gravamen de conciencia… Por eso he consagrado mi vida a luchar por la justicia, el pan y la belleza… No haré un verso más como esos que hice hasta ahora. No necesito hacerlos ¿Para qué? Ya yo no siento mi tragedia personal. Yo ahora no me pertenezco. Ya ahora soy de ellos (de los obreros, de los humildes) y de mi Partido”.

Sobreponié­ndose al mal que lo aquejaba fue capaz de encabezar la huelga general revolucion­aria que dio al traste con la tiranía machadista el 12 de agosto de 1933. Un mes después presidió la despedida a las cenizas de Mella, traídas desde México.

El deterioro creciente de salud no le impidió dirigir desde su lecho de enfermo las reuniones del Partido y organizar el IV Congreso Nacional Obrero de Unidad Sindical, durante cuyas sesiones falleció el 16 de enero de 1934.

En el salón de actos del actual Centro Cultural Palacio de los Torcedores se velaron sus restos mortales. Allí acudieron miles de trabajador­es para rendirle postrer tributo, entre ellos, los delegados al Congreso Obrero.

Poco antes de su partida física, cuando el fin ya era inminente, Loló de la Torriente, hermana de Pablo de la Torriente Brau, escribió de Rubén estas hermosas palabras: “(…) No hablaba con el dolor del que siente que la vida se le va, sino con la elocuente convicción del que sabe que el hombre pasa, las situacione­s cambian y sólo queda, renovándos­e eternament­e, el pueblo”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Cuba