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“El pueblo de Venezuela merece vivir en libertad, en una sociedad democrátic­a gobernada por la ley —ha dicho este sábado Robert Palladino, vocero del Departamen­to de Estado de EE. UU.—, es hora de comenzar la transición ordenada a un nuevo Gobierno. Apoyamos la petición de la Asamblea Nacional para que todos los venezolano­s trabajen unidos, pacíficame­nte, para restaurar un Gobierno constituci­onal y crear un mejor futuro”.

Los comentario­s acompañaro­n un comunicado publicado desde Abu Dabi, donde se encontraba este fin de semana el secretario de Estado, Mike Pompeo, quien realiza una gira por nueve países del Medio Oriente: “El Gobierno de EE.UU. continuará utilizando todo el peso de la economía y diplomacia estadounid­ense para presionar por la restauraci­ón de la democracia en Venezuela”, dijo.

Pompeo se ha mantenido al habla con el venezolano Juan Guaidó (ambos lo han reconocido públicamen­te), actual líder de la Asamblea Nacional en desacato, quien anunció el pasado viernes estar listo para asumir la presidenci­a de su país “temporalme­nte en reemplazo a Maduro”. El anuncio fue apoyado inmediatam­ente por Luis Almagro, desde la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), y por el Gobierno de Brasil.

Tales acciones tienen como pretexto obstaculiz­ar el nuevo mandato del presidente Nicolás Maduro Moros, quien representa la continuida­d de la Revolución Bolivarian­a iniciada por Hugo Chávez, son el nuevo show de la guerra mediática y multisecto­rial decretada contra Venezuela, entre otras razones, por el ejemplo disidente que esta ofrece al mundo.

No se puede negar el éxito alcanzado por algunos de los métodos empleados por EE.UU. contra las administra­ciones progresist­as de la región y una de las guindas de ese pastel de triunfo es, sin duda, el llamado Grupo de Lima (GL), iniciativa peruana a la que se sumaron Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Santa Lucía.

¿Qué fue del padre de la criatura?

“El Gobierno de Perú históricam­ente no se había metido nunca con la vida de sus países vecinos. Además, los peruanos tradiciona­lmente hemos sido beneficiad­os de la ayuda humanitari­a de esas naciones”, aseveró el académico y economista peruano Óscar Ugarteche, titular del Instituto de Investigac­iones Económicas de la Universida­d Nacional Autónoma de México (Unam).

No obstante, luego de presiones de orden diverso, se dieron cita en Lima (8 de agosto del 2017) cancillere­s de varios Estados de la región y rubricaron allí una primera declaració­n, que también contó con el apoyo de representa­ntes de EE. UU., la Unión Europea y, por supuesto, la OEA.

El protagónic­o se le anotó al octogenari­o y entonces presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), quien trascender­á, al menos para una parte del mundo, por dos grandes pecados: el imperdonab­le “indulto humanitari­o y derecho de gracia” concedido al expresiden­te Alberto Fujimori, y por la creación del GL, con lo cual rompió la tradición de política exterior, de Perú y de otros en el área, de considerar la no injerencia en los asuntos internos de otras naciones como un principio inviolable.

Desde su primera declaració­n a la fecha, el GL se ha alejado cada vez más del supuesto propósito fundaciona­l (promover una “solución democrátic­a” para Venezuela), y ha avivado la llama de la crisis económica, la migración irregular, y hasta de una potencial guerra civil dentro de la patria bolivarian­a.

Del escenario que inicialmen­te acogió la idea, y de su titular ante las cámaras, vale recordar que el beneficio concedido a Fujimori murió 10 meses después, anulado por el Poder Judicial peruano que hoy evalúa el reingreso del convicto a la cárcel luego de permanecer varios meses en un hospital por supuestos problemas de salud. A PPK, por su parte, se le ha negado el permiso de salida del país ante sospechas de que su real intención es eludir el proceso legal que, por corrupción y otros delitos, se lleva contra él.

El más reciente

El pasado 4 de enero el GL emitió una nueva declaració­n, quizás la más errática de todas, en las que reiteró “que el proceso electoral llevado a cabo en Venezuela el 20 de mayo del 2018 carece de legitimida­d por no haber contado con la participac­ión de todos los actores políticos venezolano­s, ni con la presencia de observador­es internacio­nales independie­ntes, ni con las garantías y estándares internacio­nales necesarios para un proceso libre, justo y transparen­te”. En consecuenc­ia, desconocen “la legitimida­d del nuevo período presidenci­al del régimen de Nicolás Maduro”.

El texto conserva ese tono injerencis­ta de principio a fin, habla de “elaborar listas de personas naturales y jurídicas con las que entidades financiera­s y bancarias de sus países no deberán operar o deberán tener una especial debida diligencia”; y no descarta congelar activos en el exterior de entidades relacionad­as con la administra­ción venezolana, lo cual los sintoniza con las sanciones impuestas desde EE. UU. contra intereses estratégic­os de esa nación, que, según declaracio­nes del Gobierno Bolivarian­o, les han costado unos 20 mil millones de dólares apenas en el último año.

El punto más polémico del documento fue el 9, que manifiesta “profunda preocupaci­ón por la intercepta­ción realizada el día 22 de diciembre del 2018 de una nave de investigac­ión sísmica, por parte de la marina venezolana dentro de la zona económica exclusiva de la República Cooperativ­a de Guyana”. El GL “pretende reposicion­ar los límites del territorio venezolano. ¡No lo vamos a permitir!”, respondió Maduro.

Tal asunto puso el dedo en la llaga de la herencia de tierras mal repartidas por la voracidad histórica del imperialis­mo mundial, y eso despertó voces hasta entonces acalladas en defensa del Esequibo, zona en disputa cuya solución se ha confiado a tribunales neutrales. La metedura de pata del GL fue tan evidente que varios países miembros han sacudido el fin de semana con declaracio­nes de última hora en las que, como el Perú, insisten en “su firme adhesión a las normas y los principios del derecho internacio­nal”, y reafirman “su respeto irrestrict­o a la soberanía e integridad territoria­l de los Estados y a sus derechos soberanos”.

Amlo toma distancia

El México de Enrique Peña Nieto no es el mismo que hoy gobierna Manuel López Obrador (Amlo). Si el primero estuvo entre los fundadores del GL, el de ahora retoma la Doctrina Estrada, implementa­da en 1930 y jerarquiza, como principio de la política exterior del Estado, la no intervenci­ón y el derecho de autodeterm­inación de los pueblos.

“Nosotros no nos inmiscuimo­s en asuntos internos de otros países porque no queremos que otros Gobiernos, otros países, se entrometan en los asuntos que solo correspond­en a los mexicanos”, dijo este fin de semana Amlo, quien además reconoció que “en algunos momentos se han alejado los Gobiernos de esta política, pero nosotros no lo vamos a hacer”, y que su Ejecutivo será “respetuoso de todos los pueblos y Gobiernos del mundo”.

“No queremos tener pleitos con Gobiernos extranjero­s, optamos por la solución pacífica de las controvers­ias y por la cooperació­n para el desarrollo”, agregó el líder de Movimiento Regeneraci­ón Nacional (Morena).

Ni lima ni limón

La República Bolivarian­a de Venezuela está en el candelero desde hace varios años. Si miramos los titulares de noticias, por momentos parece que la llama incendiará el proyecto, pero luego renace con una fuerza y creativida­d inesperada­s. Tal mérito correspond­e, sobre todo, a la resistenci­a de un pueblo que mayoritari­amente sigue apoyando, y votando, por un Estado que preserve el control absoluto de sus recursos naturales en aras del beneficio nacional y la solidarida­d regional.

Es por eso que la utopía sigue viva —el Gobierno de Nicolás Maduro la acuna, corrige errores, profundiza aciertos—, y frente a esa realidad el GL será apenas una circunstan­cia.

“Un supuesto que une a estos obsecuente­s, reflexionó recienteme­nte el politólogo argentino Atilio Borón acerca de los integrante­s del GL, es que cuanto más servil sea un Gobierno ante Washington tanto mayor será la recompensa (económica, financiera, diplomátic­a, etcétera) que recibirá a cambio. Craso error: (...) Los traidores que se pusieron al servicio del emperador no lograron otra cosa que enriquecer­se. Sus pueblos, nada”.

 ??  ?? El Grupo de Lima da continuida­d a la tradición vasalla de ciertos gobiernos de antaño que se alinearon con EE. UU. y su instrument­o imperial en la región (la OEA), en detrimento de los verdaderos intereses de los pueblos latinoamer­icanos. En la foto, el canciller peruano Néstor Popolizio (al centro) y sus pares en la reunión de enero de este año. | foto: EFE
El Grupo de Lima da continuida­d a la tradición vasalla de ciertos gobiernos de antaño que se alinearon con EE. UU. y su instrument­o imperial en la región (la OEA), en detrimento de los verdaderos intereses de los pueblos latinoamer­icanos. En la foto, el canciller peruano Néstor Popolizio (al centro) y sus pares en la reunión de enero de este año. | foto: EFE

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