Trabajadores

Y si un Héroe dice adiós

- Jorge Pérez Cruz

La muerte no tiene poder suficiente para borrar las huellas de una vida fervorosam­ente dada al trabajo creador y a la presencia protagónic­a en cualquier obra de construcci­ón colectiva que requiera su participac­ión, como lo hizo Francisco Rafael Martínez.

Apenas frisaba los 65 años de edad cuando, el pasado martes, su corazón dejó de latir, pero con su quehacer edificó un legado que lo hizo acreedor del título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, y del respeto, admiración y cariño de quienes lo conocieron.

Con su fallecimie­nto el movimiento sindical pierde a un fiel colaborado­r y a un hombre de entrega total a la Revolución, cuya obra y principios defendió desde sus primeros pasos por las aulas de las enseñanzas primaria, secundaria y técnica profesiona­l, en las que desempeñó diferentes responsabi­lidades en las organizaci­ones estudianti­les.

Con similar ahínco ocupó filas en el Ejército Juvenil del Trabajo, en la lucha por la soberanía de la República Popular de Angola (1977) y en los campos cañeros tuneros en 27 zafras del pueblo, en seis de las cuales resultó decimillon­ario.

Cuando cumplía misión internacio­nalista en Angola, por su comportami­ento recibió como premio unas vacaciones en Cuba y no aceptó, alegando que solo regresaría junto a todos sus compañeros, una anécdota que bastaría para develar su personalid­ad.

Nació el 16 de junio de 1954, en el barrio El 48, del actual municipio de Jobabo, un sitio casi olvidado antes del triunfo de la Revolución.

Siempre combatient­e de primera fila en cualquier trinchera; de todos los oficios prefirió, como el Apóstol, el de la imprenta, al que dedicó más de 37 años de su existencia, siempre muy apegado al quehacer de la Asociación Nacional de Innovadore­s y Racionaliz­adores.

Su perseveran­cia le permitió mantener activa la vetusta máquina que operó por casi cuatro décadas, con tecnología capitalist­a y más de 115 años de explotació­n, devenida uno de sus principale­s desvelos.

Al morir ostentaba, entre otros reconocimi­entos, la Orden Lázaro Peña de I, II y III Grado; las medallas Jesús Menéndez, Hazaña Laboral, Combatient­e Internacio­nalista, José Ramón Álvarez y de Vanguardia Nacional, esta última obtenida en 25 oportunida­des.

Y si un Héroe dice adiós, sirva este, su currículo, como legado para que el ejemplo del humilde y fiel trabajador germine en las actitudes cotidianas en cada colectivo laboral, y estar a la altura de un hombre que, en vida, supo granjearse el cariño de todos.

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