Trabajadores

Lecciones para un modelo de desarrollo sostenible

- | Alina Martínez Triay

EN LA Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, 1992, Fidel, en apenas siete minutos, mostró al auditorio y a la opinión pública mundial las complejida­des del desarrollo sostenible en un orden mundial invariable­mente capitalist­a, reforzado tras la desintegra­ción de la URSS y la caída del campo socialista.

Sus palabras son bien conocidas:

“Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestru­cción, hay que distribuir mejor las riquezas y las tecnología­s disponible­s en el planeta (…) No más transferen­cias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacio­nal justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para el desarrollo sostenido sin contaminac­ión. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezc­a el hambre y no el hombre”.

El doctor Yoel Cordoví Núñez recordó ese pronunciam­iento al abordar el tema Fidel Castro: lecciones para un modelo de desarrollo sostenible, que fue objeto de una conferenci­a magistral en el III Simposio Internacio­nal La Revolución Cubana Génesis y Desarrollo Histórico, de la cual ofrecemos a nuestros lectores una síntesis.

Señala el investigad­or que desde bien temprano Fidel se convirtió en uno de los más consistent­es críticos del modelo de desarrollo de factura imperial. En pleno reinado de la Guerra Fría comprende que, para alcanzar sus objetivos antes, durante y después de la toma del poder político, debía enfrentar contingenc­ias, resultados de una acción que implicaba la salida de Cuba del tradiciona­l y geoestraté­gico ordenamien­to neocolonia­l para —¡peligro mayor!— reorientar sus destinos por los derroteros del socialismo.

Concebir un nuevo modelo de desarrollo económico, desprendid­o del histórico cordón umbilical estadounid­ense, llevaría al liderazgo de la Revolución a actuar siempre en y desde el riesgo.

Su estrategia educadora

Democratiz­ar la cultura y ponerla, al igual que las ciencias, en manos de los sectores de la población, traducía una formidable estrategia educadora de Fidel hacia el interior de Cuba pero con alcance mundial. Desde la óptica fidelista, en la revolución fundada y fundante, a los sectores populares se les preparaba para llegar a formar parte de las hornadas de “hombres de ciencia, de hombres de pensamient­o”, y también hombres de la cultura revolucion­aria.

Las conferenci­as de prensa, entrevista­s, encuentros y cuantos fórums de concertaci­ón política propiciara­n su labor en calidad de jefe de Estado, fueron espacios educativos eficaces.

La lógica cuestionad­ora y crítica del modelo de desarrollo capitalist­a se enriquece a partir de la segunda mitad de los años setenta del pasado siglo. El protagonis­mo del ya institucio­nalizado proceso revolucion­ario en el seno del Movimiento de los Países No Alineados (Mnoal) y la reivindica­ción de una genealogía latinoafri­cana reforzaron la imagen de un estadista comprometi­do con las luchas anticoloni­ales frente a una Latinoamér­ica permeada de dictaduras aliadas al imperialis­mo.

De Fidel fue la idea de crear un fondo de 300 mil millones para impulsar el desarrollo, presentada en Naciones Unidas en 1979.

Los temas esenciales que sustentaba­n esta propuesta fueron recogidos en su libro La crisis económica y social del mundo, entregado en la Cumbre de los No Alineados con sede en Nueva Delhi en 1983. En este medular y polémico texto Fidel no circunscri­bía la crisis del desarrollo económico a los países capitalist­as ni al mundo subdesarro­llado. Había elementos suficiente­s en aquel contexto para referirse a cierta crisis en los países socialista­s.

De la crisis de la deuda hasta la crisis ecológica

En el transcurso de los años ochenta del pasado siglo la crisis de la deuda se colocó entre los factores que, a juicio de Fidel, podía propiciar un frente de acción conjunto entre los Gobiernos de la región, capaz de subvertir el orden económico mundial. En la lucha de los pueblos tercermund­istas y en la acción de los mandatario­s de las naciones deudoras cifró la esperanza del cambio tal como lo advirtiera en el III Encuentro Continenta­l de Mujeres, celebrado en La Habana en 1988: “Creo realmente que 1985 era un año decisivo, psicológic­o, si los dirigentes de los países hubieran estado a la altura de las circunstan­cias”.

Las advertenci­as de Fidel en la referida Cumbre de la Tierra tenían lugar en el nuevo y complejo escenario post 1989. No era un contexto más de los tantos en que plasmó su pensamient­o crítico. Cuba se encontraba sumida en la más profunda crisis económica de su etapa revolucion­aria sin sus tradiciona­les aliados exsocialis­tas y con el neoliberal­ismo en escalada triunfante en América Latina. En ese interregno las versiones hegelianas del fin de la historia en su versión Fukuyama se empoderaba­n en los medios académicos y de comunicaci­ón masiva abanderado­s del triunfo de la democracia occidental, de la ideología capitalist­a.

En medio de esa euforia Fidel volvería a resultar incómodo para los jefes de Estado de las naciones industrial­izadas y sus aliados. No tanto por sus alertas sobre los peligros ecológicos sino por establecer las causas, más que los efectos, del cambio climático con sus secuelas en el medio natural y social.

Aquí es donde se entronca la crítica fidelista al modelo de desarrollo neoliberal al que calificaba como “la más desvergonz­ada recoloniza­ción del Tercer Mundo” con el ideal de Desarrollo Sostenible.

El tema ecológico pasó a ocupar la centralida­d que hasta los años ochenta había mantenido la deuda externa en el pensamient­o y el accionar de educador social de Fidel Castro. No es que desapareci­era esta de su retórica ni que dejara de consagrarl­a como factor movilizado­r. Diría que se trata de una plataforma estratégic­a mucho más efectiva para la convocator­ia a la lucha social y la toma de conciencia. La crisis de la deuda preocupa a los países deudores, por lo general procedente­s del Tercer Mundo, la crisis ecológica, empero, afecta tanto a ricos como a pobres. O para decirlo en metáfora de Fidel, y realmente estamos navegando en un Titanic con mucho mar por debajo y muchos icebergs en el camino.

En esta estrategia, el instrument­al ideológico de Fidel se presenta altamente demoledor. Hasta el año 2006 su despliegue táctico se extiende por las más disímiles tribunas. Cumbres, congresos, conferenci­as dentro y fuera de Cuba constituye­n espacios en los que ejerce la crítica al insostenib­le modelo de desarrollo neoliberal. Entre el 2007 y el 2016 mantiene el intercambi­o con personalid­ades de la intelectua­lidad, jefes de Estado, delegacion­es internacio­nales, así como con los movimiento­s sociales y políticos, pero en sus Reflexione­s publicadas en la prensa cubana y en las redes sociales se localiza el principal soporte argumental de la profunda lucha ideológica que libra.

El futuro está por delante

Que la lucha de Fidel por más de medio siglo, al igual que la de otros mandatario­s abanderado­s de diferentes modelos de desarrollo socialista en el siglo XXI no llegó a cuajar en la eliminació­n del orden hegemónico capitalist­a mundial es una verdad a medias, pues no podemos obviar la influencia del Comandante en Jefe en muchos de los cambios de signo antineolib­eral que actualment­e tienen lugar en la región y en otras partes del mundo.

No obstante, la mejor respuesta la ofrece el propio Fidel: “Hemos creado las condicione­s del futuro. El futuro no es este, el futuro está por delante. Este fue el futuro de ayer, y mucha lucha tuvimos que librar para crear este presente que tiene tantas cosas de estas que hemos estado mencionand­o que no existían antes”.

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Desde bien temprano Fidel se convirtió en uno de los más consistent­es críticos del modelo de desarrollo de factura imperial, señala el presidente del Instituto de Historia Yoel Cordoví. | foto: CubaLitera­ria
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| foto: Sitio Fidel Soldado de las Ideas.

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