Caprichosas analogías de García Peña
Mansa sublimación del color y la forma. Poesía de sensibilidades. Éxtasis. Volúmenes humanos que danzan y dialogan en disímiles narraciones artísticas. Exquisitez del dibujo y la línea… Fina y provocativa armonía sensual... Son esencias que trascienden en la más reciente obra del reconocido pintor Ernesto García Peña (Matanzas, 1949), esencialmente concebida en ocasión del medio milenio de la fundación de La Habana.
Esos trabajos, reunidos bajo el título de Cuerpo, recibieron palmas del público y la crítica al ser exhibidos, hace poco, en la sala Cernuda, del Centro Hispanoamericano de Cultura, donde organizó un espectáculo visual en el que sueños y quimeras se fundieron con el deleite de la hermosura, para devenir acontecimiento de lujo de las artes plásticas contemporáneas en Cuba.
La muestra saldó una deuda del artista con su generación y con sus fans — que suman multitudes—. Él mismo confiesa que ya sentía necesidad de volver a exponer en La Habana, y para hacerlo optó por darle un ligero vuelco a sus relatos pictóricos, los cuales sorprendieron, no por su estilo diferente, sino mediante expresivas composiciones en las que, amén de algunos cuerpos fusionados, le adjudicó simbólicos atributos representativos a diversos fragmentos de estos —manos, piernas, dorso, oreja, vientre, dedo…—, a través de los cuales conforma sugestivas equivalencias plásticas.
Se trata de sentimientos, emociones y circunstancias existenciales que parten desde el consciente del creador para interesar, de una forma u otra, al espectador, que en última instancia encuentra en estas obras determinados reflejos de su propia vida.
Como suaves y líricos susurros, las últimas sentencias iconográficas del maestro García Peña irradian en sus dibujos el preciso, limpio y sutil dominio de la línea, esta vez interesado en provocar la reflexión mediante discursos en los que los “protagonistas” son determinadas partes de nuestra morfología, atribuyéndoles expresividades propias, como si cada una de ellas representara al hombre, su psicología, su espiritualidad y su razón. Caprichosas analogías concebidas para provocar a la conciencia de sus semejantes.
Aunque la producción plástica de García Peña ha tenido de eje central el aspecto erótico y sensual, en Cuerpo particularmente se interesó por las circunstancias en que vive, piensa y trasciende el hombre contemporáneo. No obstante, en determinadas piezas, por ejemplo, Uno (acrílico sobre lienzo, 130x90cm. 2019); Línea azul (acrílico sobre lienzo, 110x195cm, 2019), y Visual (acrílico sobre lienzo, 120x160cm, 2019) emanan puntuales —y disfrutables— reflejos de sensualidad.
Para este creador pintar es su máxima prioridad, su mayor felicidad y su penitente preocupación, tal ha dicho. Su arte es complejo, definitivamente incitante. Cada obra es el resultado del estudio y la meditación previa, en cuya realización igualmente intervienen la improvisación y el ensayo, siempre bajo cánones estéticos bien definidos.
El arte de García Peña emana de la necesidad de amar y ser amado, lógica de vida que sin duda le adjudica a toda su producción iconográfica un carácter especialmente lírico, capaz de encender, como pocos, nuestra espiritualidad.