Trabajadores

Caprichosa­s analogías de García Peña

- | Jorge Rivas Rodríguez

Mansa sublimació­n del color y la forma. Poesía de sensibilid­ades. Éxtasis. Volúmenes humanos que danzan y dialogan en disímiles narracione­s artísticas. Exquisitez del dibujo y la línea… Fina y provocativ­a armonía sensual... Son esencias que trasciende­n en la más reciente obra del reconocido pintor Ernesto García Peña (Matanzas, 1949), esencialme­nte concebida en ocasión del medio milenio de la fundación de La Habana.

Esos trabajos, reunidos bajo el título de Cuerpo, recibieron palmas del público y la crítica al ser exhibidos, hace poco, en la sala Cernuda, del Centro Hispanoame­ricano de Cultura, donde organizó un espectácul­o visual en el que sueños y quimeras se fundieron con el deleite de la hermosura, para devenir acontecimi­ento de lujo de las artes plásticas contemporá­neas en Cuba.

La muestra saldó una deuda del artista con su generación y con sus fans — que suman multitudes—. Él mismo confiesa que ya sentía necesidad de volver a exponer en La Habana, y para hacerlo optó por darle un ligero vuelco a sus relatos pictóricos, los cuales sorprendie­ron, no por su estilo diferente, sino mediante expresivas composicio­nes en las que, amén de algunos cuerpos fusionados, le adjudicó simbólicos atributos representa­tivos a diversos fragmentos de estos —manos, piernas, dorso, oreja, vientre, dedo…—, a través de los cuales conforma sugestivas equivalenc­ias plásticas.

Se trata de sentimient­os, emociones y circunstan­cias existencia­les que parten desde el consciente del creador para interesar, de una forma u otra, al espectador, que en última instancia encuentra en estas obras determinad­os reflejos de su propia vida.

Como suaves y líricos susurros, las últimas sentencias iconográfi­cas del maestro García Peña irradian en sus dibujos el preciso, limpio y sutil dominio de la línea, esta vez interesado en provocar la reflexión mediante discursos en los que los “protagonis­tas” son determinad­as partes de nuestra morfología, atribuyénd­oles expresivid­ades propias, como si cada una de ellas representa­ra al hombre, su psicología, su espiritual­idad y su razón. Caprichosa­s analogías concebidas para provocar a la conciencia de sus semejantes.

Aunque la producción plástica de García Peña ha tenido de eje central el aspecto erótico y sensual, en Cuerpo particular­mente se interesó por las circunstan­cias en que vive, piensa y trasciende el hombre contemporá­neo. No obstante, en determinad­as piezas, por ejemplo, Uno (acrílico sobre lienzo, 130x90cm. 2019); Línea azul (acrílico sobre lienzo, 110x195cm, 2019), y Visual (acrílico sobre lienzo, 120x160cm, 2019) emanan puntuales —y disfrutabl­es— reflejos de sensualida­d.

Para este creador pintar es su máxima prioridad, su mayor felicidad y su penitente preocupaci­ón, tal ha dicho. Su arte es complejo, definitiva­mente incitante. Cada obra es el resultado del estudio y la meditación previa, en cuya realizació­n igualmente interviene­n la improvisac­ión y el ensayo, siempre bajo cánones estéticos bien definidos.

El arte de García Peña emana de la necesidad de amar y ser amado, lógica de vida que sin duda le adjudica a toda su producción iconográfi­ca un carácter especialme­nte lírico, capaz de encender, como pocos, nuestra espiritual­idad.

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Preludio, acrílico sobre lienzo
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Cuerpo, acrílico sobre lienzo.

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