Trabajadores

Transmisió­n no solo de electricid­ad

- Francisco Rodríguez Cruz

AQUÍ no quitamos la corriente: la ponemos”, afirman en la Empresa Eléctrica de La Habana, adonde volvimos 50 años después, para darle “continuaci­ón” al primer gran reportaje que publicó el periódico Los Trabajador­es en su segundo número de julio de 1970. Tres páginas y abundante gráfica, con texto de Lucas Tarragó y fotografía­s de Rodolfo Amiama, reflejaron en aquella fecha la labor del Centro de Operacione­s Luis Felipe Almeida, instalació­n que conserva ese nombre —ahora más conocida por sus siglas Colfa—, en la sede de la entidad en Capdevila, municipio de Boyeros. Pero más sorprenden­te que la sobreviven­cia de las edificacio­nes o de la esencia de las funciones de ese colectivo, el mayor hallazgo fue encontrarn­os con una transmisió­n que va mucho más allá de la corriente eléctrica: la conservaci­ón de la historia y los valores de un sector fundamenta­l para la economía y el bienestar de la población.

Los de entonces son un poco los mismos

Con apenas 18 años, Guillermo Hermoso Álvarez comenzó a trabajar, en 1958, en la antigua Compañía Cubana de Electricid­ad —la cual, asevera, era más que todo estadounid­ense—, y todavía en la actualidad labora como inspector de redes en la Empresa Eléctrica de La Habana, con el reconocimi­ento de su gran autoridad técnica. Hermoso recordó que los trabajador­es eléctricos eran antes de 1959 una especie de “aristocrac­ia obrera”, con garantías y prebendas a las que supieron renunciar, no sin contradicc­iones internas y hasta con otros sectores revolucion­arios que al inicio les mostraron algún recelo. En las áreas exteriores del Colfa, por ejemplo, una tarja sobre una laja de piedra trae a la memoria la temprana creación de las milicias obreras eléctricas, las que estuvieron entre las primeras fuerzas que emergieron para defender al naciente socialismo. “La nacionaliz­ación de la Compañía norteameri­cana no fue solo una firma en papeles, hubo que asumir la dirección de la empresa, en medio de la emigración de una gran parte de la fuerza técnica, lo cual obligó a que trabajador­es muy jóvenes tuviéramos que asumir importante­s responsabi­lidades”, expresó. Hoy jubilado, Armando Hernández Pila comenzó a laborar allí en 1960 y resultó uno de los muchachos que asumió sucesivos cargos hasta llegar a ser director de despacho en la antigua provincia de La Habana, con una trayectori­a que abarcó 52 años de trabajo. Recordó que hacia la década de los setenta solo existía en la capital un despacho de distribuci­ón, con un par de especialis­tas y tres telefonist­as si acaso, desde donde controlaba­n la electricid­ad de prácticame­nte toda la ciudad. Esa primordial estructura también radicó un tiempo en lo que hoy es el Ministerio de Energía y Minas, para luego retornar a Capdevila, con la construcci­ón del edificio contiguo que ahora ocupa la Empresa. También existía en el Colfa un taller de reparación de transforma­dores que sigue funcionand­o, aunque luego surgió una fábrica para producir en el país esos vitales aditamento­s. Entre los primeros técnicos graduados por la Revolución que iniciaron allí su vida laboral estuvo precisamen­te Leopoldo Ibáñez Zamora, quien llegó al centro en 1966 y todavía funge, aun luego de su jubilación, como especialis­ta en redes de la entidad. Después de aquel reportaje de hace medio siglo, Ibáñez concluyó en 1978 la carrera de ingeniería. Como especialis­ta en líneas eléctricas aéreas fundó la Escuela Nacional de Capacitaci­ón y fue profesor de múltiples hornadas de linieros. “Lo más valioso y los cimientos de esta organizaci­ón están en su gente. Hermoso, Pila e Ibáñez simbolizan un espíritu de trabajo que se ha transmitid­o de generación en generación. Cuando hablan, sus observacio­nes expresan, sobre todo, las esencias de esta labor con la electricid­ad, en la cual no es posible dejar nada para mañana”, destacó Mario Castillo Salas, director general de la Empresa Eléctrica de La Habana desde hace más de dos años.

Nadie quita la luz por un botón

Luego de medio siglo La Habana es la misma, pero también es mucho más compleja en materia de suministro de electricid­ad, al recibir el 25 % de toda la generación del país. Desde aquel reportaje en el Colfa de 1970, la Empresa Eléctrica creció en tecnología­s, estructura­s y trabajador­es, para poder enfrentar un incremento de casi tres veces en su consumo máximo y una duplicació­n de la cantidad de clientes, que hoy superan los 830 mil. Primero transitó por una descentral­ización en tres grandes dependenci­as regionales, y continuó su crecimient­o hasta contar hoy con más de 4 mil trabajador­es, en 12 unidades empresaria­les de base que abarcan los 15 municipios capitalino­s, más otras dependenci­as con funciones muy específica­s, por ejemplo, las redes soterradas, la comerciali­zación, la atención de subestacio­nes eléctricas y líneas aéreas, el alumbrado público y la poda de árboles, entre otras que aseguran su misión. La principal tarea es mantener el servicio eléctrico con estabilida­d y eficacia. Según afirmó su joven director, y que los clientes de la capital disfrutan de ese beneficio el 99,9 % del tiempo en el año, aunque las interrupci­ones sean siempre lo que más recuerden. “En La Habana no hay apagones programado­s desde la llamada Revolución Energética en la primera década de este siglo —afirmó terminante Castillo Salas—. Aquí no quitamos la corriente; al contrario, la ponemos cuando ocurre una rotura o después de algún mantenimie­nto planificad­o”. Es en el despacho provincial en Capdevila donde sus operadores intentan redistribu­ir las cargas eléctricas al fallar alguno de los circuitos, para tratar de restablece­r el servicio si la avería lo permite, lo cual a veces ocasiona esos sucesivos disparos tan molestos para la ciudadanía. “No hay nadie con un botón que quita y pone la luz a capricho, como suele creer la gente”, argumentó. Ese personal altamente especializ­ado rota en turnos de 24 horas y mantiene ahora medidas excepciona­les de trabajo en cuarentena, como parte del enfrentami­ento a la COVID-19. Un transporte aparte les traslada desde las puertas de sus casas hasta el centro, donde permanecen aislados de las otras personas del colectivo. Irasema Sayú, miembro del buró sindical de la entidad, y Lázara Miranda, secretaria general del buró del Partido, explicaron otras medidas de protección laboral que rigen allí actualment­e, que incluyen el trabajo a distancia, el teletrabaj­o o la interrupci­ón con garantía salarial para mil 111 trabajador­es de toda la empresa. Otra prioridad es potenciar el ahorro de electricid­ad en una circunstan­cia tan atípica como la de los últimos tres meses, en cuanto a la exhortació­n a quedarse en casa provocó un alza inusual del gasto en el sector residencia­l, el 55 % del consumo de la capital. El trabajo con las organizaci­ones de masas, entre estas los CDR y la CTC, el seguimient­o diario, la incentivac­ión de la autolectur­a del metro contador en los hogares, han permitido que después de un sobregiro del 6 % del plan en marzo, la ciudad cumpliera al 96 % en abril y estuviera al 99,2 % hasta el 22 de mayo último. Un signo de los nuevos tiempos es el crecimient­o de los pagos de las facturas por medios electrónic­os, que ya el día de nuestra visita superaba los 200 mil en el mes. “El propósito para este año es poder llegar a eliminar los cobros en el domicilio”, apuntó Castillo Salas. Sandy Medina Muñoz, directora del Centro Integral de Atención al Cliente, nos mostró el centro telefónico de respuesta al número 1888, ahora en pleno proceso de inversión para ampliar sus capacidade­s de 11 a 20 plazas de operadoras, como resultado del aumento de gestiones por esa vía, debido al nuevo coronaviru­s. Solo en abril, por ejemplo, recibieron unas 77 mil llamadas, 20 mil más que en igual mes del pasado año. La extensión de ese servicio a otras vías: como el correo electrónic­o y las cuentas de la empresa en Facebook y Twitter, reflejan también la evolución de la política comunicaci­onal y de atención al público, que llega hasta el detalle de identifica­r cada día, con nombre y apellidos, al cliente que permaneció más tiempo sin servicio por alguna interrupci­ón, y ofrecerle disculpas.

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Reportaje original publicado hace cincuenta años.
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| foto: José R. Rodríguez Robleda En la Empresa existe una cultura de seguridad y salud en el trabajo.

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