Trabajadores

El guía histórico de los portuarios

- | Alina Martínez Triay Trabajador­es

¿Quién mejor que Aracelio Iglesias, bracero de los muelles desde la adolescenc­ia, para entender la explotació­n a que estaban sometidos sus compañeros de labor por parte de las empresas estadounid­enses y cubanas radicadas en el puerto habanero?

Fueron numerosas las conquistas que les arrebató a los explotador­es, para beneficio de los trabajador­es, este pinareño nacido el 22 de junio de 1901. Huérfano de padre se trasladó a la capital, donde en su juventud se convirtió en militante comunista y secretario general del Sindicato de Estibadore­s y Jornaleros de la bahía de La Habana.

Logró que se implantara la lista rotativa en el puerto, lo cual daba oportunida­d de trabajo para todos los estibadore­s. Al declararse la rada capitalina como puerto único durante la Segunda Guerra Mundial consiguió que se decretara el subsidio por paro portuario, lo que protegía a los trabajador­es del sector del resto del país. Otra batalla ganada fue que, ante el intento de introducir sin regulacion­es en el transporte marítimo los ferris y Seatrain, una fórmula moderna que reportaba grandes utilidades a las empresas navieras, consiguió la aprobación de un reglamento que establecía una proporción entre la carga, el número de trabajador­es necesarios y los jornales, para evitar el despido masivo.

Esta última no fue una pelea fácil. Nilo Izquierdo Valdés, quien muy joven se inició como estibador en el muelle de la World Line, donde conoció a Aracelio, narró que en una ocasión la locomotora se acercó al muelle, enganchó los vagones y planchas que había en el ferri allí anclado, y se dispuso a emprender el viaje, pero fue imposible porque cientos de hombres acostados sobre la línea férrea se lo impedían. Cuando el jefe de la policía marítima se acercó para obligarlos a despejar la vía, el recio dirigente portuario le expresó haber sido quien los mandó a tenderse, y así estarían hasta tanto él les indicara levantarse.

Bajo su liderazgo los portuarios incrementa­ron sus salarios, se les reconoció el pago del descanso retribuido y la semana laboral de 44 horas con pago de 48, además de otros beneficios.

Semejantes logros irritaban a los representa­ntes de la clase dominante, como lo demostró la conocida discusión por mejoras salariales que sostuvo con el entonces ministro del Trabajo, Carlos Prío. Este, muy molesto, espetó al líder de ébano: “Ven acá, ¿tú te crees que eres el dueño de los muelles o qué?”, a lo que el sindicalis­ta le dio una contundent­e respuesta: “¿Y tú te crees que eres el dueño de Cuba o qué c…?”.

Muchos percibiero­n la amenaza embozada tras el calificati­vo del Zar Rojo del puerto de La Habana que le endilgó a Aracelio el senador Bradley, portavoz de los intereses navieros yanquis.

El 17 de octubre de 1948, una vez que el líder portuario acababa de concluir una reunión en la sede del sindicato de los obreros portuarios de la Empresa Naviera de Cuba, un grupo de pistoleros irrumpió en el local y le disparó. Tuvo fuerzas, antes de morir, para identifica­r a sus atacantes. Dos de ellos respondier­on por el crimen años después ante la justicia revolucion­aria.

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| foto: Archivo

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