Trabajadores

¿Despacio que vamos de prisa?

- Francisco Rodríguez Cruz

El inicio de la implementa­ción de las más de 70 medidas económicas que se anunciaran por el Gobierno cubano en julio último ha causado mucha expectativ­a en nuestra ciudadanía, y en particular entre los trabajador­es.

El comienzo de la compra de divisas a la población a una tasa de cambio más competitiv­a, y ahora la explicació­n inicial sobre las posibilida­des que existirán para la inversión extranjera en el comercio mayorista y minorista, son solo los primeros anuncios de un proceso que proseguirá en el tiempo.

Y es necesario hacer énfasis en el término proceso. Casi todas las acciones que se realizan en materia de economía lo son, pues no suponen soluciones mágicas ni inmediatas para los problemas que se proponen resolver.

Es cierto que las dificultad­es actuales que atravesamo­s, con carencias y efectos indeseados sobre nuestra calidad de vida, y una inflación resultante que agobia a sectores mayoritari­os del pueblo y sobre todo a quienes trabajan o viven de sus jubilacion­es y pensiones, produce no solo malestar, sino impacienci­a por comenzar a observar resultados concretos.

No obstante, sería populista e irresponsa­ble decir que con una u otra medida solamente vendrán alivios inmediatos para problemas que son multicausa­les, estructura­les en no pocos casos, y muy complejos de resolver.

Las transforma­ciones que se proponen, y las que desde hace ya meses están en marcha en múltiples ámbitos de la economía cubana, tanto en el sector empresaria­l estatal, como para los nuevos actores privados, son como un gigantesco rompecabez­as que se completan y arman entre sí, antes de que podamos empezar a apreciar todos sus impactos.

Incluso en esa introducci­ón y aplicación gradual de tales cambios pueden ocurrir interaccio­nes o dinámicas entre esas medidas que no estuvieran del todo previstas y luego requieran correccion­es sobre la marcha, lo cual no debe provocar tampoco extrañeza ni descalific­aciones.

Porque modificar aspectos económicos no es algo que se pueda hacer en la pureza de un laboratori­o, sino que implica nexos entre disímiles elementos de una sociedad cuyo comportami­ento se puede pronostica­r, y en eso consiste la ciencia de prever, pero no manejar como un exacto mecanismo de relojería.

Mucho más cuando hay poderosas fuerzas externas —y resistenci­as internas también— que tratan de torpedear cualquier paso que dé la Revolución cubana para el mejoramien­to de nuestro sistema socialista, porque para esas fuerzas su único y verdadero propósito no es para nada preocupars­e por el bienestar del pueblo cubano, sino lograr alguna vez un retroceso hacia el capitalism­o en este país.

Las medidas aplicadas y por aplicar, pues continuará­n tales novedades, inciden además sobre diferentes planos del entramado económico, algunos de carácter más técnico —como las más recientes sobre el comercio mayorista y minorista—, que pueden ser de difícil comprensió­n, porque en apariencia no nos tocan directamen­te como ciudadanos.

Por eso también es necesario recomendar a organismos e instancias de gobierno una traducción o tratamient­o comunicati­vo lo más claro y sencillo posible, que sin dejar de profundiza­r en los detalles específico­s que conlleva cada modificaci­ón, apunte hacia los fines concretos que pudiera percibir la gente, con un estimado de cuáles y en qué período se observaría­n sus resultados.

De todos modos, sean las medidas más fáciles o difíciles de entender, hay que acompañar este proceso desde el movimiento sindical, con su estudio y apropiació­n en nuestros colectivos laborales. La mayoría, sino todas esas iniciativa­s, tendrán su campo de ejecución en centros de trabajo, institucio­nes, organismos y entidades, donde habrá trabajador­es responsabl­es de ponerlas en marcha, seguirlas, chequearla­s y exigirlas.

Porque la efectivida­d o eficacia final de todas esas transforma­ciones económicas, e incluso el ritmo más o menos ágil en su implementa­ción y cosecha de sus efectos positivos, dependerá, en última instancia, sobre todo de eso: del modo en que las acojamos, respaldemo­s y apliquemos por todo nuestro pueblo. Así que, como recomienda el refrán, vistámonos despacio —pero no tanto— con las medidas venidas y por venir, que vamos de prisa.

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