Trabajadores

Chile, el cambio será

- | Yimel Díaz Malmierca

Hace casi dos años, en octubre del 2020, los chilenos decidieron que ya era tiempo de derogar la Constituci­ón de 1980, heredada de los tiempos del general golpista Augusto Pinochet. Hubo una consulta y cerca de un 80 % de los electores apostó entonces por un cambio en el que participar­an las fuerzas vivas de la sociedad y no solo los legislador­es.

Con ese espíritu, avivado por las protestas masivas que desde el 2019 mantenía a la gente en las calles, nació la Convención Constituye­nte, encargada de redactar una nueva Carta Magna. El pasado domingo 4 de septiembre consultaro­n ese texto y el 62 % de los más de 15 millones de electores decidió rechazarlo.

Podría parecer contradict­orio, pero no lo es.

“Este no es un triunfo de la derecha, tampoco es ignorancia, influencia de las fake news, ni que la gente sea ciega, fue un voto de castigo a un Gobierno que no se ocupa de resolver los problemas concretos de las personas”, dijo a Trabajador­es el periodista chileno Víctor Hugo Robles.

Una encuesta realizada en la primera semana de julio por Feedback Research, empresa con más de 25 años de trabajo en investigac­ión de opinión pública y mercado en Chile, había confirmado que existía “una alta demanda de cambios por parte de la sociedad chilena (…). Un 44 % piensa que ‘la mayoría de las cosas en el país deben cambiar’ de manera ordenada y estable, y un 18 % cree que ‘debe haber un cambio radical’ en el menor plazo posible”.

El mismo estudio alertó, además, que “la opción del rechazo en el plebiscito de salida crece, desde un 44 % a un 52 %, situándose 18 puntos por sobre el apruebo (34 %). Aunque los temas que se consideran prioritari­os para la nueva Constituci­ón coinciden con las demandas ciudadanas —salud (17 %), pensiones (14 %), educación (12 %), quienes rechazan el nuevo texto lo hacen porque el texto constituci­onal despierta el temor de que ‘no todos van a ser iguales ante la ley’ (39%), y porque ‘con la plurinacio­nalidad Chile corre el riesgo de dividirse’, entre los factores más relevantes”.

Otros analistas locales y extranjero­s encuentran explicacio­nes en la campaña comunicaci­onal gestionada por cada bando y en las reales limitacion­es que presenta el texto constituci­onal. El electorado exigió caras nuevas en la comisión redactora y así fue, dos terceras partes de los constituye­ntes carecían de militancia partidista, aunque sí tenían experienci­a como activistas.

“Se sintieron triunfante­s y engolosina­dos con la oportunida­d de construir un país más parecido a ellos y así tejieron una colcha de retazos con 162 pliegos de buenos propósitos, que ampliaba los derechos de los ciudadanos pero también exacerbaba las diferencia­s. Lo hicieron desde una Asamblea que no estuvo a la altura de la responsabi­lidad de redactar la nueva Constituci­ón para Chile”, sentencia Carmen Beatriz Fernández, profesora de Comunicaci­ón Política en la Universida­d de Navarra, el IESA (Venezuela) y la Universida­d de Pforzheim (Alemania).

Otra de las razones fue la obligatori­edad del voto en el plebiscito: “En Chile el voto había sido mandatorio hasta la elección del año 2010, con niveles de participac­ión en torno al 80 %, mientras que con voto no obligatori­o el promedio de participac­ión está sobre el 47 por ciento. El plebiscito, con voto compulsivo, subió de nuevo a los valores tradiciona­les en tiempos del voto obligatori­o, e impulsó a tomar partido a quienes son políticame­nte neutros y más apáticos, pero también más centristas”, reflexionó la académica, cofundador­a de la Organizaci­ón de Consultore­s Políticos Latinoamer­icanos.

Para muchos el rechazo es el primer revés político del presidente Gabriel Boric, quien asumió el pasado 11 de marzo y acaba de renovar su gabinete ministeria­l: “Junto a presidente­s del Senado, la Cámara y partidos políticos de forma transversa­l, nos reunimos para acordar el avance hacia un nuevo proceso constituye­nte que dé certezas al pueblo que representa­mos”, dijo en Twitter recienteme­nte.

Boric fue una de las caras más visibles del Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constituci­ón firmado el 15 de noviembre del 2019, que para algunos encauzó la protesta popular hacia una reforma desde lo institucio­nal; mientras otros opinan que en realidad lo que consiguió fue salvar la cabeza del entonces presidente Sebastián Piñera y su élite parlamenta­ria.

No obstante, el nuevo mandatario, abogado y con apenas 36 años, está comprometi­do con el cambio. Se discute su credibilid­ad y anhelos de marcar la diferencia de esa casta de políticos demagogos y corruptos que abundan en las democracia­s latinoamer­icanas.

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| foto: BBC Gabriel Boric el día en que asumió la presidenci­a de Chile.

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