Una joya llamada Cohiba
Su nombre es Antonio, pero todos en la fábrica de habanos Cohiba lo conocen por Cruzata. Con más de siete décadas de vida ya supera los 60 años metido entre los misterios, los muchos secretos, y también en la magia y aroma inigualables del tabaco.
Comenzó en el “chinchalito” —así le llama al pequeño taller que poseía su padre— cuando aún no frisaba los 15 años. Allí inició su aprendizaje, que no ha terminado. “Porque en el tabaco cada día se aprende algo. Nunca se llega a saber todo”, asegura.
Sus manos no son callosas; parecen suaves, como enamoradas de las hojas de tabaco que acarician. Lo que más le gusta es torcer, aunque son incontables las labores que aprendió en esta industria. Edad para jubilación dice que le sobra, pero todavía no ha pensado en el retiro. “Ya yo saqué mis cuentas, y mientras me acompañen la salud y las facultades para trabajar, estaré en la tabaquería”.
Cruzata es de los emblemáticos en esta fábrica, que por estos días cumplió 55 años de creada. “Este es el mejor tabaco. El más caro. Un Cohiba no lo hace cualquiera, por eso es el más distinguido. Mire, yo también fumo cigarros. Claro, yo mismo hago mi fuma. Dos o tres diarios”.
Talento y habilidad, manos como las de Cruzata han hecho grande al tabaco cubano, al Cohiba en particular. El viernes pasado, en la noche, busqué a mi entrevistado o a su compañero de galera entre los invitados a la selecta gala de premiaciones por el aniversario de Cohiba, en la capital cubana.
Fue el momento en que directivos de la corporación Habanos S. A. ratificaron la buena salud y prestigio de la que gozan los habanos cubanos, en particular los Cohiba, referentes de los tabacos Premium en el mundo, al tiempo que invitaron a participar en el XIII Festival del Habano el próximo año.
Me hubiera gustado verlo allí, entre los más de 600 aficionados y profesionales del ámbito del habano procedentes de 43 naciones presentes en Pabexpo, lugar escogido para clausurar la festividad, pero no lo hallé, aunque creí observar su silueta dibujada por el humo insondable de los puros de las más variadas vitolas que degustaban los presentes.