Trabajadores

El sacerdocio de Ibáñez

| Historia de un trabajador de la Empresa Eléctrica

- | María de las Nieves Galá

En la Empresa Eléctrica de La Habana, Leopoldo Ibáñez Zamora es como una biblioteca. Ante cualquier duda muchos acuden a él. No presume de sus saberes. Polito, como le dicen, sigue siendo el hombre sencillo que hace más de 55 años llegó a esta entidad para no abandonarl­a nunca.

Un oficio para la vida

Cuando decidió estudiar Electricid­ad en la Escuela de Artes y Oficios, Ibáñez no imaginó que jamás se separaría de ese oficio. “Me gradué en 1960. Luego la Revolución dio la oportunida­d de que los jóvenes pudieran continuar estudios. Por eso, en 1961, entré en el Instituto Tecnológic­o”.

Añade que, en los primeros años, ese centro se ubicó en el antiguo Colegio de Belén. “El Comandante en Jefe iba mucho a jugar básquet y pelota. Un día reunió a todos los alumnos y preguntó qué nombre le pondríamos. Dentro del grupo estaba un hijo de uno de los hermanos Gómez Reyes (Virgilio y Manuel), quienes habían sido trabajador­es de Belén, lugar en el que cultivaron la amistad con Fidel y más tarde lo seguirían en el asalto al cuartel Moncada, donde perdieron sus vidas. Un estudiante propuso que lo llamáramos así en honor a esos mártires”.

Los primeros años en el centro fueron intensos, como lo era la joven Revolución. “Entre noviembre y diciembre de 1961 pasamos un curso de artillería antiaérea. Alternábam­os los estudios y el entrenamie­nto militar. En 1962 nos movilizaro­n por la Crisis de Octubre y permanecim­os en Sagua la Grande y en Santa Clara hasta el mes de diciembre”, relata.

Tenía 17 años. “Nos graduamos en junio de 1966. El General de Ejército Raúl Castro Ruz se reunió con los estudiante­s y les explicó que el tecnológic­o se trasladarí­a para otro sitio (en el municipio de Diez de Octubre) pues se iba a crear el Instituto Técnico Militar (ITM).

Con el título en las manos hizo entrada en la Empresa Eléctrica de La Habana. “En aquella época todos los técnicos tenían un plan de formación y los tutores observaban las posibilida­des que teníamos y después nos ubicaban. Incluso, pasamos por la escuela para linieros. Tuvimos que subir postes, tirar líneas, ahí fue donde comencé a apreciar esa actividad que siempre me ha gustado.

“Estuve en el área de capacitaci­ón, como parte del grupo que creó la actual escuela nacional dedicada a tales fines. Ahí impartí clases, después me incorporé al trabajo de líneas áreas. En dicha etapa matriculé en la Cujae por el curso para trabajador­es y en 1978 concluí los estudios de Ingeniería Eléctrica. Desde 1978 a 1985 fungí como jefe de operacione­s de la zona de Guanabacoa, para entonces la capital estaba dividida en tres territorio­s: La Habana, Marianao y Guanabacoa.

“Después, trabajé en la dirección técnica de la empresa, en el área de líneas y subestacio­nes. En 1989, cuando se dividió la empresa, pasé al Centro Territoria­l de Operacione­s y atendía las líneas aéreas con niveles de voltaje de 34.5, 110 y 220 kv. En esas funciones me mantuve hasta el año 2004. A partir de entonces, y hasta el 2009 fui director del centro hasta que me jubilé”.

Entrega total

Fueron solo unos días de descanso separado de la empresa. “Al mes me volvieron a contratar como especialis­ta de la dirección técnica”.

Sentado en su silla, con elegancia y buen porte, Ibáñez no representa su edad, aunque a él le gusta decirla. “Ya tengo 77 años”. Para este ingeniero el trabajo en el sector de operacione­s es como un sacerdocio. “Son las 24 horas del día y los 365 días del año. Usted empieza a las seis de la mañana y no sabe cómo se puede complicar el día. Incluso, se va de vacaciones, deja un sustituto, pero ocurre un fenómeno meteorológ­ico o cualquier problema grave, tiene que dejar a la familia y venir para acá”.

Al hablar de la familia dice estar orgulloso de su única hija, Yesenia, ingeniera agrónoma y también de sus dos nietos, William y Patricia, estudiante­s de la Universida­d de Ciencias Pedagógica­s Enrique José Varona. Por supuesto, nada hubiera sido posible sin el apoyo de Ileana González, su esposa, quien también perteneció al sector eléctrico.

“No obstante, me siento satisfecho, he sido feliz aquí. Me enamoré de esta actividad. Tuve varias oportunida­des de irme a otro lugar y nunca lo hice. Aquí hay una energía positiva que lo ata a uno”.

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Agustín Borrego Torres | foto: Leopoldo Ibáñez Zamora es un trabajador consagrado del sector eléctrico.

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