Voto sobre las aguas
Desde la intrincada geografía del macizo Guamuhaya, en las tempranas horas de la mañana, los rayos del sol tras las palmas reales, eran imperceptibles. Allá en lo más alto, donde las nubes y la montaña se abrazan, se oía el cantío del gallo y el olor a café carretero llegaba hasta el barco que transitaba por el lago Hanabanilla como colegio flotante, único de su tipo en Cuba.
La embarcación recorrió las márgenes del espejo de agua. Cercana a cada punto pactado para la votación se escuchaba su sirena en señal de aviso y hasta la ribera del lago acudían en mulos, caballos o a pie los electores que viven monte adentro en las comunidades de La Lima, Rincón, El Naranjito, Río Negro, Pica Pica, entre otras, deseosos de ejercer su derecho al voto en el referendo popular por el Código de las Familias.
Los recibieron la sonrisa pioneril, la bandera y el escudo nacional, como anticipo del protocolo establecido para ejercer el sufragio.
En los rostros de los electores era visible el orgullo por la oportunidad. Y votaron por Cuba, con el corazón y la razón, según dijeron.
El barco, a lo largo del trayecto, iba dejando en el agua un zigzagueante dibujo con espuma que al contemplarse desde la popa parecía decir: Sí. La bandera cubana desde el mástil ondeaba soberana en saludo a un día grande y en la proa se vislumbraba la esperanza. | Lourdes Rey