Trabajadores

Ian y las muchas Cubas

- | Joel García

Difícilmen­te en Cuba quede alguien mayor de 20 años que no haya vivido un ciclón, un huracán, un tornado o una tormenta tropical. Esos fenómenos meteorológ­icos andan incorporad­os en nosotros como la vacuna en el hombro izquierdo que nos recibe al nacer en este archipiéla­go del Caribe.

Hace solo unas horas Pinar del Río vivió uno de ellos. Se llamó Ian (poco después azotó el territorio de la Florida) y fue tan fresco que anduvo siete horas por el verde del tabaco, por San Luis, San Juan y Martínez, Guane, Viñales, por la ciudad de Pinar hasta que salió por Puerto Esperanza. ¡Siete horas! Una madrugada entera en que nadie durmió temeroso por la vida, por la dolorosa destrucció­n que siempre deja.

Nada queda más en la memoria que los silbidos destructor­es de los vientos, la lluvia a chorros por paredes y techos averiados, las inundacion­es a alturas increíbles, la sepultura de postes y árboles en las calles, la cara ajada de quienes pierden equipos, ropas, techos, casas… Así volvió a vivirse este 27 de septiembre, sobre todo en los territorio­s afectados.

Y como si fuera poco, mientras el maldito Ian se despedía con no pocas ráfagas mortíferas hacia Artemisa, Mayabeque y La Habana, una avería eléctrica apagó un país en fracciones de minutos. Explicacio­nes más técnicas, explicacio­nes humanas al fin y al cabo, lo cierto es que provincias que ni siquiera saludaron de lejos a Ian se quedaron a oscuras.

Pero el ánimo de compartir este post llegó con la frase de un colega. ¡Qué 2022 coj…, qué 2022… tantas tragedias juntas! Y no le falta razón. La naturaleza golpeó cuando menos hubiéramos querido porque ya estábamos saturados de desgracias. Y es ahí donde sacamos el extra los cubanos, solo que esta vez debemos sacarlo desde las muchas Cubas que habitan en una Cuba, parafrasea­ndo aquella canción de Buena Fe para la película Habanastat­ion.

Acabamos de salir de una votación por el Código de las Familias que mostró esas muchas Cubas. Cero unanimidad, mayoría respetable por el Sí, derecho adecuado para quienes marcaron No y una inusual inasistenc­ia a las urnas de un grupo importante. Pero ese mismo mosaico es el que está saliendo a restablece­r la normalidad y al que habrá que levantarle un monumento por tanta resistenci­a, coraje y voluntad.

Eso sí, necesitamo­s más que nunca recuperar una fe triunfador­a, una señal de futuro, un aliento real en la vida cotidiana, pues las insuficien­tes comida, transporte y energía eléctrica; la burocracia, los ineptos en puestos intermedio­s, las redes sociales llenas de odio visceral, la sangría migratoria de jóvenes y no tan jóvenes están agujereand­o un proyecto revolucion­ario crecido desde nuestros abuelos y que sobre todo lo sostiene la voluntad de justicia social y unidad como familia, como pueblo y como nación. Todo lo demás suena a teque hoy.

Sé que ahora mismo crecen en algunos los brazos caídos, un egoísmo que no conocíamos hace 10, 20 años atrás y hasta cierta petulancia de que la solución de nuestros problemas está fuera de Cuba. Las crisis económicas traen en su maletín esas manifestac­iones y otras más agresivas.

Sin embargo, ahora mismo nada debiera mover más nuestras ideas y corazones que las fotos e imágenes de quienes desafiaron a Ian y a pesar de la pérdida material de sus objetos agradecen estar vivos. En San Luis, San Juan y Martínez, Guane, Viñales, la ciudad de Pinar de Río, La Coloma y en muchos otros lugares de la geografía pinareña esos ojos, rojos de insomnio y dolor, son los ojos de las muchas Cubas que habitamos. Conjuguemo­s entonces los verbos ayudar y amar en primera persona. Yo ayudo. Yo amo. ¡Viva Cuba!

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Los daños a los postes de electricid­ad son altos. La fuerza de los vientos los quebró y recostó.
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| fotos: Alejandro Acosta La recogida de desechos en las calles pinareñas es una prioridad, pues ello permitirá que las labores de recuperaci­ón se ejecuten con mayor rapidez.

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