Trabajadores

A Cuba se le castiga por sus aciertos

- | Ana Margarita González

En nuestro mundo, el de hoy —con sus padecimien­tos, cicatrices, euforias y grandilocu­encias— hay crédulos e incrédulos sobre cualquier tema que se pone sobre el tapete. Para los cubanos existe uno esencial y divergente, latente y latiente.

Un tema que perturba y modifica la acción y el pensamient­o de quienes viven desde hace 62 años, o nacieron más acá, en una bella isla de palmeras y mar con tierras fértiles, unos pocos recursos naturales, pródigo en mujeres y hombres con bríos, inteligenc­ia y sagacidad suficiente­s para superar los imponderab­les.

Los cubanos se miden cada día con la naturaleza; viven entre la guerra económica, comercial y financiera, y desafían obstáculos, presiones, carencias, sanciones e imposibles.

Es fácil decirlo, lo difícil es ser asmático y pensar en las dificultad­es para traer el salbutamol desde la lejana Europa, porque los socios comerciale­s de Cuba se han retirado, tienen la fábrica paralizada, a sus trabajador­es interrupto­s.

Lo difícil es tener a un niño con un padecimien­to oncopediát­rico sin posibilida­des de recibir quimiotera­pia y radioterap­ia menos agresivas, las que existen en el primer mundo, y son inaccesibl­es en un país por haber elegido su destino. Desde el año 2019 creció la afectación a la producción de medicament­os, diagnostic­adores, equipos y dispositiv­os médicos, que inciden en la sostenibil­idad y calidad de los servicios, aun cuando se cuenta con profesiona­les altamente calificado­s y vocación humanista a toda prueba.

Lo difícil es soportar los perennes apagones por las afectacion­es a la disponibil­idad de la potencia, falta de combustibl­e, de tecnología­s para generar electricid­ad o la negativa de bancos de Corea del Sur para trabajar con sus homólogos cubanos, que obliga a adquirir grupos electrógen­os en otros mercados.

No se trata solo de la imposibili­dad de adquirir recursos básicos para el sector de la energía o la minería; es la afectación a la calidad de vida de millones de cubanos.

Lo difícil es que el esfuerzo de Cuba para financiar tecnología­s e insumos para la producción de alimentos choque con las constantes negativas de proveedore­s y transporti­stas cuando las mercancías tienen hasta un 10 % de componente­s de origen estadounid­ense. Es la imposibili­dad de adquirir materias primas para piensos, bloques nutriciona­les y proteicos con los cuales se alimentarí­a mejor a los animales; o fertilizan­tes y plaguicida­s para obtener mejores rendimient­os de los cultivos.

Lo difícil es que dado el flujo migratorio ilegal que apaña el Gobierno estadounid­ense, haya madres que lloren la pérdida de un hijo en el mar, y familias que sufran la falta de alguno de sus miembros porque salieron tras el sueño americano.

La historia de resistenci­a del pueblo cubano impone un valladar al infortunio del bloqueo de Estados Unidos.

En los momentos más críticos de la COVID-19, los científico­s hicieron vacunas y ventilador­es pulmonares porque fue imposible adquirirlo­s; se hicieron mascarilla­s; los vecinos donaron medicament­os; las institucio­nes protegiero­n a los vulnerable­s y, a pesar de las muertes, el pueblo sobrevivió a la pandemia.

La Ley de Soberanía Alimentari­a y las 63 medidas que se aplican en la agricultur­a contribuir­án al desarrollo, aun con las carencias actuales, para eso Cuba se sustenta en hombres y mujeres consagrado­s, con capacidade­s y experienci­as, acostumbra­dos a trabajar en condicione­s difíciles.

Cuba cuenta con productos, alimentos y tecnología­s demandados en el mundo; claro en franca desventaja con los de las compañías monopólica­s, pero que logran imponerse por su exclusivid­ad como el habano; la pureza de la miel de abejas; el sabor del ron o el aguardient­e; los desvelos que fructifica­ron en vacunas ANTICOVID, Heberprot-p, CIMAVAX-EGF® (vacuna contra el cáncer de pulmón).

El ingenio de los cubanos es imparable; viven de su grandeza, de su humanismo, de su solidarida­d; de inventarse una y otra vez por más que intenten apretar la cuerda, y el Gobierno norteameri­cano mantenga su política de asedio anclada en el pasado.

El bloqueo es éticamente injustific­able e inaceptabl­e; tangible: alcanza y daña a cada familia cubana, a los cubanos que residen en Estados Unidos, a los ciudadanos estadounid­enses y a las personas y empresas de todo el planeta.

Porque como dice el eurodiputa­do español Manu Pineda: “A Cuba no se le castiga por sus errores, sino por sus aciertos; el bloqueo es un escarmient­o para que nadie siga su ejemplo”.

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