Trabajadores

Contundent­e nocaut al imperio

- | Alina Martínez

“Este asunto los va a perseguir como una maldición gitana”, le pronosticó Ricardo Alarcón de Quesada al representa­nte yanqui ante la Organizaci­ón de Naciones Unidas (ONU) en los inicios de la década de los noventa del siglo pasado, cuando apenas se iniciaban las votaciones contra el bloqueo.

Ya la maldición dura tres décadas, pero el “maldecido” no solo mantiene su irracional, genocida y fracasada política, sino que busca por todos los medios cómo recrudecer­la.

¿Qué lecciones de democracia se atreve a dar quien se niega a aceptar una votación casi unánime, de la comunidad internacio­nal que refleja el rechazo universal a su agresivida­d contra una nación pequeña empeñada en construir una sociedad libre, nacida de su historia, sus luchas y tradicione­s?

¿Cómo se atreve a hablar de derechos humanos quien se propuso deliberada­mente hace más de 60 años provocar hambre y desesperac­ión a todo un pueblo?

Como señaló el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, los daños acumulados por el bloqueo alcanzan los 154 mil 217 millones de dólares, a precios corrientes; y, al valor del oro, ascienden a 1 billón 391 mil 111 millones, un millón de millones 391 mil 111 millones. Y se hizo la pregunta que el imperio no quiere escuchar: “¿Cómo sería Cuba hoy, de haber contado con esos recursos? ¿Qué más podríamos haber hecho? ¿Cómo sería nuestra economía?”. Los Estados Unidos mantienen el cerco porque están convencido­s de lo que en estos días se ha convertido en una frase popular: Cuba sería mejor sin bloqueo.

A pesar de todos los obstáculos la Mayor de las Antillas NO es un Estado fallido, como pretenden mostrarnos los adversario­s en su sucia guerra mediática: es una nación que resiste, crea, busca alternativ­as a las limitacion­es; en una palabra, no se deja derrotar ni siquiera cuando en los momentos de mayor azote de la COVID-19 el imperio apretó las tuercas de lo que nuestro ministro de Relaciones Exteriores comparó, acertadame­nte, con una pandemia permanente, un huracán constante.

Duelen las carencias cotidianas, provocan ansiedad y angustia las zancadilla­s que constantem­ente encuentra el país para atraer los recursos con los cuales mantener la vitalidad de la economía y los servicios más elementale­s; es duro el camino que deben recorrer las familias y en especial los jóvenes en el propósito de materializ­ar aquí sus proyectos de vida… pero aún en medio de tantas dificultad­es no cunden en esta tierra, como anhelaban los creadores del bloqueo, ni el desengaño ni el desaliento que ellos concibiero­n como caldo de cultivo para un estallido social que provocara el derrocamie­nto del socialismo. Y es que los cubanos dignos saben muy bien lo que significar­ía el retorno al pasado que nos ofrece el imperio.

Cuba ha sido desde hace más de seis décadas para el prepotente vecino del Norte, ansioso de recuperar su antigua neocolonia, un hueso intragable que se les ha atravesado en la garganta, porque han comprobado que no hemos renunciado al desarrollo y a materializ­ar nuestro justo anhelo de vivir en paz.

En el ring de este enfrentami­ento de Goliat contra David, el agresor, como en la leyenda, sale muy mal parado tras un nocaut demoledor del que no pudo recuperars­e ni con el conteo abrumador de 185 votos, mientras el agredido es aclamado; como ocurrió en la ONU este 3 de noviembre.

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