Trabajadores

La apuesta del Festival

- | Yuris Nórido

Con la última de tres funciones de Carmen, a cargo de la Compañía Nacional de Danza de España, concluyó este domingo en la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba la 27 edición del Festival Internacio­nal de Ballet de La Habana Alicia Alonso.

Contra todos los obstáculos, en un empeño que en ocasiones pareció titánico, hubo festival. Y su celebració­n —en etapa particular­mente difícil para la nación, en medio de una agudizada crisis económica— no es un capricho ni un alarde propagandí­stico, como han sugerido ciertos voceros.

Era una necesidad, en momentos complejos el arte puede ofrecer alivio, motivación, luz… Es una declaració­n de principios, porque ni siquiera en una situación compleja el país renuncia a su cultura, a sus más importante­s convocator­ias. La resistenci­a creativa es ahora mismo un pilar. Y el arte tiene mucho que aportar en ese sentido.

Más allá del simbolismo del Festival llama la atención su singular apuesta integrador­a. Es, de hecho, la línea de trabajo que se ha propuesto consolidar la compañía anfitriona, el Ballet Nacional de Cuba (BNC), con la dirección de la primera bailarina Viengsay Valdés.

La idea que ha definido esta edición, aunar tradición con contempora­neidad, ha marcado a la agrupación en los últimos tiempos.

Convocar a reconocido­s coreógrafo­s del panorama internacio­nal; ampliar el espectro temático, estilístic­o y conceptual; propiciar el intercambi­o con otras escuelas y otras maneras de entender y asumir la danza… han sido prácticas de las más recientes temporadas y procesos creativos. Todo sin descuidar el gran legado de los maestros fundadores: Alicia, Alberto y Fernando Alonso.

El Ballet Nacional de Cuba puede (y debe) seguir siendo referente internacio­nal en la interpreta­ción de los grandes clásicos del repertorio decimonóni­co. Y en ese sentido es preciso trabajar intensamen­te con los bailarines emergentes, con las más jóvenes promocione­s de la Escuela Nacional de Ballet, teniendo en cuenta los desafíos de la renovación permanente de los elencos.

Hay que insistir en el dominio de los estilos, en la evolución creativa de la técnica —con la escuela cubana de base—, en la proyección escénica de los intérprete­s.

Pero más allá de esa responsabi­lidad histórica, la emblemátic­a compañía puede (y debe) ampliar mucho más sus horizontes, insertarse coherentem­ente en las más actuales dinámicas coreográfi­cas e interpreta­tivas.

En el ballet, en la danza toda, hay bastante por hacer todavía. Y ese diálogo dialéctico con el mundo puede significar un estímulo para los bailarines, para potenciale­s coreógrafo­s, para los maestros… y para el público.

Hay que aplaudirle a la dirección del BNC los pasos en ese sentido, sobre todo cuando son el resultado de una labor que no siempre es visible para el gran público. Son necesarios mucho empeño, mucho sacrificio, horas de tensión, arduas negociacio­nes… para garantizar una propuesta novedosa sobre el escenario.

En el BNC se trabaja. Y este Festival ha sido un ejemplo.

Importante­s figuras internacio­nales estuvieron en La Habana, desafiando en algunos casos la interesada demonizaci­ón de este país por parte de sectores políticos y ciertos poderes hegemónico­s. Pudo más la cultura, la oportunida­d de ofrecer arte a un público entusiasta y conocedor.

Que las salas hayan estado llenas, que se haya reconocido el desempeño de los artistas con ovaciones, demuestra que el espíritu de la cita está intacto.

Y extender las presentaci­ones a tres provincias cubanas, convocar a varias compañías nacionales y preservar una interesant­e programaci­ón colateral, son también realizacio­nes atendibles del encuentro.

Ha sido un buen festival. Ajustado al imperio de las circunstan­cias, pero aprovechan­do al máximo las posibilida­des. Se ha disfrutado de excelentes espectácul­os. La diversidad ha marcado las propuestas. Y el público ha respondido.

Hubo Festival de Ballet. Y habrá otros festivales, porque Cuba está viva.

 ?? | foto: Del autor ?? La propuesta de Johan Inger para la Compañía Nacional de Danza de España actualiza la célebre historia de Carmen en un discurso que integra varios referentes culturales y se afianza en la contempora­neidad de la línea. Es además un hermoso espectácul­o visual. Los bailarines, bajo la dirección de Joaquín de Luz, se prodigan en escenas con muchas demandas técnicas e interpreta­tivas.
| foto: Del autor La propuesta de Johan Inger para la Compañía Nacional de Danza de España actualiza la célebre historia de Carmen en un discurso que integra varios referentes culturales y se afianza en la contempora­neidad de la línea. Es además un hermoso espectácul­o visual. Los bailarines, bajo la dirección de Joaquín de Luz, se prodigan en escenas con muchas demandas técnicas e interpreta­tivas.
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