Diario Libre (Republica Dominicana)
LOS MUERTOS DE NADIE.
Más de un centenar de cadáveres no se reclama cada año y el Estado carga con el costo de disponer de esos cuerpos olvidados.
Más de un centenar de cadáveres no son reclamados cada año y el Estado carga con el costo de disponer de esos cuerpos olvidados. Nadie los lloró, Nadie les llevó flores a la tumba, ni deseó el típico “descansen en paz”. El Estado gasta hasta más de RD$50 mil en cada cuerpo, ya que hay que prepararlos y sepultarlos como a todos, aunque estos sean muertos olvidados. El Instituto Nacional de Ciencias Forenses se encarga de preparar los cuerpos.
Nadie los lloró. Nadie les llevó flores a la tumba. Nadie les deseó el típico “descansen en paz”. Nadie. Como ningún doliente reclamó sus cuerpos, le tocó al Estado hacerse cargo y gastar hasta más de RD$50,000 en cada uno, porque eran cadáveres que había que preparar y sepultar, como a todos, aunque estos sean muertos olvidados.
En una mesa de acero inoxidable había un cuerpo rígido que fue llevado anteriormente sin vida al Hospital Dr. Darío Contreras, tras encontrarlo con politraumatismo en la vía pública. Estaba embalado y etiquetado, como si se quisiese proteger a una maleta que se enviaría a un viaje lejano que partiría ese 5 de enero del presente año. Era de los cadáveres conservados de esa forma desde 2016 como parte de una fase piloto del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif).
Sexo: masculino; identidad: desconocida; nacionalidad: desconocida; edad: entre 14-19 años. Su identificación era A-1119-2017, correspondiente al código de la autopsia que le practicó personal del Inacif en la unidad del Hospital Dr. Marcelino Vélez Santana.
Luis Reyes, un técnico de autopsia, fue parte del equipo que trabajó durante dos horas en prepararlo con una fría normalidad. Si fuese un niño, apelaría a sus sentimientos, o alguien conocido, como cuando le impactó que un cadáver era el de un vecino. —Usted toca el cadáver como si nada. Sí, porque el técnico es el que cose el cadáver, abre la cabeza (…) Hay que cambiarlo de funda, echarle cal a los órganos para que el cadáver no filtre, no emane líquido del cuerpo. Luego se pone en bolsas nuevas y se procede al embalamiento. —¿Se ha imaginado que un día usted pudiera ser el cadáver? Sí, por eso el trabajar aquí te hace más ser humano porque tienes que aprender a valorar más la vida porque si no, vas a terminar en una mesa de estas.
Fue en la primera quincena de diciembre de 2017 cuando llevaron a A-1119-2017 a la unidad del Inacif del cementerio Cristo Redentor, adonde remiten los cuerpos encontrados en el Gran Santo Domingo en estado de descomposición y otros frescos no reclamados.
Ya no podían retenerlo en la morgue. Tenían 21 cadáveres en espera de identificación y reclamo, y la capacidad es de entre 10 u 11. La podredumbre y los desechos de los cuerpos (vísceras, ropa...) contaminaban el área y emanaban un fuerte hedor. —¿Qué hacen con los desechos?— se le preguntó a Sonia Lebrón, una antropóloga forense encargada de la unidad. Valoramos qué podemos hacer con ellos, si seguimos reteniéndolos o se mandan a inhumar.
—¿Para qué los retienen?
Acuérdate que estos son casos legales.
—¿Como pruebas?
Podría ser.
Los procedimientos
Si la central de la Policía Nacional, el Sistema de Emergencias 9-1-1 o un destacamento reciben la alerta del hallazgo de un cadáver, se comunica el suceso a las autoridades competentes, entre estas, del Inacif. El equipo se traslada a levantar el cuerpo. Dependiendo de lo que decida el Ministerio Público y las posibles causas de la muerte, se puede conducir los restos a una unidad del Inacif o de Patología.
La Ley 136 de 1980 establece que es obligatorio la práctica de la autopsia judicial en la instrucción de todo caso de muerte cuando existan indicios o sospechas de que fue provocada por medios criminales, de violencia criminal, que haya sido repentina y la persona disfrutaba de aparente buena salud, si el fallecido estaba en prisión, si proviene de un aborto o parto prematuro o si hubo un suicidio o sospecha de tal.
Las autopsias empezaron a hacerse oficialmente para finales de la década de 1980, cuando se creó el Instituto de Patología Forense. A principio de los 90 se comenzó a dar seguimiento a los cadáveres no reclamados.
Una vez que el cuerpo está en el Inacif, se espera un tiempo protocolar (15 a 30 días) para que alguien lo identifique y reclame; si es de un extranjero, por alguna embajada, si no aparece un familiar. Se han dado casos en los que se ha esperado más, como cuando se conservó por meses el cadáver de un venezolano mientras se hacían las gestiones para repatriarlo.
Es en esa fase de espera que para
muchos muertos no aparecen dolientes o no hay forma de identificarlos, ya sea por el estado avanzado de putrefacción o por la falta de documentos. Se convierten en una carga para el Estado que asume una logística que incluye los gastos de la autopsia, conservación, impuesto municipal en el cementerio y la inhumación, que pueden superar los RD$50,000, conforme calcula el director general del Inacif, Francisco Gerdo.
En 2017, el Inacif reporta el levantamiento en todo el país de 6,611 cadáveres, 2,844 autopsias y 146 cuerpos no reclamados. Estos últimos le significaron al Estado un gasto estimado de entre RD$5 millones y RD$7.3 millones. En ese año, el monto asignado en el Presupuesto público para servicios periciales e investigación forense fue de RD$154,791,988.
De todos no se sabe la nacionalidad ni identidad, pero, por las características, los forenses han determinado algo: muchos son haitianos.
“Aquí tenemos a muchos haitianos y los casos de los haitianos que fallecen aquí muy pocos son reclamados, y diría que es por una condición de recursos”, dijo Gerdo. “Esas personas no se presentan en la institución a reclamarlos; a lo mejor no tienen los recursos para repatriarlos a Haití, o a lo mejor no les interesa invertir ese dinero en eso”.
Hay otra variable. “Puedes tener otros casos, que pueden ser indigentes, pueden ser personas de cualquier situación que no han podido ser identificadas”, observó Gerdo.
Pero a veces esos cuerpos tienen parientes indiferentes y no hay mecanismos para obligarlos a responsabilizarse.
“Tenemos un niño todavía ahí, no te puedo decir cuál niño, que todavía los padres no asumen llevárselo, y hasta está identificado desde que llegó a la morgue. Ellos saben que es su hijo, pero no se lo llevan”, informó Miguel Núñez. Él es director de la unidad de patología forense del Inacif en el Hospital Marcelino Vélez Santana, a donde se llevan los cuerpos frescos del Gran Santo Domingo (3.5 millones de habitantes).
Un entierro sin llanto
En la unidad del Cristo Redentor esperaron que alguien reclamara a A-1119-17, pero nunca ocurrió.
Decidieron que era necesario sepultarlo y también el cuerpo de una mujer de 80 años, de nombre identificado, indocumentada y sin familiares, declarada fallecida el pasado 9 de diciembre. Su muerte fue natural.
Además, el de un masculino desconocido, de 30-40 años, hallado con politraumatismo a un lado de la Autopista Duarte, en Villa Altagracia. Fue levantado el 12 de diciembre. Las versiones recogidas coincidían con que fue impactado por un vehículo.
También había que sepultar dos extremidades (una pierna y un pie) encontrados en septiembre, por separado, en fundas plásticas, en la avenida Mirador del Este, de la provincia Santo Domingo, y en un basurero frente al cementerio Los Cazabes.
El personal de la unidad volvería justamente allá, al cementerio municipal Los Cazabes, en Santo Domingo Norte, donde tres semanas antes sepultaron otros 13 cuerpos no reclamados.
Esa mañana de invierno del 5 de enero, con el cielo gris y una temperatura fresca, una furgoneta del Inacif salió del cementerio Cristo Redentor, en el Distrito Nacional, y dejó atrás el camposanto donde están enterrados el expresidente Joaquín Balaguer y el líder perredeísta José Francisco Peña Gómez.
Pasados 20 minutos de recorrido, comenzó a heder pestilente. Todo indicaba que ya se estaba cerca del vertedero de Duquesa. Es en la periferia de ese basurero donde está el cementerio Los Cazabes, que comprende un terreno de 58,000 m² el que, además de recibir sepulturas ordinarias, se usa desde la década de 1990 para inhumar los cadáveres no reclamados en Patología y en el Inacif de todo el Gran Santo Domingo. El año pasado enterraron a 81.
A la forense Lebrón le resultó complicado encontrar espacio en el camposanto que ya casi agota su capacidad. Las tumbas en tierra están tan cercanas una de la otra que se corre el riesgo de excavar donde hubo una inhumación. Pero no hay alternativa, los demás cementerios públicos de la demarcación están a tope.
La furgoneta se estacionó y el personal bajó cuatro ataúdes: uno con A-1119-2017, un par con los otros dos cuerpos y otro con las extremidades. Uno por uno colocaron los féretros cerca de las fosas correspondientes y los fueron bajando con la ayuda de cuerdas. Sin unas palabras de despedida, echaron la tierra sobre cada ataúd mientras observaban empleados del cementerio, el equipo de Diario Libre y unos cuantos mirones que viven en los alrededores.
Nadie los lloró. Nadie les llevó flores. Nadie les deseó el típico “descansen en paz”. Nadie.
Las viejas fosas comunes
En sus otras cuatro regionales el Inacif utiliza cementerios de la jurisdicción o de donde fue levantado el cuerpo. Para la del norte -donde está la otra morgue para cuerpos descompuestos- se usan espacios disponibles del cementerio Cristo Vivo (El Ingenio), de Santiago. Para las del nordeste (San Francisco de Macorís), sur (Azua) y este (San Pedro de Macorís), la logística cambia y puede ser simplificada por disponibilidad técnica. En esas tres últimas demarcaciones se hicieron cargo de 30 cadáveres el año pasado.
A diferencia de Los Cazabes, donde las tumbas son individuales, en Santiago la inhumación de los no reclamados es rústica. Allí se les llaman hoyos pues más bien son fosas comunes donde sepultan a varios cadáveres en un solo hueco, para ahorrar espacio, generalmente sin alguna señalización. En sus registros el Inacif contaba seis hoyos para principios de 2018 que localiza por coordenadas. El año pasado enterraron a 32.
“Ahí hay muchos muertos”, dijo un sepulturero de El Ingenio mientras señalaba un montículo de tierra. “Ellos me avisan, tal día vienen con ellos, y les hago los hoyos, los hago bien hondos”.
Como esta regional no aplica el programa piloto de embalado, los cuerpos se depositan en fundas mortuorias. Un día en que había una inhumación, dos hombres levantaban una por sus cuatro esquinas. En el plástico blanco del que está hecho la bolsa se destacaban unas letras grandes de color negro que codificaban al cadáver que enterraban: A-576-17.
Las inhumaciones en el mismo hoyo se han usado desde siglos en todo el mundo. Antes de que existiera el estilo de cementerio actual, en el país se sepultaba en el interior de las iglesias a los difuntos de alta clase social o política; el resto de la población era inhumada en fosas comunes o patios de templos religiosos.
El investigador Franklin Gutiérrez publica en su libro De cementerios, varones y tumbas, que el monasterio de San Francisco, ubicado en la Ciudad Colonial, albergó los cadáveres de muchas personas pobres nunca reclamadas por familiares.
Francisco Gerdo informó que se ha elaborado la propuesta de construir nichos continuos para el Inacif, una idea que se gestó luego de cursar entrenamientos en Perú. De esa experiencia se adoptó el piloto del tipo de embalaje que le hicieron a A-1119-2017. Lidiar con cadáveres olvidados es una situación que también viven otros países, como Honduras, Chile, España, Puerto Rico y México.
La forense Lebrón adelantó que la alcaldía de Santo Domingo Norte autorizó en diciembre pasado que se construyan nichos en Los Cazabes, con capacidad para 120 bocas.
A pesar de los planes, el doctor Miguel Núñez es firme en sostener: “El interés del Estado es que cada persona cargue con su difunto”.
“De los haitianos que fallecen aquí muy pocos son reclamados y diría que por una condición de recursos”
Francisco Gerdo
Director del Inacif