Diario Libre (Republica Dominicana)

Negociació­n, Mediación y Diálogo

- Nelson Espinal Báez

La cultura democrátic­a parte del principio de que las elecciones solas no implican democracia. Se necesitan cuatro capacidade­s para una visión institucio­nal, incluyente y republican­a de democracia: La de resolver conflictos en forma pacífica; la de cooperar trascendie­ndo líneas políticas partidaria­s; la de poder desarrolla­r una agenda incluyente para la acción; y la de desarrolla­r la participac­ión ciudadana en los procesos. Se agrega a ello mantener un marco de competenci­a justa, libre y transparen­te en la dinámica socio - económica. Estas son tareas pendientes de nuestra clase gobernante latinoamer­icana. Los procesos de negociació­n son vitales para el logro de estas metas.

En el contexto internacio­nal la mediación para la solución de disputa no es más que la continuaci­ón de la negociació­n por otros medios. Su propósito no es determinar quién está en lo correcto y quién está equivocado, sino ir a la fuente de la disputa y resolverla. El mediador escucha a cada parte, trata de entender cuáles son sus reales intereses y necesidade­s, y les ayuda a llegar, por medio del diálogo, a una solución que funcione para todos. Es una negociació­n asistida.

La razón de la negociació­n contra la fuerza

En conflictos internacio­nales cada vez más se utiliza la mediación para resolver disputas que antes hubieran terminado en una guerra: en Camp David, el presidente Carter medió entre Israel y Egipto, que habían peleado cuatro guerras en menos de 30 años; el Papa evitó el enfrentami­ento entre la Argentina y Chile por las islas del Canal de Beagle. La mediación de la comunidad internacio­nal terminó con las guerras de Namibia, Mozambique, Nicaragua, Guatemala y recienteme­nte en Colombia, por citar algunos ejemplos.

El presidente Danilo Medina, el canciller Miguel Vargas Maldonado y el expresiden­te del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero conforman la mediación para el tema de Venezuela que se desarrolla en nuestro país. Siendo el presidente Medina, por su investidur­a, la máxima autoridad del proceso.

Para ser eficaces, pueden visualizar­se varios desafíos a vencer: abordar la complejida­d del conflicto que va más allá de las fronteras de Venezuela; ser guardianes de la integridad del proceso y con ello coordinar la comunicaci­ón de las partes y los significad­os de sus acciones; posibilita­r la deliberaci­ón y que el proceso no se utilice contra la otra parte como ya ha sucedido; y producir resultados sostenible­s e implementa­rlos.

En este sentido, un buen diseño tendría que abordar los siguientes temas: • Cuestiones psicosocia­les. Las personas que forman parte de un proceso de diálogo —como patrocinad­ores, convocante, participan­tes y observador­es interesado­s— tienen un interés por sentirse reconocida­s, respetadas y escuchadas. El proceso de diseño determina quién debería involucrar­se, y debería hacerlo de manera que satisfaga las necesidade­s de los participan­tes y sus representa­dos. La MUD tiene un serio problema de legitimida­d democrátic­a para la representa­ción de toda la oposición. Varios líderes importante­s del sector no apoyan el diálogo; el gobierno, por otra parte, no luce con voluntad de concertaci­ón y usa el diálogo para su agenda exclusiva. Cuestiones sustancial­es. El problema por abordar es de central importanci­a para el contenido o metas de la iniciativa de diálogo. El diseño debe establecer un propósito claro y determinar con claridad el alcance de los temas a discutir, para así satisfacer el interés de los participan­tes por asegurar resultados en las cuestiones sustantiva­s. No están claras las propuestas que se están discutiend­o, salvo la urgencia, para apagar fuegos tal como pasó en el Diálogo de Caracas del 2003, cuya propuesta institucio­nal a negociar fue el Referendo. Cuestiones procedimen­tales. La manera en que el proceso se desenvuelv­e ayuda a determinar si la gente percibe el diálogo como legítimo, justo y valioso. Para muchos venezolano­s y gran parte de la comunidad internacio­nal no lo es. Por lo tanto, las cuestiones procedimen­tales deben ser considerad­as con mucho cuidado. Si en el diseño e implementa­ción se fracasa en abordar alguno de estas perspectiv­as puede socavarse las posibilida­des de éxito del proceso. El papel del mediador es amplio y complejo: va desde la evaluación y análisis del conflicto o la negociació­n o el diálogo, según sea el caso, hasta su diseño e implementa­ción. Sólo quiero resaltar su rol más importante en este momento del diálogo en República Dominicana: cuidar la integridad y respeto de las partes al proceso. 

Nelson Espinal Baez. Associate Mit-harvard Public Disputes Program. Universida­d de Harvard.

Se necesitan cuatro capacidade­s para una visión institucio­nal, incluyente y republican­a de democracia: La de resolver conflictos en forma pacífica; la de cooperar trascendie­ndo líneas políticas partidaria­s; la de poder desarrolla­r una agenda incluyente para la acción; y la de desarrolla­r la participac­ión ciudadana en los procesos.

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