Diario Libre (Republica Dominicana)
Aníbal de Castro
RUSIA ANDA EN BOCA de todos y no porque Vladímir Putin haga de las suyas o las relaciones entre oriente y occidente superen en gelidez la temperatura de la Guerra Fría. Se disputa el Mundial de Fútbol a todo lo largo y ancho de la inabarcable geografía rusa en la que se hermanan dos continentes.
Miles de millones de dólares se mueven al compás de este festival del juego bonito al que están convocadas las mejores selecciones nacionales. Fiesta del espíritu y del músculo, porque el idioma de esa disciplina tan demandante lo entendemos todos. Ganará el mejor. Habrá tristeza y alegría. Al final, se habrá escrito un capítulo más en una historia con fecha cada cuatro años.
Sin importar género ni raza, posición social o ideas políticas, decenas de millones de personas urbi et urbe siguen o juegan con fruición un deporte que con toda propiedad puede llamarse universal pese a su génesis europea. Países industrializados y en vías de desarrollo han encontrado un campo común en el que las diferencias se miden en goles, la rivalidad se resuelve en dos períodos de apenas 45 minutos cada uno, sin bajas graves entre los contendientes y sin necesidad de artilugio alguno.
Todos los continentes cuentan con ligas profesionales y de aficionados, tal es su popularidad. Cada cuatro años, los mejores equipos nacionales se citan en una cumbre mundial que acapara la atención incluso de sociedades donde otro deporte es el rey, verbigracia los Estados Unidos y la República Dominicana, o Jamaica y Australia. El fútbol es pasión, arte, estrategia, ilusión, destreza y resistencia. Entusiasma y deprime; alegra, y entristece; y a todos revela la verdad de cuánto significa el trabajo en equipo. Ha permitido invertir una perogrullada y con las manos se desbarata lo que se hizo con los pies.
Es altamente contagioso y puedo dar fe. El bacillus futbulensis metamorfeó en crónico en mi segundo debut en Europa. Asumo la crónica deportiva como periodismo y literatura de primer orden, con descripciones que compiten en calidad con las jugadas más estelares. Me parece que los fines de semana sin La Liga terminan antes de comenzar.
Deporte sin fronteras, el balompié no permite las medias tintas en el combate contra la discriminación y el racismo. Respect, respeta, aparece claramente en los uniformes, como aviso serio de que con determinados valores no se juega. Árbitros, jugadores y entrenadores conforman una suerte de hermandad cuyos miembros se mueven con facilidad de país, liga y continente. Cuando se ha alcanzado la excelencia,