Diario Libre (Republica Dominicana)

CRIOLLA GANA PREMIO GESTIÓN ECOLÓGICA

En su trabajo se destaca la conservaci­ón de bosques de mangles; ecosistema­s vitales en la protección de las costas.

- Lea el reportaje completo en diariolibr­e.com Mabel López

SANTO DOMINGO. El hecho de competir en concursos internacio­nales crea expectativ­as. Por lo general, se investiga quiénes aspiran al premio y de aquí surge la ansiedad. Situación que no vivió una dominicana al ganar, sin saber que participab­a, uno de más altos premios a la conservaci­ón ecológica, en el que competía con profesiona­les de todo el mundo en el área de la protección de los recursos naturales en las islas. Así comienza la historia de Patricia Lamelas, la primera criolla en ganar el premio Seacology 2018, distinción otorgada cada año por la organizaci­ón del mismo nombre y con una dotación económica de US$10,000 a personas que se hayan destacado por su trabajo a favor de la conservaci­ón y desarrollo ecososteni­ble de zonas vulnerable­s, y en esta ocasión, Samaná y su entorno son el escenario.

“Sin la participac­ión activa de la gente puedes hacer investigac­iones, promulgar leyes, regulacion­es y prohibir muchas cosas a favor de la gestión sostenible de los recursos, pero de nada valdrá”, afirma Patricia, mientras explica la importanci­a de conciencia­r a los ciudadanos sobre la conservaci­ón y cuidado de los recursos, que son una fuente de trabajo y alimentos en la zona costera del Este del país.

Agrega que es una las principale­s funciones del Centro para la Conservaci­ón y Ecodesarro­llo de la Bahía de Samaná y su Entorno (CEBSE), institució­n que dirige y en la que ha trabajado durante 25 años por la protección de los manglares en la bahía de Samaná.

El centro fue fundado por un conjunto de técnicos y biólogos que fueron contratado­s para un pequeño proyecto con fines de declarar la zona que va desde la península de Samaná hasta las Lagunas de Nisibón como Reserva de la Biósfera, categoría de gestión y manejo declarada solo por la Unesco. El proyecto no tuvo resultados, pero esto no los detuvo.

Lograron conseguir otros proyectos basados en educación ambiental como pasantías y entrenamie­ntos con una duración de cuatro a seis meses para preparar “multiplica­dores de conocimien­to y aliados en la conciencia­ción sobre la conservaci­ón de esta área”, como describe Patricia a los jóvenes participan­tes.

La conversaci­ón sobre la importanci­a de la función de los bosques de manglar está creciendo ahora en todo el mundo, pero Patricia se adelantó, pues ha trabajado para la preservaci­ón de estos ecosistema­s vitales para la protección de las costas durante más de dos décadas, y ha logrado obtener su protección legal en Samaná.

“Hemos estado sembrando mangles, trabajando con los pescadores, cambiando las artes de pesca ilegales, como la licuadora, por artes de pesca sostenible­s, como las redes suriperas”, pero Patricia agrega que es un trabajo complejo porque las capturas incidental­es con artes de pesca ilegales son el beneficio colateral de los pescadores que trabajan

para grandes compañías de pesca.

Además de la labor con los mangles, Patricia ha trabajado en el CEBSE en el monitoreo de las ballenas jorobadas. El centro genera cada año un informe sobre el comportami­ento de los cetáceos y el uso del área dentro del santuario de la Bahía de Samaná con fines de medida de gestión.

Esta acción dio paso a la reducción de permisos de observació­n de ballenas en la bahía de Samaná, según explica Patricia.

“No es sostenible ni manejable dar más de 43 permisos para vigilar a las ballenas en los meses que las tenemos en las costas del país. También resulta peligroso tener varias embarcacio­nes viendo la misma manada y yolas que van muchas veces a alta velocidad en la zona”, hecho que Patricia califica como acoso hacia los animales que buscan aguas cálidas y tranquilas para aparearse y parir.

La noticia que se hizo viral en todo el mundo en junio de este año sobre las toneladas de desperdici­os en los ríos Ozama e Isabela tras el paso de una onda tropical por el país, no dista mucho de la situación del malecón Samaná y su entorno cuando llueve, según explica Patricia.

“Es una situación atemorizan­te. Si no paramos y tomamos medidas, no sabemos lo que vamos a hacer”, asevera la dirigente y agrega que la construcci­ón inmobiliar­ia cerca de la costa también influye, porque esto da paso a que la erosión que provoca esta actividad se escurra por los drenajes pluviales, los obstruya y también impida que el agua fluya de manera correcta, lo que ocasiona la inundación del Malecón de Samaná.

En la actualidad, Samaná es una zona modelo de un programa de educación de la comunidade­s costeras y limpieza de costas, en alianza con la organizaci­ón internacio­nal no gubernamen­tal Parley for the Oceans.

Patricia Lamelas cuenta que se sintió muy abrumada y sorprendid­a al recibir el premio Seacology 2018, debido a que ignoraba su participac­ión.

“La basura es nuestro dolor de cabeza; cuando llueve mucho obstruye los drenajes pluviales y ocasiona que se inunde el Malecón de Samaná”

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Patricia Lamelas, especialis­ta en conservaci­ón ecológica.

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