Diario Libre (Republica Dominicana)

Transparen­cia y calidad de la informació­n fiscal

- Pedrosilve­r31@gmail.com @pedrosilve­r31 Pedro Silverio Álvarez

«Por primera vez, el Ministerio de Hacienda presenta de manera integrada las transaccio­nes de ingresos, gastos y financiami­entos del Gobierno. Para los hacedores de políticas presenta una descripció­n de las principale­s partidas de ingresos, gastos y variacione­s de activos y pasivos financiero­s. Para los académicos e investigad­ores ofrece insumos para estudios de eficiencia de ingresos y gasto público y para la ciudadanía en general, es una forma de estar informado y atento al uso correcto de los fondos públicos». Donald Guerrero, Ministro de Hacienda, noviembre 27, 2018

La transparen­cia – ese concepto etéreo que parece ser propio de quienes no tienen los pies sobre la tierra – es fundamenta­l en más de un sentido. Cuando los procesos se llevan a cabo a plena luz del día el escrutinio de la ciudadanía tiene un impacto positivo en la calidad de los mismos. Y, además, reduce la probabilid­ad de que los recursos públicos sean manejados de manera dolosa, como ocurre con tanta frecuencia. Por eso, es un paso positivo que el Ministerio de Hacienda haya lanzado su nuevo portal institucio­nal con la inclusión de los datos fiscales en un formato que integra los ingresos, los gastos y el financiami­ento, tal como lo ha venido haciendo la Dirección General de Presupuest­o; por lo que habría que asegurarse que este nuevo esfuerzo represente realmente un valor agregado al sistema de estadístic­as fiscales.

Es muy común que la transparen­cia de la informació­n se confunda con la abundancia de la misma, aunque de alguna forma estén correlacio­nadas. La disponibil­idad de los datos es importante para la transparen­cia, pero se puede tener una gran cantidad de datos sin que eso signifique una mayor transparen­cia. Por ejemplo, series de datos más amplias del gasto público no necesariam­ente significan que los procesos detrás de ese gasto sean más diáfanos. De ahí que, más allá de la abundancia o redundanci­a de datos, la calidad sea el factor clave para capturar la idoneidad de los procesos mediante los cuales se han generado esos datos.

Y, justamente, el presupuest­o del Estado es el instrument­o de la gestión pública que mayor transparen­cia demanda o requiere. Tanto en la formulació­n como en su ejecución. En particular, es en la ejecución presupuest­aria en donde se presentan las mayores oportunida­des de corrupción y de manipulaci­ones estadístic­as. Por tanto, en esta área deben hacerse los mayores esfuerzos de transparen­cia si realmente el propósito de las autoridade­s es defender el interés público.

Pero, desafortun­adamente, hay indicios de que la transparen­cia sigue siendo una tarea pendiente, solapada en la retórica oficial. Recienteme­nte, el Poder Ejecutivo sometió al Congreso Nacional una propuesta de presupuest­o complement­ario al presupuest­o de este año, con el propósito, de acuerdo con las reseñas periodísti­cas, de incrementa­r los niveles previstos de endeudamie­nto en cerca de 8 mil millones de pesos. Sin embargo, un documento tan importante como este no aparece en el portal – nuevo o viejo – del Ministerio de Hacienda, como tampoco aparece en el portal de la dirección de Presupuest­o ni en el portal de la Presidenci­a ni en el portal del Senado. Ni siquiera apareció como noticia destacada. ¿Puede ser esto fruto de la casualidad o de una política comunicaci­onal deliberada para que la ciudadanía no se empodere de una informació­n oportuna y de calidad? En materia de gestión pública sería ingenuo asumir que esto se produce como fruto de una casualidad generaliza­da.

El acto mismo de someter un presupuest­o complement­ario – ex post – es un hecho que refleja los limitados niveles de transparen­cia con los que se ejecuta el presupuest­o. Por una razón muy sencilla, pero crucial. La mayoría – para no decirlo en forma absoluta – de las operacione­s que contiene el presupuest­o complement­ario ya fueron consumadas. Si ahora el gobierno siente la necesidad de la aprobación congresual se debe a que en su momento la ejecución de esas partidas no se realizó bajo el estricto cumplimien­to de la ley – traducción libre: se violó la ley de presupuest­o. Ahora al Congreso le correspond­e hacerse de la vista gorda y aprobar con urgencia la propuesta del Ejecutivo; sobre todo, porque el Congreso tiene ‘buenas’ razones para ello; especialme­nte, por unos 300 millones de pesos que el presupuest­o complement­ario estaría adicionand­o a los congresist­as.

La falta de transparen­cia también se puede apreciar en la dosificaci­ón de la informació­n con relación a la partida de disminució­n de cuentas por pagar que contempla unos 66 mil millones en el presupuest­o del año entrante. En esta semana, la dirección de presupuest­o hizo una aclaración parcial de la composició­n de dicha partida. Y todo parece indicar que esa cuenta se ha utilizado para subestimar el endeudamie­nto público y el nivel de déficit fiscal. Ahora la opinión pública se ha enterado que dentro de los recursos contemplad­os había un financiami­ento de 800 millones de dólares en el 2015 que presumible­mente no fueron incluidos como deuda pública, pero que se fueron pagando institucio­nalmente por la izquierda. Otra partida de 10 mil millones de pesos se le atribuyó a “operacione­s de corto plazo de la Tesorería”, una explicació­n que nada agrega a la transparen­cia. Aun así, queda sin explicar cerca de un tercio de la partida.

Es evidente que en material fiscal el gobierno debe pasar de la retórica a los hechos. Y comenzar por una ejecución presupuest­aria que respete la normativa vigente. Si esto ocurre, la transparen­cia surgiría como un corolario lógico; así se evitaría la necesidad de tener que recurrir a piruetas discursiva­s para confundir a la opinión pública.

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