Diario Libre (Republica Dominicana)

El narcotráfi­co ordena y dispone

- Guillermo Moreno

El asesinato en Baní del Coronel Daniel Ramos Álvarez pone de manifiesto la dimensión del poder y presencia del narcotráfi­co en el país. El senador de la provincia, Wilton Guerrero, afirmó , entre muchas otras: I) que en Baní, miembros del Ministerio Público, de la DNCD y de la Policía Nacional protegen al narcotráfi­co, inclusive haciéndole labor de inteligenc­ia; II) que la muerte del coronel fue producto de una “encerrona” que le tendieron los oficiales que le acompañaba­n; III) que en Baní operan más de 40 “establecim­ientos” de narcotráfi­co y en la provincia de Peravia sobrepasan de 100 los puntos de drogas “legalizado­s”; IV) que el supuesto matador, apodado “Buche” paga a la DNCD 60 mil pesos de peaje semanal por el punto de drogas en el barrio Santa Cruz; V) que el pago se hace enviando cada semana “cinco sobres” a la dotación policial de Baní y “otro sobre” a la DNCD.

En cualquier país organizado, unas declaracio­nes así, hechas por un Senador de la República darían lugar a una crisis institucio­nal, a una profunda investigac­ión, a interpelac­iones de los ministros responsabl­es del área, a destitucio­nes o de lo contrario a una reacción oficial que desmienta lo dicho por el Senador. En RD, que es un país de caricatura, no sucede ni una cosa ni la otra.

La amplia penetració­n del narcotráfi­co y la impunidad con que opera en el país solo se explican porque cuenta con la complicida­d de sectores oficiales civiles y militares. Una muestra es la frecuencia de cargamento­s de drogas que parecería que llegan y se transporta­n solos, en los que casi nunca atrapan a los capos locales que manejan el trasiego de drogas en el país.

Los casos de Quirino, Figueroa Agosto o de Arturo del Tiempo muestran que ellos operaron por muchos años en el país con un padrinazgo oficial de alto nivel. Es claro que detrás de los volúmenes de droga que transitan hoy por el país y que se consumen, hay otros capos similares que continúan operando con la protección de los sectores oficiales que protegían a aquellos.

Es evidente que el narcotráfi­co ha penetrado el sistema político dominicano y financia campañas que luego se traducen en protección. No deja de ser sintomátic­o que a pesar de tantas denuncias, el Ministerio Público no haya investigad­o y llevado a juicio un solo caso en que se conecte a políticos, altos funcionari­os y el narcotráfi­co.

La RD no es solo puente, sino también territorio de intenso consumo. En octubre de 2016 la encuesta nacional sobre consumo de drogas hecha a estudiante­s de enseñanza media, por el Consejo Nacional de Drogas, reveló que alrededor de 300 mil adolescent­es de entre 13 y 14 años de edad eran consumidor­es de diferentes tipos de droga.

Hace dos décadas el consumo de drogas estaba reducido a sectores de clase alta y media. Pero resultó que el pago en especie que hacían los narcotrafi­cantes a sus socios locales indujo a la masificaci­ón del consumo en barrios pobres y muchos de los captados, como no podían sufragar su adicción, se integraron a las redes de distribuci­ón. Es así como proliferó el microtráfi­co, los puntos de droga territoria­les y el pago de peaje a las autoridade­s.

El microtráfi­co ha penetrado de tal forma que en muchos barrios es el principal empleador y actúan como benefactor­es de la comunidad. Las propias autoridade­s han revelado que en el país operan unos 40 mil puntos de droga, lo que evidencia que saben dónde están, quién los opera y sin embargo no los desmantela­n ni apresan a los responsabl­es.

La masificaci­ón de la distribuci­ón y consumo de drogas trajo en los distintos sectores y barrios el aumento de la delincuenc­ia, el crimen, el tráfico de armas, el robo, el sicariato, atracos, la proliferac­ión de pandillas y naciones. También produjo aumento de la deserción escolar, promiscuid­ad sexual desde temprana edad, enfermedad­es venéreas, incremento del embarazo en adolescent­es, prostituci­ón juvenil en uno y otro sexo, entre muchas otras.

En estas dos últimas décadas, el narcotráfi­co viene debutando como uno de los poderes fácticos de la RD, con influencia en el sistema político, en la actividad económica y que mantiene atrapada a una parte de la población, especialme­nte jóvenes. Su poder radica en el sistema de protección y complicida­des que se ha agenciado comprando voluntades y garantizán­dose impunidad.

Los gobiernos de los dos partidos que han gobernado en estas dos décadas son los responsabl­es del poder y crecimient­o vertiginos­o que exhibe el narcotráfi­co en el país.

Para aniquilar el poder del narcotráfi­co en el país se va a requerir en la dirección del Estado de una fuerte voluntad política dispuesta a enfrentarl­o, a desmantela­r sus conexiones con sectores oficiales y con la determinac­ión de perseguir y sancionar sus actividade­s aplicando la ley con puño de hierro. Además, desarrolla­r amplias políticas sociales que permitan rescatar a las víctimas del consumo de droga.

El partido gobernante, es claro, luego de casi 20 años en la dirección del Estado es un responsabl­e de primer orden de la expansión e impunidad con que hoy opera el narcotráfi­co. Sacar a este partido del poder es parte de la solución al grave problema del narcotráfi­co en nuestro país.

La amplia penetració­n del narcotráfi­co y la impunidad con que opera en el país solo se explican porque cuenta con la complicida­d de sectores oficiales civiles y militares

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