Diario Libre (Republica Dominicana)
La Capital de ayer, la ciudad de hoy
Modernizar y adecentar las grandes capitales latinoamericanas ha sido merecida prioridad de los gobiernos, conscientes de que éstas constituyen la mejor carta de presentación al visitante.
Río de Janeiro, Brasilia, Lima, Buenos Aires y Santiago de Chile, que suman en conjunto más de 42 millones de habitantes, pueden ufanarse de exhibir espacios urbanos acogedores para turistas y munícipes.
La ciudad de Santo Domingo – a principios de la década del 70 – fue destino favorito para los hermanos puertorriqueños, que aquí disfrutaron del mayor capital criollo: la hospitalidad.
Ciudad de México en el pasado fue amor a distancia del quisqueyano, a través de sus “rancheras”, melodías que se asentaron en las mañaneras programaciones radiales. Y fueron muchos los que viajaron a descubrir qué había de emocionante en esas tierras de Norteamérica, cuando se abrieron las fronteras en esta media isla.
Sería un desatino vanagloriarse del poco avance logrado por “la Capital” durante la dictadura, vendida a la población como ejemplo de una modernidad que solo se limitó a satisfacer el enfermizo ego de Trujillo.
La ciudad cuna de las principales actividades económicas y financieras del país parece detenerse en el tiempo; perdemos los atributos de una urbe que debía ser ejemplo de modernidad para Latinoamérica.
Nos conformamos con un espacio urbano dotado de nuevas obras viales, pero carente de apropiada seguridad, sin aires románticos, y escaso de áreas amigables con el medioambiente.
Hay que “vender” a Santo Domingo como destino promotor de cultura y centro gastronómico por excelencia, ejemplo de una cultura centenaria.
Tiempo hemos tenido para desarrollar ideas y propuestas, aprovechar las riquezas de las que escasean otras ciudades.
Joyas arquitectónicas y monumentos conectados con la Historia se deterioran o desaparecen por la mano destructora del hombre o de un fementido desarrollo urbanístico. Nos falta conciencia ciudadana.