Diario Libre (Republica Dominicana)
No es el mensaje, es el ruido
El Consejo Dominicano de Unidad Evangélica, CODUE, confunde el derecho a hacer proselitismo religioso con la obligación de escucharlo.
En nota de prensa lamenta que en el manual para el usuario del Metro se hayan incluido ciertas limitaciones que en realidad son puro sentido común. Si usted entra a un vagón lleno de gente con un megáfono a recitar salmos de la Biblia, cantar el Hare Krishna hasta que se lo aprendan todos o someter al auditorio a una selección de cantos gregorianos, usted no está haciendo uso de su libertad de expresión, religión, pensamiento o circulación. Lo que tiene es un grupo de rehenes que no pueden moverse ni salir y que están obligados a oírle. Y que suelen ser tan educados y pacientes que no le dicen que se calle. Ese matiz, el de imposición forzosa, es el que importa.
El CODUE protesta. Pero no tiene razón y va siendo hora de que esas mismas normas se apliquen en otros campos. El que pasea por el Conde no está obligado a oír una música que sale de cada puesto compitiendo en volumen con el del al lado. Ni queremos escuchar las letanías partidistas de políticos en campaña apoderándose de cada esquina del barrio en guerra de bocinas.
Vivimos rodeados, inmersos, supeditados al ruido. Creemos que tenemos el derecho a imponer al prójimo nuestros gustos, creencias, ideologías. Vivimos con tanto ruido, en tanto ruido, que ya no somos conscientes de la contaminación sonora, de sus efectos físicos y mentales. De la irritación que produce.
De la falta que hace el silencio.
No, ni la estación ni los vagones del Metro son lugares adecuados para hacer proselitismo. Del tipo que sea.