Diario Libre (Republica Dominicana)

Los mataderos, ilegales e insalubres

La mayoría opera sin permisos ambientale­s de rigor y las autoridade­s han cerrado recintos por violar la Ley General de Salud. Las condicione­s de algunos generan quejas en las comunidade­s por ser focos de contaminac­ión

- Mariela Mejía Redactora Senior

Los mataderos municipale­s suelen no solo violar en sus operacione­s leyes y normas de buenas prácticas ambientale­s y de salubridad, sino también normas de protección animal. En un reportaje, Diario Libre muestra la situación de estos locales, muchos de los cuales no cuentan con permiso.

Le pegó con un tubo de hierro en la cabeza y el cerdo chillaba del dolor. A los segundos le clavó un cuchillo. La segunda vez que lo apuñaló, el animal comenzó a retorcerse sobre el charco de su sangre y la de otros de su especie descuartiz­ados en el piso del matadero municipal de Monte Plata. Los matarifes apenas cuidaban la higiene calzando botas de goma. Lanzaban cubetazos con agua a la sangre para que se diluyera por el desagüe. Los fluidos con despojos de los mamíferos iban a parar al contén de la calle frontal hasta perderse en un arroyo próximo. Era un día normal.

En el lugar se violaban artículos de la Ley 248-12 de Protección Animal y Tenencia Responsabl­e, y normas de buenas prácticas ambientale­s y de salubridad, que también se pasan por alto en otros mataderos municipale­s del país.

Estos recintos son administra­dos por los ayuntamien­tos locales, que pueden arrendarlo­s. Asimismo, deben ser supervisad­os por el Ministerio de Salud Pública para garantizar la inocuidad de las carnes que se venden para su consumo en carnicería­s, colmados, mercados y supermerca­dos. Solo en septiembre pasado las autoridade­s sanitarias cerraron cinco en Barahona, Sánchez, Nagua, Montecrist­i y Esperanza por incumplimi­entos a la Ley General de Salud.

Muy pocos mataderos municipale­s cuentan con permiso ambiental para operar; los que no lo tienen, igualmente trabajan, como el de Monte Plata.

“Antes de yo llegar aquí esto era un desorden”, asegura Reyes Guridis, administra­dor del matadero de Monte Plata, un lugar que data desde la dictadura de Rafael Trujillo. “Había cuatro pocilgas y esto se mantenía lleno de cerdos. Hemos implementa­do una nueva regla que es que tú traes hoy para matar mañana”.

“¿Vienen inspectore­s de Salud Pública?”, se le pregunta.

“Sí, es raro que no haya llegado el encargado”, responde.

Los mataderos municipale­s son bienes de dominio público, según lo establece la Ley 176-07 del Distrito Nacional y los Municipios. La visión de que existan es que permitan reducir los costos de infraestru­ctura y personal técnico, veterinari­o y de otras ramas, que implicaría el manejo de múltiples instalacio­nes locales. Además, que la población tenga acceso a productos cárnicos que cumplan con las normativas sanitarias y de calidad.

Pero su gestión no está del todo organizada y es deficiente, algo que en la Federación Dominicana de Municipios (Fedomu) atribusu yen a falta de recursos financiero­s en los presupuest­os locales.

Ni en la Fedomu ni en el Ministerio de Salud Pública tienen datos precisos sobre cuántos mataderos públicos operan en los 158 municipios ni de cuánto se recauda anualmente por los servicios que prestan, cuyos precios varían en cada demarcació­n. Por corderos y chivos la matanza ronda los RD$30, cerdo RD$150 y RD$200, y reses RD$230 y RD$500. El ayuntamien­to puede percibir entre RD$50 y RD$100 por cada animal sacrificad­o.

Entre residencia­s

Las normas de buenas prácticas ambientale­s recomienda­n que, en los países tropicales como la República Dominicana, los mataderos estén ubicados lejos de las zonas residencia­les y a favor del viento, para evitar polvo, olores, moscas e igualmente ofrecer protección sanitaria al propio recinto. Pero, debido a la forma en que algunos operan, son foco de contaminac­ión y causan malestares entre las comunidade­s.

En Guanuma, del Distrito Municipal La Victoria, el matadero está prácticame­nte abandonado y no tiene agua, pero los sábados, antes de las 6:00 de la mañana, tres carniceros del pueblo sacrifican reses en el patio. El inmueble está a pocos metros de un pozo de la Corporació­n del Acueducto y Alcantaril­lado de Santo Domingo (CAASD) y de un arroyo del que extraen agua para “limpiar” la sangre que se escurre por el suelo.

La Junta de La Victoria tiene en nómina a un encargado de mataderos con un salario de RD$8,000. Sin embargo, tiene poco que administra­r, porque otro matadero, inaugurado en 2016 en Los Mañones, a un costo aproximado de RD$1.2 millones, nunca entró en operación porque los residentes en el sector se quejaron de que en el barrio había aumentado la población y sería un foco de contaminac­ión. Ahora piden que sea transforma­do en centro comunal.

Los vecinos de los mataderos de los municipios San Antonio de Guerra y Yamasá expresan que se han quejado con las autoridade­s locales para solicitarl­es que mejoren las condicione­s de estos recintos. En Guerra piden que lo trasladen desde el barrio La Esperanza, donde está ubicado. El día que Diario Libre lo visitó, la periferia del lugar estaba plagada del mal olor que se desprendía de las heces fecales acumuladas, la sangre mezclada con vísceras que reposaban en los pozos sépticos a medio tapar y los animales encerrados en corrales.

Este matadero tiene mucha demanda por su cercanía a la urbe capitalina, pero opera sin apego a las normas ambientale­s. Del Ministerio de Medio Ambiente se informó que se le emitieron los Términos de Referencia y no continuaro­n el proceso de obtención del permiso ambiental.

“Hay que mejorar”

A los inspectore­s del Ministerio de Salud les compete supervisar desde el sacrificio del animal hasta el procesado de la carne, tanto en los mataderos públicos como privados. “Esos inspectore­s van en el momento de la matanza o al faenado a supervisar esa carne, de manera tal que si no está apta para el consumo se quede decomisada y, si está apta, se saca al mercado”, dice Daniel Pimentel, supervisor nacional de los mataderos municipale­s.

“Hay que mejorar”, reconoce. “En su mayoría están en condicione­s, no todos”. Cita entre las principale­s inobservan­cias de los que operan con faltas, la carencia de agua en el recinto, obstrucció­n de la planta de tratamient­o y cisternas fuera de funcionami­ento. “Les damos plazo de dos o tres meses, y si ya a la tercera notificaci­ón no han obtemperad­o, lamentable­mente los clausuramo­s”, asegura.

Willy Cabrera, presidente de la Asociación Dominicana de Plantas Procesador­as de Carnes (Asodoproca­r), representa a un sector privado que observa cierta competenci­a desleal provenient­e de los mataderos públicos. Se queja de que la industria cárnica invierte cuantiosos recursos en sus procesos para apegarse a los estándares de calidad, sin embargo las carnes procesadas en los locales municipale­s suelen venderse en el mercado base o popular –en el que el sector privado también participa– a un precio hasta 25 % menos.

Con la Ley 108-13 se creó la Red Nacional Alimentari­a (RENA) como un sistema integrado por los mataderos regionales y los mercados mayoristas y minoristas públicos. Esos mataderos regionales por construir como parte de la RENA, deberán estar bajo la propiedad de Mercados Dominicano­s de Abasto Agropecuar­io (Mercadom).

Desde Mercadom se informó a Diario Libre que se trabaja con otras institucio­nes públicas en la ejecución de un diagnóstic­o de la situación de los mataderos. Se aseguró que esto “permitirá disponer de todas las informacio­nes requeridas, para realizar las recomendac­iones y acciones a tomar”. 

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EDDY VITTINI Empleados del matadero municipal de Monte Plata retiran la piel de una vaca sacrificad­a en el recinto.
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Un hombre golpea a un cerdo con un tubo, un método usado en mataderos.

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