Diario Libre (Republica Dominicana)
Las despedidas
Es difícil ser ex. Más difícil cuando ese ex antecede a la palabra presidente. Ya se sabe, alguien dijo que un expresidente era como un jarrón chino porque nadie sabía dónde ponerlo. Pero a un expresidente, a poco que lo haya hecho medianamente bien y se mantenga activo e involucrado, se le abren tantas vías de influencia que puede proyectar una jubilación de oro.
Es difícil ser ex. Pero más difícil es empeñarse en no serlo. Y eso aplica a muchas situaciones de la vida, no solo a la política. El PLD de Leonel Fernández ha gobernado años cruciales para el país. Fue la generación que jubilaba a los grandes caudillos: Balaguer, Bosch, Peña Gómez... Eran atrevidos, modernos y tenían 40 años hace 23. Cubrieron un ciclo, con sus sombras y sus luces. Y aunque hicieron mucho, también duele lo que dejaron de hacer.
Es difícil ser ex. Pero más difícil es aferrarse a lo que terminó. Las transiciones políticas no terminan siempre como se planean, el PLD no es una excepción. Ni Felipe González habla bien de Zapatero, ni Aznar de Rajoy, ni Álvaro Uribe de Juan Manuel Santos. Y eso que fueron todas estas, transiciones pactadas y democráticas.
Pero ser ex podría no ser tan difícil. Por ahí anda Bill Clinton cobrando a precio de oro sus conferencias y Barack Obama gozando la vida produciendo documentales y series para Netflix. Los expresidentes norteamericanos son los que mejor se lo montan. Es la ventaja de respetar las instituciones: cuando pasas a ser una... también te respetan.
Despedirse es un arte. Dejar atrás una etapa de la vida una de las lecciones de sabiduría que no se transmiten de maestro a discípulo.
La realidad, hoy, es que Leonel tiene la fuerza de más de 800,000 votos. Pueden ser de él o prestados, porque no es verdad que aquí se venden los votos. Se alquilan. ●