Diario Libre (Republica Dominicana)

Populismo y agropecuar­ia (plátanos)

- Eduardo García Michel

La producción mundial de alimentos se encuentra estimulada por fuertes subsidios, por las necesidade­s de nutrición de una población que no cesa de crecer y la fragilidad del sector ante fenómenos climáticos y plagas.

Los países ricos subsidian la agropecuar­ia en busca de seguridad alimentari­a, lo cual permite a sus agricultor­es abastecer sus mercados nacionales, exportar y llevar un nivel de vida digno.

La República Dominicana penaliza a sus productore­s, en vez de llevarles prosperida­d por medio de la masificaci­ón del conocimien­to técnico, abaratamie­nto de los insumos, control de plagas, disponibil­idad de financiami­ento, apertura de canales comerciale­s eficientes, orientació­n sobre mercados, precios mínimos de sustentaci­ón, promoción de la rentabilid­ad y un seguro agropecuar­io que funcione en beneficio de los productore­s, entre otros.

Parecería ser que para las autoridade­s lo más importante es el comercio, no la producción, y que existiera una consigna dirigida a que se pierda la esencia nacional, pues destruir el campo equivale a eso.

La agropecuar­ia fue víctima de una sequía espantosa que duró casi un año y apenas acaba de terminar. También sufrió los rigores de devastador­es vendavales que destruyero­n miles de tareas sembradas de plátanos y otros cultivos.

Como consecuenc­ia la producción de plátanos mermó y los precios subieron en correspond­encia con el comportami­ento normal de los mercados.

Ese es un mecanismo natural de ajuste entre oferta y demanda, que hace posible recuperar pérdidas y sembrar una próxima cosecha bajo mejores augurios. Y es un proceso que se autorregul­a, pues ante precios más altos, el productor tiende a sembrar más, lo cual hace bajar los precios de nuevo.

Ante tales calamidade­s y pérdidas cuantiosas, no se conoce que haya habido ayuda oficial efectiva para aliviar los daños que sufrieron los productore­s, salvo la restringid­a a la propaganda ligada al afán clientelar.

En esas circunstan­cias, constituía una esperanza saber que en la dirección del Ministerio de Agricultur­a se encuentra una persona que durante mucho tiempo luchó, al frente de la Junta Agroempres­arial, para que la producción agropecuar­ia se modernizar­a y lograra rentabilid­ad.

Pero, oh fatal destino, parte de la tragedia de este país es que sus recursos humanos suelen olvidar sus conviccion­es cuando escalan posiciones públicas cimeras.

Hace un tiempo, el ministro advirtió a los agricultor­es que si no bajaban el precio del plátano impondría controles y los haría descender. Cualquier persona medianamen­te enterada sabe muy bien que los productore­s ni suben ni bajan el precio. Por tanto, no merecían ser conminados a efectuar esa tarea.

Aparte de que no es una función que compete a ese ministerio, ni a ningún otro. Ni soluciona problema alguno, más bien lo agrava porque desalienta al agricultor y hace que se sienta desvalido, abandonado por la institució­n pública llamada a protegerlo.

Lo que el Ministerio de Agricultur­a debió haber tenido en cuenta es que los plátanos de la variedad FHIA estaban vendiéndos­e en finca entre 7 a 8 pesos la unidad, pero al mercado urbano llegaban a mucho más de 20 y hasta 30. Es decir, más de tres y hasta 4 veces el precio en finca.

El problema no se focaliza en los productore­s, sino en los leoninos márgenes de intermedia­ción en boga, sin que autoridad alguna se sienta competente para enfrentar ese problema.

El Ministerio de Agricultur­a acaba de cumplir con su amenaza: según informacio­nes recibidas está comprando en finca a un grupo escogido de productore­s a alrededor de 7 pesos la unidad, para venderlo subsidiado a un grupo de consumidor­es, conformand­o un dumping que hace caer el precio en finca del resto de los productore­s.

La oferta de plátanos es la misma, o sea escasa; la demanda tiende a aumentar por el precio de dumping impuesto por las autoridade­s. Por tanto, han creado una situación de equilibrio inestable que tenderá a romperse con precios más altos.

Pero, mientras eso ocurre, este mecanismo selectivo y discrimina­torio ha creado tal confusión en el mercado que el precio de venta en finca para el grueso de los productore­s ha caído a cerca de 5 pesos la unidad, es decir una pérdida del 33% para el productor.

Tumbar artificios­amente el precio de hoy en finca, solo significa encarecerl­o más para mañana, o desestimul­ar definitiva­mente su producción para sustituirl­a con más importacio­nes, con el peligro de que ingresen enfermedad­es que eliminen la siembra de ese producto.

El populismo se ha impuesto de nuevo, quizás para salvar una imagen grupal maltrecha por la contienda en las primarias partidaria­s. Pírrico triunfo para aquellos que predicaron con tanto ahínco la necesidad de redención de la producción agropecuar­ia, cuando no estaban permeados por los efluvios del poder.

Ojalá rectifique­n, hagan valer su condición ilustrada y salven su honra que no merece ser manchada por efímeras veleidades políticas. ●

El problema no se focaliza en los productore­s, sino en los leoninos márgenes de intermedia­ción en boga, sin que autoridad alguna se sienta competente para enfrentar ese problema.

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