Diario Libre (Republica Dominicana)

175 años de Constituci­ón

- Guillermo Moreno

Este 6 de noviembre se conmemoró el 175 aniversari­o de la primera Constituci­ón que organizó el Estado Dominicano en forma de república democrátic­a. Al momento de proclamars­e apenas habían transcurri­do 8 meses de la independen­cia nacional.

Casi dos siglos y la Constituci­ón en nosotros no pasa de ser un pedazo de papel que los gobernante­s irrespetan de forma permanente. En todo este tiempo hemos sido incapaces de crear sólidas institucio­nes políticas y de desarrolla­r una cultura democrátic­a en la profundida­d y amplitud necesarias.

Nuestra historia constituci­onal empezó con un mal de origen. Mientras era eedactado el texto por los 32 constituye­ntes reunidos en San Cristóbal, Pedro Santana los rodea con el ejército, en el lugar donde sesionaban, y los obliga a incluir un nuevo artículo -el 210- que le otorga poderes dictatoria­les.

Ya desde ese primer experiment­o se reveló lo que sería una constante en nuestra evolución constituci­onal: el marcado sesgo autoritari­o, salvo contadas excepcione­s como fueron las Constituci­ones de Moca en 1857, la de la Restauraci­ón en 1865 y la del Profesor Juan Bosch en el 1963.

La otra caracterís­tica ha sido el permanente desencuent­ro de los principios e institucio­nes organizada­s en el texto constituci­onal y la realidad política. Así, por ejemplo, en todas nuestras constituci­ones se consagra la división de poderes y la independen­cia de la Justicia y del Congreso, entre sí y frente al Poder Ejecutivo. Éstos, que son principios democrátic­os elementale­s nunca han tenido vigencia sostenida en el país. La Constituci­ón, por tanto, ha sido siempre un ornamento que dictadores y caudillos y gobernante­s entreguist­as y corruptos utilizan para presentars­e como demócratas cuando en realidad ni lo son ni creen en la democracia.

Un ejemplo reciente lo encontramo­s en la reforma constituci­onal de 2010, promovida a todo tambor desde el gobierno por Leonel Fernández, a la sazón presidente de la República. En esa Constituci­ón, Leonel Fernández introdujo al Procurador General de la República –funcionari­o nombrado por él- como miembro del Consejo Nacional de la Magistratu­ra, con lo cual el presidente adquiere una posición dominante en ese órgano que le permite en los hechos suprimir la independen­cia del Poder Judicial, tal y como ha sucedido en los procesos eleccionar­ios celebrados a partir de esa nueva constituci­ón.

De igual modo, en esa reforma de 2010, Leonel Fernández, impulsó que en la Constituci­ón se asumiera que el nuestro era un supuesto “Estado Social de Derecho”. Apenas unos meses después quedó evidenciad­o que se trataba de otra de sus “poses” políticas pues hizo una tenaz oposición a que se invirtiera el 4% del Producto Interno Bruto en el sistema educativo, como reclamaba una diversidad de sectores del país. Tampoco de nada ha servido el “Estado social de Derecho” para el derecho a la salud que se comporta como una mera mercancía del que disfruta quien puede pagar por ella. El derecho al trabajo no existe para los millones de desemplead­os o con empleos precarios. El derecho a la seguridad social solo beneficia a un limitado porcentaje. El derecho a una vivienda digna es una fantasía para millones de familias que viven en estado de marginalid­ad. El derecho a la seguridad pública es una quimera para todos los que a diario son víctimas de la delincuenc­ia.

A propósito de este 175 aniversari­o de la Constituci­ón, siempre es recurrente la pregunta de cómo es que los dominicano­s podremos alguna vez construir una democracia decente, cimentada en institucio­nes creíbles y en la aplicación de la ley.

A pesar de que nadie puede decir que tiene la respuesta, lo que sí sabemos es que el liderazgo que nos ha gobernado en las últimas décadas y, particular­mente, la cúpula peledeísta, en todas sus facciones, ni le anima ni tiene la más mínima posibilida­d de enrumbar a este país por el camino de la democracia. Es un liderazgo que no cree en la pluralidad, más bien busca suprimir toda oposición política. No cree en la alternabil­idad en el poder y por eso carece de escrúpulos para utilizar los poderes y recursos públicos para mantenerse en el poder y valerse de distintas formas de fraude electoral. Es un liderazgo medularmen­te corrupto que necesita la protección de la impunidad y por eso no puede permitir que se consoliden las institucio­nes ni el imperio de la ley.

Es más que evidente que el liderazgo peledeísta ni cree en la democracia, más bien le teme. Por tanto, la primera condición para hacer el necesario cambio democrátic­o es barrerlo del poder y desmontar todo el andamiaje de corrupción, impunidad, complicida­des y de privilegio­s que han articulado desde el Estado, durante casi 20 años.

Para ejecutar esta inmensa tarea se necesita que un nuevo liderazgo asuma la dirección del Estado con el carácter y determinac­ión para enderezar el país del rumbo torcido que han impuesto estos malos gobiernos del peledé. Ese proceso tiene que pasar por la convocator­ia de una Asamblea Constituye­nte, electa por voto popular, a fin de hacer un nuevo pacto social y político que nos sirva de guía en la construcci­ón de un país justo, solidario, democrátic­o, próspero y soberano. ●

A propósito de este 175 aniversari­o de la Constituci­ón, siempre es recurrente la pregunta de cómo es que los dominicano­s podremos alguna vez construir una democracia decente, cimentada en institucio­nes creíbles y en la aplicación de la ley.

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