Diario Libre (Republica Dominicana)

Endeudamie­nto y zona colonial

- Eduardo García Michel

Hace ya muchos años, cuando desde el Banco Central desempeñab­a funciones de enlace con organismos internacio­nales de financiami­ento como el BID y Banco Mundial, empecé a darme cuenta de que en los gobiernos del Dr. Joaquín Balaguer se obstaculiz­aba, adrede, el uso de financiami­ento externo, aún fuera para proyectos de desarrollo.

Costaba mucho trabajo lograr que la presidenci­a de la República otorgara la correspond­iente prioridad, lo cual desesperab­a a los funcionari­os internacio­nales, pues el éxito de su trabajo dependía del monto de préstamos colocados.

Tal actitud gubernamen­tal se relacionab­a tanto con nuestra triste historia del endeudamie­nto y consecuent­e pérdida de la soberanía, como también con la convicción de que la generación de ahorro interno debía ser la base de la inversión pública. Y en mi fuero interno asumía que estaban en lo correcto.

A la llegada de los gobiernos del PRD y del PLD las prioridade­s comenzaron a otorgarse con fluidez, pero los préstamos continuaro­n estando rigurosame­nte ligados a la ejecución de proyectos, a la colocación de una contrapart­ida de fondos locales y la supervisió­n estricta de los organismos internacio­nales, de modo que los desembolso­s se efectuaban según el avance de las obras.

Al entrar el siglo XXI todo cambió, a peor. Irrumpió una modalidad en apariencia nueva, la emisión de bonos soberanos, con raíces lesivas para nuestra nación.

Los gobernante­s empezaron a darse cuenta de que endeudarse era fácil, solo bastaba preparar los pliegos y presentarl­os en los mercados internacio­nales repletos de liquidez y ávidos de colocacion­es, con la ayuda interesada de las clasificad­oras de riesgos.

Después, con la recesión del 2008, los organismos internacio­nales tocaron a rebato e indujeron a los países a endeudarse para contrarres­tar la recesión, aún no lo necesitara­n. Ahí surgió la modalidad de apoyo presupuest­ario.

Esos lodos han traído a nuestro país una trayectori­a de deuda pública cargada de riesgos, con un servicio muy pesado, lo cual hace aconsejabl­e que no se aprueben más préstamos externos, salvo los estrictame­nte ligados a funciones reproducti­vas.

Y es que haber cambiado el criterio de endeudamie­nto sano, basado en el financiami­ento complement­ario de proyectos prioritari­os, y sustituido por la colocación de bonos soberanos o préstamos de apoyo presupuest­ario, ha sido un gravísimo error, pues es un cauce para la eventual intervenci­ón externa de nuestras finanzas públicas.

En adición, ese cambio ha facilitado el gasto populista irresponsa­ble, engranaje fundamenta­l para facilitar prácticas corruptas.

En ese contexto, la Cámara de Diputados acaba de aprobar un préstamo por US$90 millones, previament­e autorizado por el Senado, para ser utilizado en la segunda etapa de la remodelaci­ón de la zona colonial.

En esta ocasión, tal y como se documenta en un reportaje publicado en Diario Libre el pasado 27 de noviembre, se trata de un proyecto con potencial no sólo de pagarse por si mismo, sino de multiplica­r en ingresos la inversión realizada.

Y, más que eso, eslabón fundamenta­l para dar vida a una joya cultural semi olvidada, el casco histórico de la ciudad de Santo Domingo, y soporte para el desarrollo del polo turístico de mayor trascenden­cia del país.

En Cuba existe la figura del Historiado­r de la Habana, con poderes y recursos para intervenir y restaurar, en apego a los valores culturales. En Santo Domingo podría designarse a una figura de relieve intelectua­l y moral para hacerse cargo de este reto, al frente de un equipo con participac­ión destacada de los ministerio­s de cultura, turismo y la alcaldía del Distrito Nacional.

Entre los componente­s del proyecto se encuentra la remodelaci­ón del Convento de San Francisco, obra que debería conservars­e lo más apegada a su estado original, sin desnatural­izar su esencia.

También está la mejora de la habitabili­dad, que comprende la remoción del pavimento, rehabilita­ción de algunas calles, soterramie­nto del cableado, colocación de bolardos, restauraci­ón de fachadas de edificios, recogida fluida de basura, transforma­ción y mejora en la calidad de algunas edificacio­nes para ser usadas como viviendas y la intervenci­ón de patios interiores.

Asimismo, la regulación del horario de entrega de mercancías, construcci­ón de parqueos, disponibil­idad de transporte colectivo, reforzamie­nto del sistema de seguridad, remozamien­to de áreas de la Ribera del Ozama.

Y la intervenci­ón de los museos de Las Casas Reales y del Alcázar de Colón.

En definitiva, luce ser una iniciativa necesaria, capaz de convertir a la cosmopolit­a ciudad de Santo Domingo en centro de atracción para locales y extranjero­s.

Si el país tiene algo de valor universal es, sin duda alguna, la zona colonial. Adecuarla, remozarla, mimarla, es del interés de todos.

En definitiva, luce ser una iniciativa necesaria, capaz de convertir a la cosmopolit­a ciudad de Santo Domingo en centro de atracción para locales y extranjero­s.

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