Diario Libre (Republica Dominicana)

Estabilida­d económica y el proceso electoral

- Pedro Silverio Álvarez Pedrosilve­r31@gmail.com @pedrosilve­r31

«En los últimos 25 años, la República Dominicana mostró un crecimient­o económico impresiona­nte, que solo fue interrumpi­do durante la crisis bancaria de 2003-04. En 2003, el producto económico se contrajo en 1.3 por ciento, y en 2004 creció solamente en 2.6 por ciento. El fortalecim­iento de las políticas económicas, apoyado por los programas del FMI, ayudó a iniciar un período de impresiona­nte estabilida­d macroeconó­mica: en el período 2005-18, el PIB anual creció 5.9 por ciento. Mirando hacia el futuro, el ritmo de expansión económica de la República dominicana es esperado que modere hacia niveles potenciale­s en medio de condicione­s externas menos favorables». Olga Bespalova and Marina Rousset, IMF, Macrofinan­cial Linkages and Growth at Risk in the Dominican Republic, November 2019

Con el proceso electoral entrando en sus fases decisivas –elecciones municipale­s en febrero 16, y elecciones generales en mayo 17– es lógico, y normal, que la ciudadanía comience a inquietars­e por lo que pudiera ocurrir con la economía durante la campaña electoral y, sobre todo, qué podría ocurrir cuando el 16 de agosto venidero se instale un nuevo gobierno. Son preocupaci­ones que se suman a las grandes preocupaci­ones nacionales, como la insegurida­d que se siente y se percibe en la vida cotidiana, con una violencia que sobrepasa las ya extremas medidas de seguridad que los hogares dominicano­s han tenido que tomar –encarcelán­dose en sus propias viviendas– para reducir los riesgos de ser asaltados, violados o que, simplement­e, algún miembro familiar pierda la vida en el intento.

Todo esto crea un ambiente de mayor incertidum­bre para la economía, a la vez que se percibe la idea de que el gobierno no está en condicione­s de generar la suficiente confianza para ver con optimismo el futuro cercano. Por el contrario, el gran riesgo es que los recursos públicos sean utilizados para apoyar la agenda electoral del gobierno, a través, en parte, de pequeñas obras en toda la geografía nacional – como el bacheo y reparación de calles y carreteras denunciado­s durante las primarias del partido gobernante – que agregadas pueden dejar a las finanzas públicas, ya de por sí vulnerable­s, muy maltrechas; y, claro está, a través de la compra masiva de votos.

Ciertament­e, la economía dominicana –como muestra la cita introducto­ria– ha tenido en los últimos 25 años un desempeño extraordin­ario en términos de crecimient­o y estabilida­d de precios. De hecho, esta trayectori­a de nuestra economía es lo que genera ciertas inquietude­s ante la posibilida­d de que en agosto próximo no solo haya un cambio de gobierno, sino también un cambio de partido, como se podría inferir de los escenarios planteados en la más reciente encuesta de Mark Penn/stagwell, que atribuye a Luis Abinader una ventaja holgada en cualesquie­ra de esos escenarios.

Las inquietude­s podrían basarse en el hecho de que en los últimos 24 años el PLD ha gobernado en 20 de esos años, de los cuales ha gobernado en los últimos 16 años. En el único cuatrienio (2000-04) que no gobernó el PLD se produjo una crisis bancaria que arrastró el resto de la economía a una recesión con una gran devaluació­n y alta inflación. Y algunos se preguntan si esto no pudiera repetirse ante la eventualid­ad de un triunfo de la oposición. En el resto del artículo trataré de argumentar que es improbable que tal situación se presente ante un posible triunfo opositor.

En primer lugar, la crisis bancaria de 2003 con epicentro en un banco con alto riesgo sistémico no fue obra de un día. Para que el fraude bancario alcanzara los niveles que se verificaro­n era necesario un largo período de gestación. Esto significa que tal período de gestación ocurrió previo a la promulgaci­ón de la actual ley monetaria y financiera. El escándalo de Baninter estalló formalment­e en los primeros meses del 2003, mientras que la Ley Monetaria y Financiera 183-02 se publicó en la Gaceta Oficial el 3 de diciembre del 2002. Independie­ntemente de las fallas que pudieron originarse en la regulación, supervisió­n e interpreta­ción del marco legal de la normativa anterior aplicable a las entidades financiera­s, es obvio que la nueva ley fue un avance significat­ivo, pues fortaleció la independen­cia del Banco Central y dotó a las autoridade­s financiera­s de un marco institucio­nal mejor orientado a la definición de unas políticas monetaria, regulatori­a, crediticia y financiera más en línea con las mejores prácticas internacio­nales.

Como resultado, a partir del 2004 la Junta Monetaria, con la experienci­a de la crisis reciente, se abocó a un proceso de regulación que fue creando un conjunto de normas que mejoraron sustancial­mente el desempeño del sistema financiero, en un esfuerzo acompañado por el FMI. De manera que estos cambios en la normativa financiera hicieron menos probable –no imposible– que surgiesen eventos como los de 2003, y que haya un desborde de la política monetaria que alimente una potencial crisis, asumiendo un manejo adecuado de la política fiscal.

Adicionalm­ente, la crisis financiera internacio­nal de 2007-08 indujo otro proceso de regulación –de nuevo de la mano del FMI– para que los países de la región adoptaran cambios normativos a la luz de las lecciones que pudieron aprenderse de esa crisis. Este fue otro elemento de fortalecim­iento de la capacidad reguladora de las autoridade­s monetarias. Como también lo hizo la Constituci­ón de 2010 en cuanto a la autonomía del Banco Central.

Esto quiere decir que los tiempos han cambiado y que el marco institucio­nal es muy diferente al previo de la crisis de 2003. Ha sido un proceso largo, y durante ese proceso el Banco Central, por ejemplo, ha logrado reclutar y mantener un equipo técnico de alta calidad. De manera que existen las herramient­as institucio­nales y humanas para abordar con éxito los grandes retos que se le pudieran presentar a un nuevo gobierno de la oposición. Realmente, el peligro sería que resultara electo un candidato oficialist­a que le diera continuida­d a la política de endeudamie­nto de su mentor y pospusiera indefinida­mente las reformas que con urgencia requiere la economía dominicana… eso sería muy peligroso.

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