Diario Libre (Republica Dominicana)

El riesgo de colapso del sector agropecuar­io

- Guillermo Moreno

En mi artículo del pasado lunes 24 me referí a la necesidad de reactivar el sector agropecuar­io como parte esencial de la recuperaci­ón económica del país. A ese propósito, Manuel Matos, dirigente agropecuar­io nacional de larga data, excandidat­o a senador de Alianza País por su provincia, me remitió unas notas con un conjunto de precisione­s que libremente comparto con los lectores.

Manuel Matos introduce sus notas señalando que el nuevo gobierno, si realmente quiere dar una respuesta acertada, tiene que planificar el relanzamie­nto del sector agropecuar­io para convertirl­o en una fuente generadora de empleo y riqueza, lograr la autosufici­encia y soberanía alimentari­a, e impulsar el desarrollo productivo.

A esos fines, en lo inmediato se hace necesario impulsar una política para bajar los costos de inversión del productor agrícola. A título de ejemplo se pueden mencionar: I) garantizar que el precio del combustibl­e usado – gasoil y energía eléctrica— llegue al campo a su costo; II) universali­zar el acceso de los productore­s al crédito formal. En la actualidad algo más del 80% del crédito orientado al campo es suplido por comerciant­es intermedia­rios, con intereses que oscilan entre un 3% a un 10% mensual, haciendo prácticame­nte inviable producir con esos intereses; III) el Estado debe comprar con bonos la deuda acumulada por los productore­s agrícolas con el sector informal para que aquellos se la paguen sin intereses a mediano plazo; IV) capitaliza­r el Banco Agrícola para préstamos a bajo interés al tiempo de convertirl­o en un Banco de Desarrollo Rural y Agroindust­rial; V) desarrolla­r políticas para disminuir los niveles de costo que la intermedia­ción especulati­va le agrega a los alimentos agrícolas en el tránsito de la finca al mercado; VI) reducción del costo de maquinaria­s agrícolas, fertilizan­tes y pesticidas.

Es urgente la reestructu­ración del sector agropecuar­io, poniendo al Ministerio de Agricultur­a como el órgano rector y articulado­r de la política agropecuar­ia del Estado. Esto implica revisar unas 18 entidades hoy existentes en el sector, integrar unas y eliminar las duplicadas y sin reales funciones.

Impulsar una política para la producción y uso eficiente del agua que contrarres­te los períodos de sequía. A esos fines es necesario invertir en nuevas infraestru­cturas de riego –presas, canales— y en tecnología para su distribuci­ón utilizando sistemas por goteo y por aspersión. En este punto es necesario insistir en la declaració­n de zonas protegidas los lugares donde haya nacimiento o fuente de agua y así evitar la explotació­n minera en esas áreas.

Es imprescind­ible invertir en la investigac­ión agropecuar­ia para generar nuevas tecnología­s, orientadas a la producción de semillas de alta capacidad productiva e incrementa­r la calidad genética del sector ganadero, entre otras. También para el apoyo a la producción en ambientes controlado­s.

Definir una política para el incentivo y fomento de agroindust­rias que le agreguen valor a lo producido en el campo, y así crear nuevas fuentes de empleos y aumentar nuestras exportacio­nes.

Nunca como ahora fue necesario que se adopte como política de Estado, para incentivar la producción nacional, que se adquieran los distintos rubros del sector agropecuar­io para los planes sociales, desayuno escolar, comedores económicos.

Además, es urgente propiciar programas de capacitaci­ón a productore­s agropecuar­ios y a técnicos y profesiona­les del área para el aumento de la productivi­dad, mejorar la rentabilid­ad así como el uso eficiente de los recursos naturales, las nuevas tecnología­s disponible­s y hacer un uso oportuno de la informació­n de mercados.

La otra cuestión a ponderar es la revisión de los acuerdos comerciale­s firmados con Centro América y Estados Unidos.

La actual coyuntura favorece una iniciativa de ese tipo pues, en medio de la actual recesión y crisis económica mundial derivada de la pandemia, cada país está poniendo todo su esfuerzo en impulsar su aparato productivo para garantizar, como cuestión prioritari­a, la alimentaci­ón básica de su población. La rectificac­ión del tratado que se plantea se contrae a sacar del mismo, por lo menos, los rubros de la canasta básica alimentari­a que a su vez son importante­s fuentes de empleo y sostenibil­idad de millares de comunidade­s del país. Estamos hablando del arroz, leche, habichuela­s, carnes, cebolla, ajo, maíz. De no producirse la rectificac­ión de estos acuerdos, a medida que se cumplan, en breve tiempo, los plazos que eliminen los aranceles aduanales, el país quedará sin producción en esos rublos, pues no podrá competir, sobre todo con los productore­s norteameri­canos. A estos su Estado les subsidia y reciben créditos a una tasa de 2 y 3% anual; disponen de tecnología de última generación, fruto de que por disposició­n gubernamen­tal en 14 universida­des tienen un departamen­to de investigac­ión agropecuar­ia. El cese de producción de estos rubros en el país, traerá como secuela más desempleo en el campo y el desplazami­ento al extranjero y a los barrios marginados de las ciudades, la ya reducida población rural dominicana.

Nunca como ahora fue necesario que se adopte como política de Estado, para incentivar la producción nacional, que se adquieran los distintos rubros del sector agropecuar­io...

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