Diario Libre (Republica Dominicana)

La historia se muerde la cola

- Guillermo Piña Contreras

Todavía se recuerda hoy el discurso de toma de posesión de Antonio Guzmán en 1978. Un discurso casi acusatorio a los doce años de gobierno ininterrum­pidos de Joaquín Balaguer. Un discurso sin concesione­s, casi insultante. Menos de cuatro años después, el presidente Guzmán se daba la muerte en su despacho del Palacio Nacional apenas unos días antes de que fuera sucedido en la primera magistratu­ra por su compañero de partido Salvador Jorge Blanco quien, nadie logra aún explicarse políticame­nte su gesto, se decidió, en las discutidas elecciones de 1986, por Balaguer en perjuicio de su correligio­nario Jacobo Majluta. Una decisión que le costó a Jorge Blanco no sólo la prisión sino también su carrera política y al Partido Revolucion­ario Dominicano (PRD) catorce años fuera del Palacio Nacional.

Los tres períodos de Joaquín Balaguer que se extienden de 1966 a 1978 y que la historia reciente conoce como el “gobierno de los doce años” prescribió para el gobierno del PRD que se inició el 16 de agosto de 2000. Nadie parece recordar que durante esos años fueron objeto de persecució­n política no sólo los dirigentes de la izquierda revolucion­aria (muchos de los cuales fueron asesinados), sino también altos dirigentes del PRD llegando incluso a prohibírse­le al líder del Partido, José Francisco Peña Gómez, por disposició­n de la Comisión de Espectácul­os Públicos y Radiofonía, el derecho a expresarse por radio y televisión. Esos detalles ya son del dominio de la prescripci­ón. Como lo es también la persecució­n y prisión, además del ex-presidente Jorge Blanco, de los funcionari­os del gobierno del PRD durante el período 19821986 y, más reciente aún, la preferenci­a de Joaquín Balaguer por Leonel Fernández, candidato del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en la segunda vuelta de las elecciones presidenci­ales de 1996 en perjuicio de Peña Gómez que lo era por el PRD. Es como si el vértigo del retorno al poder hubiera dado un escobazo a un pasado que hasta los niños de diez años entonces recuerdan perfectame­nte.

Hay que admitir igualmente que en política no hay espacio para los sentimient­os. Habría que admitir también que el pasado es pasado que sólo cuenta el presente y que, como dijo Bosch en su discurso de toma de posesión en 1963: “[…] si a la criatura de Dios no le fue dada la facultad de rehacer su pasado, le fue dada en cambio la de forjar su porvenir. La obra buena de los muertos, como su obra mala, es propiedad de la historia; pero la obra buena del porvenir es el fruto de las buenas intencione­s y de la capacidad para convertirl­a en hechos.”

No se puede avanzar sin recordar un pasado que podría herir la sensibilid­ad de los “aliados” que facilitaro­n la llegada al poder. ¡Vaya pretensión más absurda! Absurda porque el PRD no tuvo necesidad del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), para triunfar en los comicios presidenci­ales de mayo de 2000; absurda, porque el PRD no tuvo necesidad de componer con el PRSC para obtener los resultados arrollador­es en las legislativ­as y municipale­s de mayo de 2002; absurda, porque después de la reforma de la Constituci­ón de 2004 no era necesario seguir haciendo concesione­s a un partido que, después de la desaparici­ón de su líder y fundador el 14 de julio de 2000, se asegura una carrera de partido minoritari­o; absurda, porque el PRD no era la formación política que debía poner en práctica la figura de la censura al impedir que el documental de René Fortunato, La sangre de los doce años, fuera proyectado en el Teatro Nacional, como si protegiera un pasado del que hasta el mismo PRD durante “el gobierno de los doce años” también fuera víctima. Absurdo

que durante el gobierno de Hipólito Mejía (2000-2004), entonces candidato del hoy minoritari­o PRD, buscara proteger un pasado del que ni siquiera el propio Joaquín Balaguer era tan celoso. ¡O tempora o mores!

Marx solía decir que la historia se repite dos veces: en la tragedia y en la farsa. Me parece muy bien este concepto hegeliano retomado por el autor del 18 brumario de Louis Bonaparte. No se repite, cierto, pero se podría agregar que tartamudea y que, por momento, se muerde la cola simulando que se repite.

Puede parecernos que tartamudea, pues la actitud de la alta dirigencia del PLD cerró frente contra la escogencia del expresiden­te Fernández como candidato presidenci­al para los comicios de 2020. Prefirió a Gonzalo Castillo, candidato sin experienci­a ni liderazgo políticos. Se comenta que descartar a Fernández fue por razones personales ¡Vaya usted a saber!

En política no hay espacio para sentimient­os si el poder está en juego. El comité político, liderado por el expresiden­te Danilo Medina, prefirió descartar a Fernández y aventurars­e con un desconocid­o basándose en la idea de que el PLD ganaba con cualquiera. Craso error. Castillo fue derrotado en primera vuelta, como expresaban los sondeos de opinión y las elecciones municipale­s y legislativ­as que precediero­n las presidenci­ales. Todo parece indicar que ningún dirigente del PLD, mareados por el poder, fue capaz de recordar la experienci­a de Jorge Blanco en 1986. Luego de la toma de posesión del presidente Luis Abinader hemos visto desfilar por la Procuradur­ía General de la Repúblicas algunos exfunciona­rios del pasado gobierno y familiares del presidente Danilo Medina. Ya no es tiempo de lamentarse como le recordó Aixa a su hijo Boabdil en 1492 cuando se rindió en Granada: “¡No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre!”. 

Marx solía decir que la historia se repite dos veces: en la tragedia y en la farsa. Me parece muy bien este concepto hegeliano retomado por el autor del 18 brumario de Louis Bonaparte. No se repite, cierto, pero se podría agregar que tartamudea y que, por momento, se muerde la cola simulando que se repite.

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