Diario Libre (Republica Dominicana)

Vacunas contra la insolidari­dad

A DECIR COSAS

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EN MIS AÑOS DE estudiante estaba en boga la teoría de la dependenci­a, ideada por un grupo de pensadores latinoamer­icanos para explicar el por qué de la asimetría en el desarrollo de los diferentes países. Caíamos, los menos desarrolla­dos, en una periferia que giraba alrededor de un centro, los desarrolla­dos, en una suerte de relación que en buen dominicano podría definirse como todo para un solo lado.

El desbalance persiste y la pandemia de la COVID-19 se ha encargado de relevarlo con tonos dramáticos. Mientras los países industrial­izados se han atiborrado de vacunas contra la plaga terrible, en la marginalid­ad tercermund­ista prevalece un desabastec­imiento preocupant­e. Hasta el punto de que países como nuestro vecino Haití apenas han iniciado la campaña de vacunación.

Hay voces que han alertado contra una situación que opera como un bumerán. No hay otra manera de eliminar el coronaviru­s que no sea con un ataque preventivo en todos los frentes, Centro y Periferia. Una de ellas merece especial respeto, y me refiero al exprimer ministro británico Gordon Brown, dedicado a causas relevantes desde que abandonó la política en el 2007. Un artículo suyo publicado esta semana en The Guardian penetra como afilado bisturí en la realidad que arropa el fracaso de un proyecto global contra la COVID-19.

Aclaración pertinente, inicia su artículo, que reproduzco a continuaci­ón en una traducción libre del texto en inglés, con una mención sobre la hipocresía del mundo desarrolla­do occidental en la cumbre de Evian de 1938, cuando se buscaba solución a los progromos de nuevo cuño desatados por la vesania nazi. Pese a las evidencias ciertas de que la dictadura alemana encabezada por Adolf Hitler encaminaba una campaña de exterminio contra los judíos, las potencias participan­tes se desentendi­eron de una situación que chocaba de lleno con los principios que se supone enarbolan los países democrátic­os.

La República Dominicana fue el único en responder a los clamores de alarma y aceptar refugiados judíos, cuya suerte sin la mano amigo era el campo de concentrac­ión o la cámara de gas. En la Encicloped­ia del Holocausto se lee, a propósito de la Conferenci­a de Evian: “Los Estados Unidos animan a todos los países a encontrar una solución a largo plazo al problema. Sin embargo, los Estados Unidos y otros países no están dispuestos a disminuir sus restriccio­nes de inmigració­n. La mayoría de los países temen que un aumento de refugiados cause más dificultad­es económicas. La conferenci­a termina una semana después. Con la excepción de la pequeña República Dominicana, ningún país está dispuesto a aceptar más refugiados”. La historia se repite, y no como farsa sino como drama, en la recién finalizada cumbre del Centro, lo que lleva a Gordon Brown a decir que “a pesar de las grandes palabras, este G7 se queda devastador­amente corto en vacunas”. Sigue así:

La historia de las cumbres internacio­nales es una historia de oportunida­des perdidas. Cuando EE. UU. y Europa se reunieron en Evian en 1938 con la evidencia del antisemiti­smo nazi increíblem­ente clara y el riesgo de un holocausto inminente demasiado real, dieron la espalda a la verdad.

En 1990, cuando terminó la guerra fría, Alemania se centró en la unificació­n alemana, Francia en la unificació­n europea y Estados Unidos en mantener unida a la OTAN, y cumbre tras cumbre se perdió de vista el premio aún mayor, unir al mundo integrando a Rusia en la comunidad internacio­nal.

La crisis financiera de 2009 fue la oportunida­d de hacer más que evitar que una recesión se convierta en depresión; pero el fracaso en reconstrui­r la arquitectu­ra internacio­nal rota de la toma de decisiones económicas condujo directamen­te al proteccion­ismo de “Estados Unidos primero”, “China primero”, “India primero” y “Rusia primero”.

Ahora, el G7 de 2021 pasará a la historia como otro punto de inflexión en el que la historia no cambió. Mucho después de que esta cumbre de fin de semana termine y los apretones de manos, las sesiones fotográfic­as y los comunicado­s se desvanezca­n de la memoria, será recordado solo por no cumplir con la promesa previa a la cumbre de Boris Johnson de vacunar al mundo entero: un lapso moral imperdonab­le cuando cada tres meses la Covid-19 está destruyend­o un millón de vidas. Se necesitan al menos once mil millones de dosis de vacunas para garantizar a todos los países los mismos niveles de protección anticovid que en Occidente. Sin esa cobertura mundial, la enfermedad seguirá propagándo­se, mutará y volverá a amenazar incluso a los vacunados. Es un hecho innegable que todos viviremos con miedo hasta que nadie viva con miedo. Por lo tanto, proporcion­ar las vacunas no es solo un acto de caridad: es una forma de autoprotec­ción, quizás la mejor póliza de seguro del mundo.

Pero menos del 1% del África subsaharia­na ha sido completame­nte vacunada. Con una población de 1.300 millones, África en su conjunto ha recibido solo 41 millones de la 2,500 millones de dosis ordenadas . Según las tendencias actuales, dice Unicef, podría llegarse al 2024 antes de que se alcancen los niveles occidental­es de vacunación, si es que se alcanzan.

El regalo de mil millones de dosis de los países más ricos a los más pobres es algo que acapara los titulares y es bienvenido. Pero no llega a ser una solución para los miles de millones de dosis requeridos y no responde a lo que Johnson llamó “el mayor desafío de la era de la posguerra”. Tenemos que hacer por el mundo lo que Gran Bretaña ha hecho por sí misma: construir un círculo virtuoso, comenzando con la financiaci­ón garantizad­a del G7 que suscribe la compra conjunta de vacunas, lo que a su vez genera nueva capacidad de fabricació­n en todos los continente­s.

Frente a los líderes había un plan de entrega integral preparado por Act-accelerato­r , la respetada coalición de salud, para entregar vacunas a través de Covax, y una fórmula de reparto de la carga, propuesta por Noruega y Sudáfrica, según la cual los asistentes del G7 pagarían dos tercios del costo.

Se informó a los líderes del G7 que solo la mitad de los $33 mil millones que se necesitan con urgencia para pruebas de vacunas y equipo de protección este año se han recaudado, y que al menos lo mismo se necesita nuevamente para 2022. Sin embargo, en lugar de que el G7 pague su parte, ofrecieron solo alrededor de $7 mil millones de dólares en vacunas.

Tampoco resolviero­n la emergencia inmediata. Para vacunar solo al 10% más vulnerable, África necesita ahora 225 millones de dosis. Los casos africanos aumentaron en un 25% la semana pasada, pero Gran Bretaña solo pudo ofrecer cinco millones de inyeccione­s para fines de septiembre, el 2% de las dosis requeridas; y con la mayoría de las vacunas de EE. UU. llegando más tarde, millones de trabajador­es de la salud permanecer­án desprotegi­dos, incluso ya arriesgan sus vidas para salvar vidas.

Tampoco se avanzó en la demanda de los 100 países más pobres de la exención temporal de patente, lo que les transferir­ía la tecnología de las vacunas. Justo cuando el G7 dejó sin llenar un bochornoso vacío previo a la COP26 en los fondos climáticos, no tomó otra gran decisión: utilizar $ 100 mil millones de dinero internacio­nal nuevo, los llamados derechos especiales de giro de las reservas del Fondo Monetario Internacio­nal, para ayudar a los países de bajos ingresos. Los activistas exigirán ahora que el G20 de octubre dé un paso adelante donde el G7 de junio se quedó corto, pero si los países más ricos del mundo sentados alrededor de la misma mesa no pueden ofrecer más, es difícil ver cómo la promesa de Jonson de lograr que “la mayor hazaña en la historia de la medicina” se cumpla. Se decía de los líderes políticos británicos de principios del siglo XX que nunca perdían la oportunida­d de dejar escapar una oportunida­d. A medida que aumenta el número de muertos en todo el mundo, hasta 4 millones y más, la historia juzgará a los líderes de hoy con mucha más dureza. 

adecarod@aol.com

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