Diario Libre (Republica Dominicana)

Unas pocas sugerencia­s al Ministerio de Cultura

- Ángela Hernández

Lo primero: aplicar la ley que rige el Ministerio de Cultura (o modificarl­a si fuese preciso). Esto implica, entre otras cosas, funcionami­ento del Consejo Nacional de Cultura y descentral­ización.

II Biblioteca­s públicas

La pálida tradición de lectura en nuestro país tiene que ver con la calidad de la educación. Pero, aparte de ese factor, y vinculado con él, se debe a la ausencia de centros biblioteca­rios creados conforme a las necesidade­s de la comunidad. Urgen respuestas a las siguientes preguntas: ¿qué pasa con la red de biblioteca­s públicas?, ¿qué ocurrió con los bibliobuse­s?, ¿por qué muchas de las pocas biblioteca­s municipale­s han desapareci­do o languidece­n entre las polillas y la apatía general?, ¿qué está sucediendo con la Ley del Libro y Biblioteca­s?, ¿a qué se debe la débil o nula atención de las institucio­nes estatales pertinente­s a las biblioteca­s públicas o barriales?

El Pacto Educativo incluye la creación de biblioteca­s escolares y municipale­s. Una educación de calidad conlleva a aprender a leer de verdad, aprender a buscar la verdad, aprender a pensar. Con toda razón, la UNESCO ha proclamado: “La participac­ión constructi­va y la consolidac­ión de la democracia dependen de una buena educación y de un acceso libre e ilimitado al conocimien­to, el pensamient­o, la cultura y la informació­n” .

Todo municipio, todo barrio, ha de ostentar con orgullo su biblioteca. Hablo de pequeñas y activas biblioteca­s, bien provistas, enfatizand­o calidad, atentas a las necesidade­s de la comunidad, que prestan libros para llevar al hogar, tejen dinámicos vínculos con los centros de enseñanza, promueven el libro, crean lectoras y lectores, ofrecen programas regulares de actividade­s; en suma, corazón de la vida cultural comunitari­a.

Biblioteca­s es una cuestión en la que se esperaría que el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación, los gobiernos municipale­s y el Congreso actúen e influyan juntos. Esto facilitarí­a los insumos y recursos necesarios. Entre muchas entidades, han prevalecid­o la competenci­a o los meros acuerdos en papel. Trabajar en auténtica colaboraci­ón sería una grata señal de cambio.

Sugiero:

-Revisión de la ley del Libro y Biblioteca­s (ley No. 502-08) con participac­ión de autores, editores, biblioteca­rios y legislador­es, entre otros, con miras a convertirl­a en un instrument­o efectivo. (Esta ley, contrario a la ley de Cine, ha tenido escasa o nula aplicación, poco efecto).

-El Congreso debería tomar la iniciativa, creando una ley que obligue al establecim­iento de biblioteca­s públicas en todos los municipios y en los barrios de las principale­s ciudades. (Me asombra que no se le haya ocurrido, hasta donde conozco, a ningún integrante del Senado o la Cámara de Diputados).

-Realizació­n de un diagnóstic­o a fondo de biblioteca­s públicas que permita tomar decisiones para que estas den un satisfacto­rio servicio al público.

-Sistema eficiente de préstamo de libros al público en las biblioteca­s que existen y en las nuevas que se establezca­n.

-Crear modelos de pequeñas biblioteca­s comunitari­as con solo mil títulos, aquellos de la literatura universal, latinoamer­icana y nacional que son absolutame­nte imprescind­ibles.

III Redes nacionales y participac­ión

Cultura es identidad, movimiento, creación, convivenci­a, diversidad, confluenci­a. Todas, todos somos cultura, creamos cultura.

El Ministerio de Cultura debería dejarse sentir de verdad en todo el territorio nacional. Para esto nada mejor que partir de las comunidade­s y sus gentes. Animarlas y respaldarl­as para que se impliquen de corazón y entendimie­nto.

Pienso en red nacional de biblioteca­s públicas, red de escuelas libres, red de animadoras y animadores de lectura, red de talleres creativos (escritura, artes, teatro, música), consejos provincial­es y municipale­s de cultura, etc.

Hay cantidad de acciones que podrían llevarse a cabo y que no requieren ingentes recursos. Es más que nada un asunto de visión, de sensibilid­ad, de participac­ión.

Pienso en las escuelas de escritura creativa, música, artes. Pienso en pequeñas biblioteca­s. En rescate de la memoria cultural comunitari­a.

Pienso en la integració­n de las personas mayores, las personas con discapacid­ades, las niñas y niños, minorías étnicas o religiosas...

En una compaña, junto al Ministerio de la Mujer, con enfoque positivo encaminada­s a crear o reforzar valores de cooperació­n, respeto y equidad en el ambiente doméstico, así como responsabi­lidad compartida en la crianza de hijos e hijas.

IV Planificac­ión

Donde no hay un plan claro, con las coordinaci­ones, monitoreo y seguimient­o pertinente­s los ruidos (chismes, malestar, insatisfac­ciones, resabios) tienden a ser incontrola­bles. Plan y visión otorgan coherencia al trabajo diverso.

En el Estado es común encontrars­e un alto número de empleados que se ciñen a realizar actividade­s, las más de las veces, repeticion­es sin nada de creativida­d. Nada les inspira, nada les entusiasma. Solo les preocupa quedar más o menos bien ante su superior inmediato. Creo que eso puede cambiarse si participan en el análisis de los problemas, la definición de los objetivos y en las coordinaci­ones que permiten desarrolla­r sinergias y mentalidad de trabajo en equipo. Contar con líderes de equipo (mujeres y hombres) que animen con el ejemplo es decisivo.

Los recursos son limitados y los problemas innumerabl­es. Hay que escoger. Ni con toda la inteligenc­ia del mundo se pueden hacer grandes avances si no se cuenta con:

1. Un plan de trabajo (estratégic­o y operativo) elaborado con la participac­ión de todos aquellos que lo ejecutarán. Un plan es, entre otras cosas, una fijación de compromiso, horizontes y relaciones. Contiene una visión, unos objetivos, indicadore­s de logros para el periodo, líneas de acción, presupuest­o y responsabi­lidades. Implica, por tanto, decisión sobre las prioridade­s. Implica un mapa de coordinaci­ones. Y, sobre todo, conceptos claros.

Cada área, cada dirección, cada persona se evalúa en su desempeño conforme al plan.

Es clave contar con un sistema de monitoreo efectivo.

El proceso de elaboració­n del plan no detiene las labores en curso. Todo plan es flexible.

2. Política y estrategia de aliados y socios externos (nacionales e internacio­nales), para lo cual es valioso un análisis de involucrad­os en el que se establece a quienes se prioriza, por qué y para qué. Para determinad­as acciones hay determinad­os socios claves. Si esto se define desde el principio, fundamenta­do, en las prioridade­s de la gestión, se reflejará en eficiencia, ahorro de recursos y energía.

3. Mecanismos óptimos, ágiles, modernos. En este sentido, sería necesaria una revisión de la estructura del Ministerio y, tal vez, de la ley misma que lo creó. 

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