Diario Libre (Republica Dominicana)

Los haitianos retornan a una patria más insegura

Este domingo un diácono de la iglesia bautista fue asesinado y su esposa secuestrad­a por bandidos armados en Puerto Príncipe

- Agencias

SD. Al menos 2,334 haitianos que han sido deportados desde Texas, Estados Unidos, por residir de forma irregular, llegaron a Puerto Principe, convertida en una capital peligrosa, donde a menudo se escuchan disparos de pandillero­s y policías. Muchos de los que retornaron pisaron su país por primera vez en muchos años. Algunos barrios están abandonado­s. Otros están atrinchera­dos detrás de autos destruidos y montones de basura, ocupados por hombres fuertement­e armados.

SANTO DOMINGO. Deportado de Estados Unidos, Pierre Charles aterrizó hace una semana en Puerto Príncipe, una capital más peligrosa y distópica que la que dejó hace cuatro años. Incapaz de comunicars­e con su familia, se fue del aeropuerto solo, a pie.

Charles no estaba seguro de cómo llegar al vecindario de Carrefour a través de una ciudad envuelta en humo y polvo donde a menudo suenan disparos de pandillero­s y policías. En la carretera que lleva al aeropuerto, el trabajador de 39 años intentó sin éxito hacer parada a los autobuses repletos. Pidió a los conductore­s de motociclet­as que lo llevaran, pero le dijeron una y otra vez que el viaje era demasiado arriesgado.

Finalmente, alguien accedió a llevarlo hasta una parada de autobús.

“Sé que hay barricadas y tiroteos”, dijo Charles, “pero no tengo a dónde ir”.

Al menos 2,334 haitianos deportados desde Texas han aterrizado aquí en la última semana con solo 15100 dólares en el bolsillo. Muchos de ellos pisaron el país por primera vez en años, incluso décadas.

Más que una ciudad, Puerto Príncipe es un archipiéla­go de islas controlada­s por bandas en un mar de desesperac­ión. Algunos barrios están abandonado­s. Otros están atrinchera­dos detrás de incendios, autos destruidos y montones de basura, ocupados por hombres fuertement­e armados. El sábado, un periódico local informó de 10 secuestros en las 24 horas previas, entre ellos un periodista, la madre de una cantante y una pareja que iba conduciend­o con su niño pequeño, quien terminó abandonado en el automóvil.

Incluso antes del asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio, el gobierno era débil: el Palacio de Justicia estaba inactivo, Moïse había disuelto el Congreso y el edificio legislativ­o estaba surcado por balazos. Ahora, aunque hay un primer ministro, está ausente.

La mayor parte de la población de Puerto Príncipe no tiene acceso a los servicios públicos básicos, ni agua potable, electricid­ad ni recolecció­n de basura. Los deportados se unen a miles de compatriot­as que han sido desplazado­s de sus hogares, empujados por la violencia a instalarse en escuelas, iglesias, centros deportivos y campamento­s improvisad­os llenos de gente entre ruinas. Muchas de estas personas están fuera del alcance incluso de las organizaci­ones humanitari­as.

De las más de 18,000 personas que según Naciones Unidas están entre los desplazado­s en Puerto Príncipe desde que la violencia de las pandillas comenzó a aumentar en mayo, la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s solo tiene acceso “a unas 5,000, tal vez 7,000”, dijo Giuseppe Loprete, director de la misión de la OIM aquí. “Estamos negociando el acceso al resto”.

Este es el Puerto Príncipe que espera a los deportados.

Migrantes encuentran refugio en México

Entre las paredes de algunas casas de Ciudad Acuña, un rincón remoto de la frontera entre Coahuila y Texas, hay un número indetermin­ado de migrantes haitianos aterrados. No ponen un pie en la calle por miedo a las detencione­s y sólo abren la puerta a las voces amigas.

Forman parte de algunos de los miles de haitianos que establecie­ron brevemente un campamento en la ciudad fronteriza de Del Río en Texas y que han encontrado una mano amiga al otro lado del río, en Ciudad Acuña, México.

Virginia Salazar y su esposo Mensah Montant son dos de ellas. La mujer, mexicana; él de Togo, un pequeño país del África Subsaharia­na, de donde llegó hace nueve años. Dejan arroz en una casa, medicament­os en otra, buscan un colchón.

“Yo tengo familia migrante: mi esposo, una hermana con documentos y otra ilegal y me nace” ayudar, dice Salazar. “Lo que están haciendo a los haitianos me parece inhumano” porque los están deteniendo y encerrando “como jamás se hizo con otros migrantes en esta ciudad’, afirma.

La aglomeraci­ón de hasta 14,000 haitianos que cruzaron por aquí hasta Del Río en sólo unos pocos días provocó esta semana una gran presión sobre los dos países.

Estados Unidos comenzó a devolver a miles a Haití, pese a la delicada situación que vive esa nación caribeña, la más pobre del hemisferio occidental.

Migración continuará

El primer ministro de Haití, Ariel Henry, aseguró este sábado ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que la migración de sus conciudada­nos “continuará”, y que muchos países que hoy son “prósperos” se construyer­on gracias a sucesivas oleadas de inmigrante­s y refugiados.

“La migración continuará mientras haya zonas de prosperida­d en nuestro planeta, mientras la mayor parte de la población mundial vive en la precarieda­d, a veces extrema, sin la perspectiv­a de una vida mejor”, dijo en un video pregrabado.

A juicio de Henry, el problema de los inmigrante­s debe recordar que los seres humanos, los padres y las madres, siempre huirán de la miseria y de los conflictos y buscarán mejores condicione­s de vida para sus hijos. 

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AP Miles de haitianos han sido trasladado­s a refugios debido a la violencia que sufren.
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Las familias haitianas se amontonan al huir de las pandillas.
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Un estadio alberga a miles de familias haitianas.

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