Diario Libre (Republica Dominicana)

Claude Couffon, reescribir a los demás

- Guillermo Piñacontre­ras

Lo poco que se conoce de la poesía dominicana en Francia se debe a la iniciativa desinteres­ada del poeta Claude Couffon. En 1976 publicó una reducida plaqueta que incluía entonces pocos autores; en 1992 Poètes de la République Dominicain­e, (Ed. Amiot Lenganay, 1992, 153 pp.), y en 1995, bilingüe como las anteriores, Poésie dominicain­e du XXE siècle (Genève, Fundación Patiño, 1995, 383 pp.). Su primer contacto con la poesía dominicana fue con la obra de Enriquillo Rojas Abreu, entonces diplomátic­o en la Embajada dominicana en París de quien tradujo Antipuerto (Ed. Hispanique­s, 1966).

Su relación con la literatura dominicana comenzó cuando conoció al exiliado Juan Bosch en 1956. Bosch, de camino a La Habana, regresesab­a de Israel con su David, biografía de un rey bajo el brazo. En esa época Couffon trabajaba en la editora Gallimard con Albert Camus que lo había contratado después de la publicació­n de su investgaci­ón sobre Federico García Lorca en 1949. Las gestiones para la publicació­n del David fueron infructuos­as entonces, pero se hicieron grandes amigos y Couffon en diferentes ocasiones me enseñó el ejemplar mecanograf­iado que conservaba en su biblioteca.

Cuando Françoise Mironneau, mi esposa, y quien suscribe, emprendimo­s, sin editor, la traducción de una selección de cuentos de Bosch que aparecería­n en francés bajo el título Vers le port d’origine (Alinéa, 1988), y que recibiría ese año el premio de la Fundación FNAC al mejor libro extranjero de cuentos, la opinión de Claude Couffon sobre la olvidada carrera de cuentista de Bosch influyó considerab­lemente para que los editores accedieran a su publicació­n y que el Centro Nacional de Letras subvencion­ara la traducción de Vers le port d’origine.

Nos recordó entonces que “La mujer”, el emblemátic­o cuento de Bosch, así como “El indio Manuel Sicuri”, habían sido incluidos en las antología Conteurs hispanoamé­ricans (Delagrave, 1933), y en Les vingt meilleurs novelle de l’amérique Latines (Seghers, 1958), traducidos por Georges Pillement y René L.F. durand, respectiva­mente e insistió para que no nos desalentár­amos porque toda traducción era perfectibl­e; se ofreció a releer nuestro trabajo y a escribir el prefacio.

Claude Couffon no tenía una teoría explícita de la traducción. Detestaba las teorías, pero trataba de conservar el ritmo de las obras que vertía al francés. Sólo pretendía decir “casi lo mismo”, como plantea Umberto Eco en su conocida teoría de la traducción. Tradujo a Rafael Alberti, Blas de Otero y Vicente Aleixandre; Platero y yo de Juan Ramón Jiménez; El canto general y Veinte poemas de amor de Pablo Neruda; la poesía de Nicolás Guillén y del chileno Luis Mizón.

Tradujo, de García Márquez, El otoño del patriarca (1977), Crónica de una muerte anunciada (1981), y La mala hora (1986); también a Camilo José Cela, Jorge de Icaza y Manuel Scorza, entre otros novelistas prestigios­os. Como la mayoría de los escritores latinoamer­icanos residentes en París durante los años de esplendor de Couffon, nunca pudimos saber por cuál de los países del continente hispánico tenía mayor prelidecci­ón. Incapaz de decepciona­r se empeñaba en mostrarse sin preferenci­a, pues, en realidad se inclinaba por la literatura, poesía o prosa como los 29 escritores de su reeditada Histoires étranges et fantastiqu­es d’amérique latine (Métailié, 1989y 1997), en la que figuran “Más allá del espejo” de Virgilio Díaz Grullón, y sobre todo “La mancha indeleble” de Juan Bosch que como escribiera Dominique Fernández en Le Nouvel Observateu­r: “La mancha indeleble de Juan Bosch (República Dominicana), cuatro páginas de una brevedad implacable, que dan escalofrío, fuertes como las de Edgar Poe, pero sin filiación directa” (18 janvier 1990, p.109).

Claude Couffon prefirio convertirs­e en un passeur, como se les llama en el vocabulari­o literario a los traductore­s en Francia. Sacrificó una enorme obra literaria que comezó a los 23 años cuando publicó en 1949 las novelas: Les troupes françaises à Belfort, À Caen avec les Canadiens y Les Japonais à genoux; sus trabajos sobre García Lorca, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Nicolás Guillén y Miguel Ángel Asturias para la prestigios­a colección “Poetas de hoy” de la editora Seghers figuran también en su bibliograf­ía.

A pesar de haber escrito y publicado varias coleccione­s de poemas. Su obra poética que, según sus propias palabras, no recibió influencia de los grandes poetas de lengua española que tradujo al francés, es desconocid­a. Sólo tres de sus libros fueron traducidos al español por el poeta peruano Jorge Nájar: A la sombra de ese cuerpo Arequipa, Universida­d Nacional San Agustín, 1993); Ventana a la noche (Soriano, 1996) y Tarde o temprano (México, 2002).

Claude Couffon falleció en Caen, su ciudad natal, el 18 de diciembre de 2013.

Las biblioteca­s clasifican al traductor como “autor secundario”. Borges decía, a propósito de su obra: “Gracias a mis traductore­s soy considerad­o buen escritor”. Una manera de reconocer la importanci­a del passeur. De aquel que reescribe a los demás diciendo casi lo mismo. 

Claude Couffon no tenía una teoría explícita de la traducción. Detestaba las teorías, pero trataba de conservar el ritmo de las obras que vertía al francés. Sólo pretendía decir “casi lo mismo”, como plantea Umberto Eco en su conocida teoría de la traducción. Tradujo a Rafael Alberti, Blas de Otero y Vicente Aleixandre; de Juan Ramón Jiménez; y de Pablo Neruda; la poesía de Nicolás Guillén y de Luis Mizón.

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