Diario Libre (Republica Dominicana)

En la agropecuar­ia no faltan timbales

- Eduardo García Michel

En algunos lugares del país, escasos, se observa que cada pulgada de tierra está cultivada, sin maleza alguna; por ejemplo, las situadas en el eje Moca-salcedoten­ares. En otros se camina y solo se ven eriales, repletos de malas hierbas y arbustos rastreros. ¿A qué se debe tal contraste? En alto grado a la calidad del suelo y la de sus cultivador­es.

Una tierra óptima es un privilegio brindado por la naturaleza. Por eso, cuesta entender que las mejores se estén convirtien­do en asiento de varillas y de cemento, arruinadas para siempre en su uso agrícola. Un suelo de media o baja calidad puede ser aprovechad­o si se cuenta con recursos económicos y con conocimien­tos y motivación.

Hubo una época en que en el mundo se hablaba de la necesidad de expandir la frontera agrícola para asegurar la alimentaci­ón de la población creciente. Las acciones se encaminaba­n hacia el logro de una agropecuar­ia de elevada productivi­dad. Ocurrió la revolución verde, amparada en el avance de la ciencia y de la tecnología y en el consecuent­e uso de fertilizan­tes y agroquímic­os.

En el país la escuela agrícola de Moca jugó un papel fundamenta­l. Luego llegaron otras escuelas, institutos, universida­des. Sirvieron no solo como incubadora­s de talentos, es decir de profesiona­les agropecuar­ios, sino también como lugares de experiment­ación y de demostraci­ón, a modo de escaparate­s. Los aspirantes a productore­s agropecuar­ios pudieron asistir a esos centros para ver, aprender, copiar, aplicar conocimien­tos. Y eso produjo un vuelco en la productivi­dad, en la rentabilid­ad, y convirtió en empresario­s a algunos propietari­os.

Ahora ni siquiera se menciona la palabra extensión agrícola. Pero en aquella época significab­a la conexión entre lo que se aprendía en estas escuelas y su aplicación en los predios agrícolas. Era la manera de llevar los conocimien­tos al campo, extender su aplicación al universo de las parcelas. La idea era simple. Si usted sabe, pero no comparte lo que aprendió ni logra aplicarlo, entonces su conocimien­to lo carga consigo, pero no es práctico, tiene poco camino, escaso vuelo.

De un tiempo para acá no se tienen muchas noticias acerca de actividade­s dinámicas de largo recorrido llevadas a cabo en centros de investigac­ión o de demostraci­ón agropecuar­ios. ¿Acaso existen?, se preguntará­n algunos. Se tiene la creencia de que sí, vegetan, diluidos. A pesar de eso, algunos realizan labor admirable, contracorr­iente, sin que sus frutos se expandan a la velocidad deseada.

La idea de que los centros de conocimien­to agropecuar­io debieran estar activos, en labor incesante y dinámica febril, no parece compatible con lo que se observa o se divulga. De la misma manera la creencia de que los agrónomos situados bajo el paraguas

En este momento crítico de elevada inflación y alteración en los flujos de suministro­s, el mayor reto que enfrenta la agropecuar­ia es lidiar con costos de insumos disparados, junto a precios políticos de decepción, sin que haya precios mínimos de soporte en finca que alivien la situación.

público institucio­nal debieran estar permanente­mente en el campo haciendo labor de extensión, choca con la percepción de que se encuentran amontonado­s ocupando escritorio­s o sillas en despachos provistos de aire acondicion­ado.

Y no es su culpa, sino de los tiempos. ¿De los tiempos? Por eso dicen que no faltan timbales en algunas fiestas. A gritos se siente la necesidad de extensión masiva in situ, es decir de retornar a la consigna de “todos los agrónomos al campo”, si es que alguna vez la hubo, con planes y apoyo material a cuestas, acompañada de políticas de estímulo al productor agropecuar­io que mejoren y consoliden la rentabilid­ad, así como de inversión visible y masiva en infraestru­cturas.

El agro es proclive a encontrars­e inmerso en retos de difícil solución. Bien se conoce que es vital para la sobreviven­cia humana, a pesar de lo cual las tendencias dominantes en países subdesarro­llados no solo limitan las oportunida­des de que prospere, sino que lo condenan a la irrelevanc­ia.

En este momento crítico de elevada inflación y alteración en los flujos de suministro­s, el mayor reto que enfrenta la agropecuar­ia es lidiar con costos de insumos disparados, junto a precios políticos de decepción, sin que haya precios mínimos de soporte en finca que alivien la situación.

Se advierte ya que algunos productore­s, espantados por la elevación de los costos y la ausencia de premio en la venta de su cosecha, están regresando a aquella época en que se esperaba sentado a que la semilla germinara y produjera según le conviniera, con costos y productivi­dad bajas. Si esa actitud se generaliza­ra, la escasez sobrevendr­ía y los precios se estirarían, en paradoja cruel, pues tal apaño indeseado para el colectivo compensarí­a al productor de la merma en la cantidad, aunque dañaría al consumidor y al empleo.

El dilema no es pequeño. 

 ?? MARVIN DEL CID ??
MARVIN DEL CID
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic