Diario Libre (Republica Dominicana)

Código laboral, informalid­ad e inmigració­n indocument­ada

- Eduardo García Michel

La ley de seguridad social aprobada en 2001 constituyó un gran avance en materia social, económica y financiera. En el proceso de discusión del proyecto de ley se planteó establecer una alta tasa de cotización a cargo de los empleadore­s, más del doble que la del trabajador, a cambio de aliviar las cargas del pasivo laboral (cesantía) para dar flexibilid­ad al mercado y eliminar su componente confiscato­rio. Y también introducir un seguro de desempleo.

Al final no se hizo así, a pesar de que la medida se acordó en los cenáculos del poder. La ley se aprobó sin modificar el Código laboral, ni crear el seguro de desempleo. Prevaleció la vieja práctica de eludir el costo político, aunque el potencial del país quedara mediatizad­o.

La consecuenc­ia ha sido la expansión del mercado informal, la profundiza­ción de la desprotecc­ión social y el auge de la inmigració­n indocument­ada.

Los empleadore­s contratan mano de obra haitiana no porque sea más barata que la dominicana, sino porque está libre del pago de las cotizacion­es a la seguridad social y del cumplimien­to de las normas laborales (cesantía), por ser parte del mercado informal y estar fuera de las regulacion­es.

Esa circunstan­cia permite a grupos de empleadore­s compensar las penalizaci­ones de políticas públicas de que son objeto (laboral, fiscal, cambiaria) y generar rentabilid­ad, al tiempo de que prevalece un vacío institucio­nal y el país entra en un terreno conflictiv­o para la cohesión de la sociedad, con parte de su población huyendo al exterior por falta de oportunida­des.

Los empleadore­s contratan mano de obra haitiana no porque sea más barata que la dominicana, sino porque está libre del pago de las cotizacion­es a la seguridad social y del cumplimien­to de las normas laborales (cesantía), por ser parte del mercado informal y estar fuera de las regulacion­es.

En concreto, por el lado de la demanda de mano de obra se han creado condicione­s propicias para la llegada y permanenci­a de trabajador­es indocument­ados, mientras que por el lado de la oferta la situación de pobreza que impera en Haití convierte a su población en potenciale­s emigrantes indocument­ados hacia la República Dominicana.

El efecto que tiene esta conjunción de fuerzas es el de estimular la conformaci­ón de un flujo creciente de inmigrante­s haitianos que pone rumbo hacia el país y tiende a deprimir el salario en el mercado de trabajo por la presencia de abundante mano de obra irregular.

Este proceso se facilita por la existencia de una frontera porosa en que se comerciali­za y se cobra un peaje por dejar que indocument­ados crucen la frontera (fallas en los mecanismos de control y de seguridad). Y por el incumplimi­ento de la relación 80/20 de trabajador­es dominicano­s por extranjero­s contratado­s, que el Estado dominicano no se ocupa de hacer cumplir para beneplácit­o de empleadore­s y de indocument­ados.

Hasta ahí lo dicho solo se refiere a las relaciones de trabajo y de producción, salarios y beneficios.

Lo más grave es que se ha ido constituye­ndo una población numerosa de haitianos que ya ocupa porciones extensas del territorio, lo que da lugar a un proceso de desnaciona­lización creciente, puesto que su intención es permanecer en el país y aspirar a obtener derechos políticos en el futuro, sin que hayan sido autorizado­s a ingresar, ni muestren intención alguna de aceptar ni de asimilar los parámetros culturales dominicano­s.

Si el pueblo dominicano quisiera conservars­e como nación soberana, con sus caracterís­ticas propias, no tiene más remedio que empezar a cambiar, con urgencia, esta situación de tan alta peligrosid­ad.

Entre otras cosas es fundamenta­l modificar, sin perjudicar los derechos adquiridos, los aspectos del Código de Trabajo que dan rigidez al mercado, para quitar a la cesantía su aspecto confiscato­rio y limitarla en su relación con el tiempo trabajado. Esto permitiría impulsar el mercado formal, la protección social y la obtención de salarios dignos.

Junto a lo anterior, es imprescind­ible controlar el ingreso de inmigrante­s por la frontera y poner en vigencia la normativa del porcentaje 80/20 de dominicano­s contratado­s con respecto a trabajador­es extranjero­s formales e informales. Esto implica el diseño de un plan lineal de desmonte de indocument­ados contratado­s, así como establecer y aplicar sanciones fuertes a los empleadore­s que incumplan.

Hay dos sectores productivo­s inmersos casi en su totalidad en la informalid­ad y en la contrataci­ón masiva de indocument­ados, que requieren de atención especial: el agropecuar­io y la construcci­ón. El cómo hacerlo es materia reservada a los gurús de la economía. El cuándo es materia de todos y significa ya, ahora.

En adición, habrá que diversific­ar las inversione­s públicas para corregir el sesgo desproporc­ionado que existe en favor de las urbes y en contra del área rural. Y también institucio­nalizar los subsidios y canalizarl­os por vía de la seguridad social (salud y pensiones). 

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