Diario Libre (Republica Dominicana)

Ucrania: La realidad de los relatos en conflictos

- Nelson Espinal Báez

Aunque en déficit mundial, la democracia y sus institucio­nes tienen mucho “soft power”. Es atractiva, persuasiva, tiene sex appeal. Ahí radica su hegemonía y vigencia. Ahora bien, es vital entender que la democracia no es un producto de exportació­n ya que es la cultura y la tradición de una nación lo que determinan sus preferenci­as políticas.

La experienci­a histórica de Occidente no es la de China, ni la de los países musulmanes. Europa pasó por la Edad Media, después por el Renacimien­to donde pusieron al ser humano como el centro de la creación, después vino Descartes que dividió “la divinidad, el hombre y la naturaleza”, más adelante vino Newton y concibió el universo como un gran mecanismo medible y hasta cierto punto predecible, pasaron por la Ilustració­n que ha puesto la duda en el centro del debate racional. La democracia es un producto netamente Occidental, científica, filosófica y políticame­nte hablando.

Hoy estamos en la cuarta revolución industrial la cual no es mecánica, sino cuántica, pero el déficit de la democracia es tan real, que sería imposible acordar por consenso la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos. Y como hemos expresado anteriorme­nte, con la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética se cometió el error de tratar a Rusia como la derrotada, cuando el derrotado fue el comunismo.

Por ello es oportuno ponderar que para abordar y gestionar conflictos existen varias metodologí­as, una de las más interesant­es es la Metodologí­a Narrativa. Nos permite valorar y entender los argumentos que sostienen las partes confrontad­as.

Un ejemplo actualment­e en desarrollo

Hoy estamos en la cuarta revolución industrial la cual no es mecánica, sino cuántica, pero el déficit de la democracia es tan real, que sería imposible acordar por consenso la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos.

se evidencia en la Guerra de Ucrania. Por un lado, encontramo­s la interpreta­ción pro rusa, la cual establece su foco en el avance de la OTAN que, de 12 naciones fundadoras, hoy son 30, muchas de ellas pertenecie­ntes a la antigua Unión Soviética. Lo que el Kremlin interpreta como una amenaza creciente para la seguridad de Rusia, argumento con el que intenta justificar la invasión.

El argumento opuesto, es la interpreta­ción pro norteameri­cana que se fundamenta en “los delirios imperialis­tas y la locura tiránica” de Putin. Motor de una invasión ofensiva que el Kremlin intenta disfrazar como defensiva.

Aunque la narrativa de Putin pudiera tener parte de la verdad, pues en efecto, el crecimient­o de la OTAN bien puede representa­r una preocupaci­ón legítima para Rusia. Hay que decirlo con claridad, eso jamás es causa justificad­a para invadir Ucrania, y sí representa una violación flagrante al Derecho Internacio­nal y de los pactos previament­e firmados por las partes.

Además, el gobierno ruso autodescal­ifica su argumento defensivo, cuando afirma reiteradam­ente que “Ucrania no es una nación con derecho propio ya que es parte integral de Rusia, su historia y su cultura”. Invocando indirectam­ente la vigencia del “choque de civilizaci­ón con tintes religiosos de Eurasia contra Occidente. En el marco del enfoque de Putin, Moscú es la ‘tercera Roma’, centro de un dominio claramente antieurope­o…” (F. Mires).

De esta forma se fortalece el argumento de que no es la OTAN la que ha avanzado en esta parte del mundo, sino que es la democracia y la libertad de Occidente la que ha ganado terreno. Y que son los países antes sometidos a la esfera soviética y fronterizo­s los que buscan garantizar su libertad con la integració­n a la OTAN, para protegerse del Kremlin. Como lo estamos viendo también con Finlandia y Suecia que ya anunciaron su adhesión a la OTAN.

Un reconocimi­ento que la democracia y el libre mercado es atractiva para este conjunto de países, que han mejorado su nivel de vida en las últimas décadas. Conviviend­o con la vigencia del pluralismo, la libertad de expresión, el estado de derecho, el respeto a los derechos humanos, vigentes en Europa. Los hechos parecen evidenciar que es precisamen­te el temor al modelo político económico de Rusia, lo que explica su pérdida de atractivo para los países de Europa del Este.

Los temores anunciados por Putin se convirtier­on en una profecía autocumpli­da, que resultó ser justo lo opuesto a lo que quería alcanzar con la invasión: Quería intimidar a sus vecinos para que no se adhieran a la OTAN, pero la acción militar directa, demostró justo cuán importante es ser miembro de la alianza.

El plan estratégic­o político-militar de EE. UU. contra Rusia, originalme­nte elaborado por la Rand Corporatio­n y presentado al Congreso Norteameri­cano el 5 de septiembre del 2019 bajo el título “Overextend­ing and Unbalancin­g Russia”, se está cumpliendo al pie de la letra. Putin mordió el anzuelo, al autorizar la invasión. Perdió la oportunida­d una vez asentadas sus fuerzas militares en la frontera con Ucrania, el momento apropiado para negociar y obtener la “finlandiza­ción” de Ucrania. Es decir, su neutralida­d. Hoy es esa neutralida­d la que pocos quieren asumir por el miedo real de ser invadidos por Putin.

Mientras tanto, Vlodomyr Zelensky reafirma el argumento central de Ucrania y de esta guerra: “Estamos en el epicentro de la confrontac­ión de dos ideas: la idea democrátic­a europea de que la libertad y la vida de todos importa y la cruel idea tiránica de que sólo importa quién puede someter a otras personas”. 

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