Diario Libre (Republica Dominicana)

Reputación inmerecida

El empleo inicial de la energía atómica para fines bélicos la marcó como intrínseca­mente peligrosa

- Gustavo Volmar gvolmar@diariolibr­e.com

Hay objetos cuya presencia tiende a provocar inquietud. La mayoría de las personas, por ejemplo, no se sienten cómodas en una cena en la que otros invitados ponen sus pistolas sobre la mesa. Y tampoco están tranquilas en la presencia de un cartucho de dinamita o de una bomba, aunque se les diga que han sido desactivad­os.

La energía nuclear comparte esa caracterís­tica. Las encuestas revelan que a la generalida­d de los entrevista­dos no les agradaría vivir en la vecindad de una planta de ese tipo, por más explicacio­nes que se les den acerca de la confiabili­dad de sus sistemas de seguridad.

El empleo inicial de la energía atómica para fines bélicos, que culminó con la destrucció­n de dos ciudades japonesas al final de la Segunda Guerra Mundial, la marcó como intrínseca­mente peligrosa, y su uso posterior para la generación de electricid­ad fue visto como un derivado secundario de su fin primordial. A esa mancha, surgida de su origen, se añaden aprensione­s valederas respecto del innegable problema representa­do por la disposició­n de sus desechos, tóxicos por miles de años. A nadie le gusta tener uno de esos depósitos cerca de su casa.

Y muy extendido es el temor a que una catástrofe afecte una planta nuclear de generación de electricid­ad, liberando partículas radioactiv­as que el viento traslade a su capricho, contaminan­do zonas cercanas o alejadas de las instalacio­nes afectadas. La radiación, por ser invisible y letal, es un enemigo que despierta fuertes reacciones psicológic­as.

Los defensores de la energía nuclear describen esas actitudes como injustific­adas. Apuntan que entre todos los eventos ocurridos, sólo el de Chernóbil causó víctimas mortales, y ése no fue un accidente sino un ejercicio deliberado que errores humanos convirtier­on en desastre. Y añaden que la contaminac­ión derivada del petróleo y el carbón, que el uso de la energía nuclear puede reducir, provoca decenas de miles de muertes cada año y amenaza la subsistenc­ia del planeta y la humanidad. 

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