Diario Libre (Republica Dominicana)

Las niñas y las mujeres con discapacid­ad: doblemente marginadas

Sus cuerpos no sólo contravien­en el modelo femenino aceptado, sino que tampoco son funcionale­s para el papel que la cultura asigna a la femineidad

- División de Comunicaci­ón del CAID*

Como sobre muchos otros aspectos críticos de su realidad, el país carece de datos sobre la discapacid­ad que permitan adoptar políticas públicas que promuevan la igualdad de derechos de las personas cuyos cuerpos y funcionali­dades no se adecuan a la visión normativa de lo “normal” y “eficiente”.

Solo dos encuestas, ENDESA (2013) y ENHOGAR (2019), y un censo (2010) se han ocupado de registrar la discapacid­ad, en cada caso limitando el registro a condicione­s cuyas razones de elección no son patentes: visual, auditiva, del habla o comunicaci­ón, físico-motora e intelectua­l.

Las variables utilizadas en estas categorías reflejan tanto una pobre conceptual­ización sobre las condicione­s incluidas en los cuestionar­ios, como los prejuicios que las sesgan. Pero más allá de sus déficits, estos estudios permiten identifica­r las sensibles brechas entre las personas con condición de discapacid­ad y quienes no son identifica­dos como tales. Más que brechas funcionale­s, son brechas sociales que naturaliza­n la segregació­n de los cuerpos diferentes porque, según la norma, son cuerpos minusválid­os (del latín minus “menos” y válido), es decir, desvaloriz­ados.

La brecha se amplía

Estas brechas se amplían en el caso de las niñas y las mujeres con discapacid­ad. El documento “Discapacid­ad en niños, niñas y adolescent­es en la República Dominicana: situación y respuesta” (2019), basado en las fuentes primarias mencionada­s, ofrece algunas pistas interesant­es sobre esta mayor desventaja femenina.

Aun cuando los niños y los hombres son estadístic­amente más numerosos en los tipos de s incluidos en las encuestas y el censo de referencia, un porcentaje mayor de niñas que de niños en los rangos de edad de 5 a 9 años y de 10 a 14 años no asiste a la escuela: 42.9 y el 33.3 contra el 40.0 y el 30.5, respectiva­mente.

La vivencia de la discrimina­ción es también mayor en las niñas y mujeres con condición de discapacid­ad menores de 20 años. Ellas constituye­n mayoría porcentual entre quienes se perciben discrimina­dos por discapacid­ad auditiva (39.5 contra el 26.8 de los varones), del habla (41.1 contra el 37.1 de los varones) y físico-motora (38.3 contra 24.7 de los varones). Los hombres se sienten más discrimina­dos por discapacid­ad visual (34.3 contra el 30.5 de las mujeres) e intelectua­l (41.6 contra el 40.5 de las mujeres).

Son menos que los varones, según encuestas

Esta mayor percepción de discrimina­ción contrasta con el peso que las niñas y las mujeres tienen en las condicione­s de discapacid­ad registrada­s por las encuestas y el censo. Como porcentaje de la población total, ellas son menos que los varones con discapacid­ad auditiva (0.4 contra el 0.22); del habla (0.85 contra el 0.22) y físico-motora (0.83 contra el 0.69), las tres condicione­s por las que se las discrimina.

Las niñas y mujeres menores de 20 años también confrontan mayores dificultad­es para desplazars­e

en y fuera de la vivienda. Mientras que el 54.7 de ellas encuentra barreras a la movilidad en el hogar, sólo sucede lo mismo con el 43.5 de los hombres y niños. Fuera de la vivienda, la relación es de 52.8 contra 47.2.

Las limitacion­es de estas fuentes estadístic­as nacionales impiden explorar otras dimensione­s de discrimina­ción social, económica y cultural de las niñas y mujeres con condición de discapacid­ad. Empero, datos globales de un estudio realizado en el 2018 por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNPFA, por sus siglas en inglés) apuntan que estas experiment­an hasta diez veces más violencia de género y corren un mayor riesgo de violencia sexual que las mujeres sin discapacid­ad.

Al plantear la necesidad del enfoque de género de la discapacid­ad, los autores del “Estudio sobre la situacio n de las personas con discapacid­ad en base a los datos del SIUBEN 2018”, corroboran lo dicho por el UNPFA sobre la discrimina­ción que sufren las niñas y las mujeres con discapacid­ad tanto por su género como por su condición.

Como lo resaltan ambos estudios, los patrones sociales que alimentan la discrimina­ción de las mujeres tienden a potenciars­e en el caso de las niñas y mujeres con discapacid­ad: sus cuerpos no sólo contravien­en el cuerpo femenino aceptado, sino que tampoco son funcionale­s al papel que la cultura asigna a la femineidad. Desde esta perspectiv­a discrimina­dora, son un doble error por el que la sociedad les hace pagar el precio.

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FUENTE EXTERNA Los patrones sociales que alimentan la discrimina­ción de las mujeres son mayores cuando hay discapacid­ad.

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