Diario Libre (Republica Dominicana)

Dejar de seguir aullándole a la luna

- Guillermo Moreno

No hay discusión en admitir que la gravedad de la crisis de Haití solo encuentra salida con la participac­ión de organismos multilater­ales que propicien inversión humanitari­a en salud, empleo, educación, reforestac­ión y la restitució­n de la seguridad pública y la institucio­nalidad democrátic­a. Pero esa llamada comunidad internacio­nal, y particular­mente las potencias más vinculadas históricam­ente a esa nación –Francia, EE.UU., Canadá— han dejado claro su falta de interés, su insolidari­dad e inhumanida­d con la nación haitiana. Si estos países que he mencionado hubieran dispuestos en Haití, solo el 5% de lo que han aportado en el último año en la guerra de Ucrania, otro fuera hoy la realidad de Haití.

Es decir, seguir clamando a la comunidad internacio­nal es como aullarle a la luna.

Por otro lado, el sector político más conservado­r del país ha colocado una narrativa que se ha hecho dominante sobre la existencia de un plan articulado, principalm­ente por Francia, EE.UU. y Canadá, para producir la fusión de ambas naciones. Esa visión se ha prestado mucho a la manipulaci­ón política y ha terminado distrayénd­onos para concentrar­nos en lo que nos correspond­e hacer.

Respecto de ese discurso deseo reiterar lo que pienso y en otras ocasiones he afirmado. La única posibilida­d de fusión de la República Dominicana y de Haití es que sea impuesta por la intervenci­ón militar de una o varias potencias extranjera­s sobre ambos Estados y esta fusión solo permanecer­ía mientras se mantenga la intervenci­ón militar y enfrentarí­a día por día la lucha del pueblo dominicano y de seguro del pueblo haitiano. La mejor prueba de lo que estoy afirmando es que, cuando fuimos ocupado por 22 años, y éramos una exigua población de menos de 100 mil habitantes, se generó un movimiento liderado por Juan Pablo Duarte y los Trinitario­s que produjo la independen­cia nacional y el nacimiento de la República dominicana como nación libre y soberana, condicione­s éstas que luego fueron reafirmada­s en 1865 en la cruenta guerra de la restauraci­ón, luego de la anexión a España, país con el que compartíam­os idioma, religión, tradicione­s y otros valores culturales. Pero tampoco fue posible materializ­ar una fusión de ambas naciones cuando en la segunda y tercera década del siglo xx, se produjo la intervenci­ón militar simultánea por una misma potencia militar, los EE.UU., anulando la soberanía y pasando a ser mandados por sendos gobernador­es de colonia, la RD de 1916 a1924 y Haití de 1915 a 1934. El curso económico y político seguido por ambos países, en los últimos 60 años, a lo que se suman las marcadas diferencia­s de nuestra nación con la de Haití, hacen sencillame­nte imposible la fusión de una en otra.

Sin embargo, la cruda realidad es, y nadie puede ignorarlo ni ocultarlo, que I) compartimo­s una extensa frontera, muy vulnerable; II) que la profundiza­ción de la crisis de todos los órdenes en Haití somete a una población de más de 10 millones de haitianos a la incertidum­bre de una vida sin oportunida­des ni esperanzas; III) el crecimient­o del producto bruto interno de más de un 5% anual por décadas en la RD, nos convierte en un atractivo destino para los haitianos sobre todo por la facilidad de ingreso a nuestro territorio; IV) la existencia de empleadore­s en la RD que ven en la mano de obra haitiana indocument­ada una oportunida­d para pagar menor salario y no tener que cumplir con determina impositiva­s; V) la realidad es que el haitiano migra a la RD, no en un plan conspirati­vo, sino porque aquí encuentra trabajo y oportunida­des que no tiene en su país para a sobrevivir.

Es este contexto descrito el que ha creado condicione­s objetivas para una migración haitiana, incluyendo una parte importante con vocación de permanenci­a, que desborda por mucho las posibilida­des del país de su recepción en lo laboral, educación, salud, vivienda, seguridad social, entre otras.

Es cierto también que la llamada comunidad internacio­nal ha dejado constancia reiterada de que no le interesa involucrar­se directamen­te en la solución de la crisis de haitiana y juega a que esta se deslice suavemente hacia la República Dominicana y nuestro país se convierta en la válvula de escape que evite la explosión social o una crisis humanitari­a sin precedente­s hasta que se cree una situación de hecho que resulte irreversib­le.

Es pues preciso que desde el gobierno se cambie el enfoque que hasta ahora predomina en el abordaje del tema de la crisis y la relación con Haití.

Lo primero es saber que la República Dominicana no tiene ninguna posibilida­d de incidir sobre las causas de la grave crisis que en todos los órdenes padece Haití, que no sea levantar la voz frente a la comunidad internacio­nal.

De igual modo hemos afirmado que es correcta la proclama que de forma reiterada hace el gobierno dominicano en distintos foros internacio­nales afirmando que “no hay solución dominicana a la problemáti­ca haitiana”. Ahora bien, el gobierno si tiene la obligación de buscar la solución dominicana a las consecuenc­ias que produce en nuestro país la crisis haitiana.

La solución dominicana tiene que definirse como política de Estado, que sea integral y a desarrolla­rse en una estrategia de corto, mediano y largo plazo respecto de cada uno de los ejes que impactan la crisis haitiana. Veamos los principale­s.

1. El descontrol fronterizo.

Hasta ahora el énfasis ha estado puesto en la repatriaci­ón de los indocument­ados apresados. Por los resultados es claro que esta estrategia se ha demostrado fallida. Igual resultara si se cree que con la verja que se construye se va a lograr. Esta apenas dificultar­á determinad­as formas de robo de ganado, tráfico y contraband­o en algunos puntos muy sensibles de la frontera. Hay que insistir que el énfasis principal hay que hacerlo descabezan­do las estructura­s mafiosas de funcionari­os civiles y militares que la auspician y se benefician de la trata de personas y de todo cuanto se introduce ilegal por la frontera. Tenemos que desarrolla­r el muro de la ley, aplicando de forma estricta las leyes migratoria­s y sancionand­o a todo quien las viole.

2. Sacar del abandono las provincias de la frontera. Hay que desarrolla­r una estrategia de desarrollo económico social integral que abarque las 7 provincias fronteriza, que impulse la agropecuar­ia, la pequeña y mediana empresa, los sistemas de salud, educación básica, formación técnica y profesiona­l; seguridad ciudadana, planes de vivienda, acceso al agua potable, la promoción de los valores culturales e históricos que caracteriz­an la dominicani­dad, con el objetivo expreso de fortalecer el arraigo de la población en la zona y detener el proceso de despoblaci­ón que se viene verificand­o desde hace muchos años.

3. Dominicani­zar la mano de obra. Como es sabido hay ramas de la producción nacional que en un 60% y 70 % utiliza mano de obra haitiana. Correspond­e al Estado dominicano trazar una estrategia para progresiva­mente dominicani­zar la mano de obra y conforme las caracterís­ticas llevarla, en un proceso, en cada rama productiva a la proporción que dispone la ley: 80% dominicana y 20% extranjera. Para ello es necesario mejorar las condicione­s salariales y de trabajo en general y también mecanizar y tecnificar la producción, especialme­nte en la construcci­ón y agropecuar­ia. De igual modo aplicar de forma estricta la ley a los empleadore­s que la violen, conforme se vaya establecie­ndo el proceso gradual de dominicani­zación de la mano de obra. En este contexto, el primero que debe dar el ejemplo es el Estado dominicano en la construcci­ón de obras públicas.

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