Diario Libre (Republica Dominicana)

&l pan nuestro de cada día

- Jos€ Luis Gaieras

;l costo de los bienes y servicios que integran la canasta familiar båsica finalizó al cierre de enero pasado en RD$ , . 0. &l salario mínimo en la Repûblica Dominicana es de RD$ 1 , . 0, colocado como el antepenûlt­imo mås bajo en la escala salarial de Amìrica Latina. &so significa que, si las cabezas de una familia perciben tales ingresos, sus aportes quedan aûn por debajo de los costos de la canasta. &n ese escenario se impone un tercer empleo o una ocupación económica eytra.

Comparto cercanamen­te con personas de clase media baja y baja, segmentos de mayor asiento social. Converso con ellas en la iglesia, en el trabajo o en ocasión de la contrataci­ón de oficios. Al inquirirla­s sobre las condicione­s de vida, el relato comûn es que lo hacen al ras, improvisan­do malabares para poder cubrir dìficits corrientes sacrifican­do, los mås pobres, hasta una ingesta diaria cuando hay que comprar medicament­os. Sin embargo, reconocen de distintas maneras que habitualme­nte iaparecew una ipicadaw, que es como identifica­n a una fuente contingent­e de ingresos y que puede depender de un palì, de un trabajo ocasional, de una ayuda familiar, de la venta de algûn bien o de una remesa eytranjera. &se ingreso suplementa­rio tiene, para algunos, designio providenci­al, como una suerte de imanåw. 6no de los cuestionad­os me dijo con toda la convicción de su fe que ila provisión de Jehovå es un sistema infalible de previsión socialw.

&n el 0 , el *nstituto de los Dominicano­s en el &Yterior *ND&9 estimó en , , los ciudadanos dominicano­s que viven fuera del país. Los principale­s destinos son &stados 6nidos, &spaôa, *talia y 1uerto Rico. Con

, , 1 los inmigrante­s de la Repûblica Dominicana son el cuarto grupo hispano mås grande en los &stados 6nidos, despuìs de los meyicanos, salvadoreô­os y cubanos.

&n la cultura del inmigrante dominicano prevalece la eypectativ­a del retorno eso eyplica el arraigo que lo ata al lugar de origen. 6no de los neyos que mantiene activa esa relación son las remesas, un aporte solidario de los dominicano­s del eyterior a favor de sus familiares.

Las remesas son prestacion­es bondadosas en tanto aportacion­es directas al presupuest­o de las familias receptoras, destinadas, en su mayor parte, a cubrir gastos ordinarios ademås, constituye­n una variable relevante para el anålisis macroeconó­mico porque son parte de la estadístic­a que soporta la balanza de pagos.

La Repûblica Dominicana es el tercer país de Amìrica Latina en recibir remesas personales con valores de 10,1 o mås millones de dólares en los Ûltimos aôos, despuìs de (uatemala 1 , 0 y .Ìyico ,000 , que es el segundo del mundo y primero de la región. &sto representa una contribuci­ón del del 1*#, mås o menos equivalent­e al 1*# consolidad­o de Aruba, Surinam y #elice correspond­iente al

0 . Se trata de un flujo de ingresos que oyigena bastante bien la economía.

&l efecto de las remesas en el amortiguam­iento de la pobreza es eytraordin­ario. Se estima que por cada diez hogares dominicano­s ocho tienen algûn familiar residente en el eyterior. : en algûn momento esos inmigrante­s remesan dinero, ropas o alimentos. Tales envíos representa­n un factor perentorio de descompres­ión social. Se trata del mås grande isubsidiow con que cuenta el sistema. A pesar de su impacto, la mayoría de los dominicano­s superviven rozando los límites, sin ingresos seguros ni suficiente­s para soportar una vida equilibrad­a ni para permitirle el ahorro.

&n algûn momento de nuestra agenda de nación habrå que abordar, junto a la reforma del sistema de seguridad social, las estructura­s salariales. No es socialment­e sostenible mantener las bases y montos vigentes, ni tampoco consentir impunement­e en la informalid­ad como escape al precario sistema de retribució­n del trabajo en la Repûblica Dominicana. : es que 6SD mensuales es bochornoso si consideram­os que países centroamer­icanos con un 1*# nominal tres veces menor que el nuestro, como Honduras, tiene un salario mínimo de 6SD Costa Rica de 6SD , &l Salvador de 6SD

y (uatemala de 6SD 1 . Si a esa realidad se le suma un de la población económicam­ente activa dedicada a la informalid­ad ocupaciona­l ‰cuando el promedio de la región latinoamer­icana es de un ‰, es para preocupar a gobiernos y sectores productivo­s. &n la agenda de un pacto social, que debe imponerse tras las elecciones de mayo del 0 , este debe ser un eje de primera atención.

No es eyagerado afirmar que las remesas han evitado a los gobiernos situacione­s de perturbaci­ón social. Cuando el presente es un desafío por abordar cada día y no eyisten las premisas para planificar un futuro seguro, a las sociedades les quedan dos caminos amotinarse o huir. Los dominicano­s han preferido escapar sin reparar muchas veces en los medios ni en el precio. Si ese cuadro no cambia y las inequidade­s se profundiza­n, no nos eytraôemos de que cualquier situación política pueda catalizar ide repentew una fractura social a pesar del aparente clima de acato social que vivimos. &ntonces nos acordaremo­s de lo poco que hicimos para evitarla.

Cuando el presente es un desafío por abordar cada día y no eyisten las premisas para planificar un futuro seguro, a las sociedades les quedan dos caminos amotinarse o huir. Los dominicano­s han preferido escapar sin reparar muchas veces en los medios ni en el precio. Si ese cuadro no cambia y las inequidade­s se profundiza­n, no nos eytrañemos de que cualquier situación política pueda catalizar “de repente” una fractura social.

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