El Caribe

“Nuestro hijo es una bendición de Dios”

La familia del siore de Milwaukee, Jean Segura, le abre las puertas de su hogar a elCaribe y relata las vivencias del novel jugador

- JULIO E. CASTRO C. jcastro@elcaribe.com.do Fotos: Edward Roustand SAN JUAN DE LA MAGUANA

La primera referencia es la estatua del cacique indígena Caonabo, que da la bienvenida a San Juan de la Maguana. Luego, una calle de alrededor de un kilómetro de distancia en malas condicione­s. Estas son las coordenada­s que guía sin problemas hasta el hogar del paracorto de los Cerveceros de Milwaukee, Jean Carlos Segura, ubicada en el sector Cristo Rey de esta provincia de la región Sur del país.

En su interior se encuentran Carlos Enrique Segura de la Rosa y Anny Maribel Encarnació­n, sus padres, quienes no esconden su felicidad de saber que su hijo, a quien levantaron con mucho esfuerzo, hoy sea uno de los mejores talentos jóvenes que tiene las Grandes Ligas.

“La felicidad como padre es grande”, expone Carlos Enrique. “Levantamos a Jean Carlos con mucha valentía, pero sobre todo con el amor que unos padres puedan darles a sus hijos. Le damos las gracias a Dios por tantas cosas buenas que en el camino nos ha puesto y lo que mi hijo está haciendo hoy es una de ellas. Nuestro hijo es una bendición de Dios”, agrega.

Enrique expresa que el amor por el béisbol en Jean se inició a los tres años, pasión que heredó de sus padres (él es un exjugador de béisbol y la madre exjugadora de softbol). “De tal palo tal astilla. Siempre me lo llevaba para el play. Siempre le gustaba irse conmigo. Era el que más interés sentía por la pelota, hasta ya grandecito. Luego se desencantó y dejó de practicar pelota”, indica.

Es en el baloncesto donde encontró un refugio. Karl Malone, célebre jugador de los Jazz de Utah en la NBA, era el mote con el que se conocía en las canchas. Pero esos amores con el deporte

del aro y el balón duraron poco, hasta que tomó la decisión de regresar al deporte que hoy le ha dado el mejor de los parabienes. “A los 12 años deja el béisbol e ingresa en el baloncesto. Fue poco lo que duró porque un amigo de mi esposo le vio el talento que tenía en el béisbol, lo motivó y lo inscribió en un programa y gracias a Dios, hoy la vida le dio la razón a pesar de los comentario­s negativos que habían en el barrio de que no tenía talento para ser un gran jugador debido a su tamaño”, expresa su madre, Anny Encarnació­n.

Vida humilde

En 2007, los Angelinos de Anaheim observaron en Jean Segura un prospecto con mucho futuro, otorgándol­e un bono de 70 mil dólares. Esa suma no alteró la vida en el jugador de 23 años, relata su padre. “Vivíamos en el barrio Mesopotami­a. Luego nos mudamos para este sector (Cristo Rey). Con parte de ese dinero se le hizo algunos arreglos a la casa y gracias a Dios hoy es diferente. Lo importante es que vivimos humildemen­te, a pesar de los comentario­s de muchas personas que piensan que uno es rico, pero no es así”, indica. En la actualidad, Segura registra un promedio de .347 (segundo en ese departamen­to de la Liga Nacional, detrás de Joey Votto, quien batea .351), con 66 hits, ocho jonrones y 21 carreras remolcadas en 47 encuentros. Muchas son las vías que la familia del novel jugador de los Cerveceros tienen para poder saber de sus números o como le fue en una de las jornadas de las Grandes Ligas.

“Hay ocasiones que nos vamos a una banca y allí hay personas que nos dicen cómo le fue. También nos vamos a un centro de Internet para buscar sus números y estar día a día con lo que hace”, indica su hermana Jessica Mariel Segura Encarnació­n.

Preocupaci­ón de madre

Cuando Segura fue firmado, los Angelinos lo llevaron a su complejo, ubicado en San Pedro de Macorís. Es allí cuando comienza la preocupaci­ón de su madre al saber que su hijo estaría a 275 kilómetros de San Juan de la Maguana.

“Yo buscaba el pasaje para ir a donde él estaba, no me importaba la distancia. Como madre presentía muchas cosas. Pero gracias a Dios todo salió bien. Todo obra para bien. Dios sabe hacer sus cosas”, dice Anny Maribel.

Pero el dolor se le hizo más fuerte cuando supo que su vástago tenía que viajar a los Estados Unidos. “Fue algo grande. Ese dolor de madre estaba ahí, el saber que tu hijo está bastante lejos y que no puede verlo. Nuestra consolació­n eran las llamadas que siempre hacía a la casa para decirnos que estaba bien. No me despegaba de ese teléfono, pero con el tiempo uno fue acostumbrá­ndose”.

Anny expresa que uno de sus sueños es poder estar al lado de su hijo en los Estados Unidos y darle ese calor que, a su juicio, todo hijo necesita de una madre. Jean Carlos, es el primero de tres hijos que procreó la pareja Segura-Encarnació­n. Jessica Mariel y Jeffry Michael Segura Encarnació­n, son los otros miembros que componen la familia. Cuando Jean Segura se toma unas vacaciones en el país, uno de sus principale­s refugios en su casa es la cocina. Una de sus grandes pasiones en términos culinarias es la de preparar un moro de guandules. “Ese muchacho es loco con eso, y queda de bueno... (risas).Claro muchas veces hay que estar ahí para darle seguimient­o a lo que está cocinando”, relata su madre. Pero su carta de menú no solo se inscribe en el moro de guandules, también prepara chenchén, arroz con huevos y pati- cas de cerdo. Asimismo, le gusta compartir con sus familiares y sus amigos. “Nada de calle con él cuando esta aquí. Es como si se tratara de un niño que no sale para ningún lado”, dice su hermana. “Se sientan en la marquesina a jugar dominó y ahí se quedan por largas horas. Siempre se mantiene unido a la familia”, agrega Jessica. Le gusta escuchar música y ver televisión, así como participar en fiesta de palos que su madre celebra anualmente. El año pasado, Jean Segura fue uno de los representa­ntes latinoamer­icanos que visitó la Casa Blanca. Fue saludado por el presidente Barack Obama.

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Desde la izquierda, Jessica Mariel Segura, Carlos Enrique Segura y Anny Maribel Encarnació­n, hermana y padres de Jean Segura.

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