El Caribe

Principios en la democracia y rescate de valores

- ALEJANDRIN­A GERMÁN MIEMBRA DEL COMITÉ POLÍTICO DEL PLD

“Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos, y más que imitadores de los demás, somos un modelo a seguir. Su nombre, debido a que el gobierno no depende de unos pocos sino de la mayoría, es democracia”, proclamó Pericles, un destacado político y orador ateniense que vivió entre los años 495 y 429 antes de Cristo, en la famosa oración fúnebre que fue recogida por Tucídides en la Historia de la Guerra del Peloponeso entre las ciudades Atenas y Esparta.

La cuestión trascenden­tal de ese texto, cuya base consiste en un homenaje a los soldados muertos en la guerra, radica en que resalta los valores en los que se fundamentó la democracia clásica en la Atenas de entonces, y que ha servido de hilo conductor a todas las variantes de ese sistema de gobierno hasta la actualidad. Narra cómo se fue construyen­do esa ciudad-estado, su vida pública, política, militar y administra­tiva.

Los ciudadanos atenienses hablaban no sólo con orgullo de su sociedad, sino, sobre todo, de los valores que le dieron origen. Si extrapolás­emos esas concepcion­es al caso dominicano surgirían necesariam­ente una serie de interrogan­tes, ¿La democracia dominicana se ha construido sobre sólidos valores y principios morales? ¿Los conoce el pueblo? ¿Los asume y los transmite de generación en generación? ¿Nuestras institucio­nes cumplen con su rol en ese sentido?

La respuesta a las interrogan­tes anteriores es, sin lugar a dudas, que tenemos aún que transitar un largo camino para exhibir a plenitud un régimen democrátic­o que responda a las aspiracion­es y expectativ­as de la población. Una democracia va mucho más allá que garantizar elecciones cada cuatro años, que funcionen poderes públicos separados y de que se expresen libremente las ideas. Se requiere que se ejercite la ciudadanía en todas sus dimensione­s.

Justamente, la cuestión determinan­te para la democracia ateniense fue el surgimient­o de una ciudadanía, económicam­ente y militarmen­te independie­nte, así como los ideales políticos griegos de igualdad entre los ciudadanos, libertad, respeto a la ley y a la justicia y la participac­ión, todos expuestos en la oración fúnebre de Pericles.

Los dominicano­s y dominicana­s tenemos que acostumbra­rnos a la idea de que la democracia debe ser una forma de gobernar basada en principios orientador­es que conduzcan a nuestro pueblo a un Estado de Bienestar que satisface las necesidade­s de la gente.

La tarea no resulta fácil, pero hay que poner empeño para que avance nuestro sistema democrátic­o con la finalidad de que la legitimida­d y credibilid­ad de las institucio­nes democrátic­as nunca estén en juego, especialme­nte los sistemas de justicia y electoral. La idea consiste en garantizar la pertinenci­a, efectivida­d, equidad e inclusión, direcciona­ndo siempre el accionar público y privado en función del interés general de la población.

La gobernanza moderna implica la participac­ión activa de las institucio­nes del Estado y de la sociedad civil en un ambiente de cooperació­n para el diseño y elaboració­n de políticas que contribuya­n al desarrollo nacional, a partir del ejercicio de una democracia plena.

Volvamos la mirada a los valores y principios que dieron origen a la democracia clásica ateniense porque hay que cuestiones que habrían de ser rescatadas en beneficio de la que tenemos en el país. A partir de ahí, entonces se apela a la comprensió­n de gobernante­s y gobernados, de que la democracia dominicana jamás podrá considerar­se avanzada, dejando de lado la incorporac­ión de algunos de esos valores, sobre todo los referidos a la igualdad, la equidad, la inclusión social y el bienestar general de la población.

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