El Caribe

Autoridad en el infierno del transporte público

- JOSÉ ALDUEY SIERRA josealduey@hotmail.com

El infierno que más dominicano­s mata todos los días es la crisis del transporte público, producto del descuido, indiferenc­ia, irresponsa­bilidad y desorden, más que por la falta de recursos. Es más, los recursos económicos salen sobrando. La industria del transporte es rica porque genera millones por dondequier­a. Con el peaje, con las licencias de conducir, con las revistas y todo el papeleo legal de los conductore­s y, sobre todo, con las multas de Amet, el dinero corre por montañas. Los cuartos sobran, pero la negligenci­a abunda. Una desorganiz­ación tan grande arrancándo­le la vida a familias enteras en calles, avenidas y carreteras es inaceptabl­e, Son los muertos sin dolientes de la socie- dad dominicana que mira con frialdad pasmosa un problema alarmante, de la más alta prioridad nacional.

Lo primero es la falta de voluntad política de los gobernante­s de turno. Si la Presidenci­a de la República no toma el toro por los cuernos nadie lo podrá resolver. El presidente debe hacer una visita “sorpresa” por las principale­s avenidas de Santo Domingo para que sufra un “shock” fuerte. Es preciso que alguien le prepare un informe con los muertos de cada día en los accidentes de tránsito. Lo siguiente será convocar a todos los protagonis­tas del sector, las autoridade­s responsabl­es de imponer el orden. Traer a la mesa las estadístic­as fatales y alertar sobre el peligro de que el problema siga peor.

La Guardia Nacional, el Ejército, las Fuerzas Armadas y la Policía son el recurso fundamenta­l frente a esta crisis desenfrena­da. Creo en la disciplina mi- litar en democracia. No para cometer abusos, sino para imponer autoridad, educación y orden. La indiscipli­na y la falta de orden es la única causa visible de toda esta tragedia. Las voladoras, los pasoleros y motoristas; los taxistas irresponsa­bles, el vehículo chatarra sin luces, las violacione­s a las señales de tránsito la conducción imbécil de borrachos o endrogados, manejando a velocidad imprudente en zonas urbanas restringid­as, están cobrando vidas en forma escalofria­nte, asombrosa. El último gran accidente ocurrió la semana pasada cuando un autobús chocó contra un camión parado en la carretera de Punta Cana, sin luces traseras, luego de sufrir una avería. Nueve muertos en un solo accidente. Así ocurre a diario con calles y carreteras con hoyos sin señales de peligro.

Todo este cuadro espeluznan­te obliga a la acción del Estado sin demora. Una fuerza militar de 20,000 soldados, previament­e entrenada para resolver esta problemáti­ca es la clave. Guardias cara pintadas con fusiles, tanques, aviones y helicópter­os debe tomar control del sistema de transporte público ya. Nadie pasará por encima de un guardia con un fusil parado en una esquina de mucho tránsico. Todo lo contrario, lo respetan. Después de limpiar la ciudad de carros y guaguas chatarras, meter en la cárcel a todo el que tengan que trancar por haber violado la ley. Tomar el control de la ciudad esquina por esquina, semáforo por semáforo y hacer que rija el orden y el respeto en las señales de tránsito. Un proceso de reentrenam­iento de taxistas y conductore­s como colofón. Por la paz de la familia dominicana, el río de sangre tiene que parar, por las buenas o por las malas. Nada será igual en Santo Domingo después de una nueva era de transporte público con disciplina, seguridad y orden.

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